miércoles, 29 de enero de 2014

El indio dicta cátedra.


Por Armando Brugés Dávila.
La prensa colombiana ha pasado por alto un inmenso logro alcanzado por América Latina al no darle la importancia que merecía el hecho de haber alcanzado Bolivia por aclamación la presidencia del Grupo de los 77 +China. Elección que convierte a este país y obviamente a su presidente Evo Morales,  en un referente internacional. Y aunque pareciera que hubiese sido para resarcirle en su dignidad por lo sucedido a su delegación en Europa cuando venía de Rusia, su merecimiento tiene una fundamentación más seria. Para nadie es un secreto que cuando el indio Evo asumió la presidencia en diciembre de 2005 el país era el más atrasado de América Latina, después de Haití.
Cuando este indio asumió la presidencia, la derecha boliviana le daba sólo seis meses para que fuera derrocado, incluso para muchos suramericanos  su elección resultaba un insulto a la  inteligencia latinoamericana. Pero como decía Héctor Lavoe, la vida te da sorpresas, y este indio de América  ha resultado dictándole catedra de economía social y política no sólo a los tristemente célebres Chicagos boys (Economistas liberales educados en la Universidad de Chicago en los años 70) sino también a los cepalinos de todos los pelambres que en el mundo han sido. No es fácil mostrar el palmarés de logros que este indio aymara puede mostrar al mundo en tan sólo  siete u ocho años de gobierno, logrado todo ello con un aparentemente inocente nadadito de perro y sin un solo tiro. Todo en el más perfecto orden democrático.
Ese hombre, del que muchos se burlan porque no sabe hablar como los políticos profesionales nuestros, ha logrado multiplicar por cuatro el  Producto Interno Bruto (PIB) de su país que pasó de ocho mil millones de dólares en 2007 a 32 mil en la actualidad. Una de sus primeras decisiones de gobierno fue nacionalizar el petróleo. En el 2006 cuando imperaba la lógica de que el petróleo era boliviano mientras estaba bajo tierra pero que a boca de pozo ya era extranjero, el Estado boliviano sólo tenía derecho a un 18% de los ingresos producidos por la industria petrolera y las compañías extranjeras se llevaban el 82%, con lo que el país sólo recibía 400 millones de dólares. La nacionalización permitió revertir la proporción  y hoy día el ingreso al país por exportación de hidrocarburos supera los cinco mil millones de dólares. Pero la cosa no termina ahí, en lo concerniente a reservas internacionales de divisas se sabe que del 2006 a esta parte estas han aumentado  ocho veces más alcanzando un monto superior a los 15 mil millones de dólares. Por su parte la CEPAL  considera que Bolivia alcanzara al finalizar el 2013 un crecimiento de 5,6 %, crecimiento que ellos consideran será el segundo mayor de Latinoamérica. Pero lo dicen de forma tal que el suceso pareciera no tener ninguna importancia. Es necesario recordar así mismo que este indio patirajao durante los siete años de gobierno ha mantenido un promedio anual de crecimiento superior al 4,8%, lo que ningún otro país de la región ha podido alcanzar en el mismo periodo.
Todo lo anterior nos revela de manera clara y contundente que los cambios económicos y sociales si se pueden lograr, siempre y cuando los pueblos tomen la decisión de asumir con responsabilidad la construcción de su destino como nación mediante una acción colectiva y participativa. Pero más importante aún es que ese pueblo sea consciente que no requiere de una dirigencia plena de intelectualidad pero carente de honestidad. El mundo actual necesita de hombres como Evo Morales o José Mujica, ambos monumentos vivientes de la ética. No se necesita ser economista o politólogo para lograr los cambios que requieren estos países de américa del Sur, solo se necesita tener sentido común y arrojo para imponerlo. Afortunadamente todo parece indicar que estamos cambiando, en Boyacá han comenzado a sonar trompetas de insurrección y coraje.
 
 

martes, 21 de enero de 2014

Cuál crisis venezolana?

Armando Brugés Dávila.

Hacía rato venía intentando explicarme cómo era eso que un país como Venezuela con tanto petróleo estuviera, según la prensa nacional e internacional, al borde del colapso económico. El asunto parecía no tener explicación. Casi que había perdido la esperanza de que alguien me lo explicara, cuando me topé con el artículo y algunas declaraciones de un economista estadounidense de nombre Mark Weisbrot, codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington, columnista del The New York Times, The Guardian en el Reino Unido y el Folha de Brasil. Sostiene este investigador, que sectores de derecha nacional e internacional con sus medios de comunicación, producción  y financiero, se empecinan en desatar una guerra económica contra Venezuela distorsionando su economía mediante el manejo perverso del sistema de cambio, pero en su criterio ninguna representa una amenaza sistémica a dicha economía.
En su concepto, estos grupos se han dedicado por más de 12 años a predecir el derrumbe de la economía venezolana, pero no ha sido así. A su modo de ver, afirmar que la inflación es consecuencia del gasto público es irresponsable; ella es más bien consecuencia de la falta de dólares, pero en ningún caso porque el país no los tenga o porque el gobierno esté agotando sus reservas; se trata de una falta de dólares en el mercado internacional, debido a un corte en el suministro de dólares para el mercado de divisas que a finales del 2012 se redujo a la mitad y a principios del 2013 prácticamente fue eliminado, generando el fortalecimiento del mercado negro al que acuden exportadores e importadores.
Estima, que mediante una soterrada guerra económica, el dólar ha sido puesto en el mercado a una tasa exageradamente alta ante el bolívar, gracias a un control de cambio manipulado, el mismo que ha permitido  que el bolívar haya podido caer tan bajo. A este mercado también acude la gente que especula con el dólar, creyendo en el tan cacareado colapso económico que rendiría para ellos pingües ganancias, pero todo parece indicar que lo que se está generando es  una especie de burbuja, similar a la inmobiliaria en USA y Europa, que los puede llevar a grandes pérdidas, por lo que en los últimos meses esta tasa de compra ha venido bajando.
Ya el temor a que no suceda la hecatombe, comienza a aterrorizar a estos especuladores de bolsillo. No obstante, la oposición nacional e internacional sólo emite malas noticias: Que los precios al consumidor subieron desde un 49% hasta un 1.200%, lo que socava la confianza en la economía y la moneda provocando la fuga de capitales; en el mercado negro el dólar ha recuperado hasta siete veces la tasa oficial; que la reserva de los bancos centrales cae, a lo que se suma la inflación y la emisión de dinero por parte del gobierno. Todo apuntando a una probable hecatombe de un proceso sobre el cual el planeta tiene puestos los ojos y muchos países la esperanza.
Pero por qué se siente tan seguro este estadounidense de lo que dice? Sencillamente porque a su entender, un gobierno con más de 90 mil millones de dólares por ingresos petroleros no puede terminar nunca en una crisis de balanza de pagos. De otra parte, el Banco Central tiene reservas en oro para cubrir por lo menos 8 meses de importaciones y normalmente se considera como buena aquella que alcance como mínimo para 3 meses. Ahora, que la mayoría de las reservas del Banco Central sea en oro, puede ser un inconveniente para su venta,  pero resultaría inverosímil que el gobierno permitiera sufrir una crisis de la balanza de pagos, que pondría en jaque su estabilidad, en lugar de vender su oro. Todo apunta a que este señor tiene razón. En conclusión, lo que afirma este estadounidense es que Venezuela tiene estabilidad económica y social para rato. Así la oposición se desgañite diciendo lo contrario.

 

viernes, 3 de enero de 2014

No quiero ser aguafiestas, pero...


Por Armando Brugés Dávila.
El fenómeno Mandela me había conmocionado: no podía entender cómo un hombre perseguido toda su vida por el establecimiento de su país y mundial, hubiese provocado a raíz de su muerte y antes de ella, tan altísimo culto a la personalidad por parte de sus amigos y lo que es más curioso aún, de sus enemigos que hasta hacía muy poco tiempo no lo bajaban de terrorista.

Tomo entonces la decisión de averiguar qué había sucedido realmente con este hombre, habida cuenta que Suráfrica dieciocho años después de haber asumido el poder la mayoría negra, y en las primeras de cambio con él como presidente, seguía inmersa en graves problemas sociopolíticos. No resulta lógico que  a la fecha, más de un cuarto de la población de Sudáfrica (el 26,3%) sea demasiado pobre para saciar el hambre y más de la mitad (52,3%) viva bajo el nivel de la pobreza. Es decir, que después de dieciocho años, ésta sigue afectando a 25.5 millones de sus habitantes, incluidos negros, mestizos, indios, e incluso un 1% de blancos. Dicho de otra manera, casi dos décadas después del final del apartheid, millones de sudafricanos negros continúan viviendo en la pobreza. El aumento de la criminalidad, 50.000 muertes por año, es otra situación que comienza a aterrorizar a los surafricanos, en tanto que supera a la de los Estados Unidos en la proporción de 8 a 1. Ya sectores torcidamente interesados comienzan a hablar de un futuro incierto para Suráfrica, argumentando que al CNA (Congreso Nacional Africano) le quedó grande la responsabilidad de administrar el país. Lo cierto es que mientras un millón de blancos, de los cuatro que allí vivían, han salido del país temerosos de lo que allí pueda pasar a futuro, la población negra ha aumentado de 31.5 millones a más de 39 millones, es decir 8 millones más en el mismo lapso, lo que tiende a dificultar la situación.
Una entrevista concedida por Mandela desde la clandestinidad, en su calidad de jefe del brazo armado del grupo rebelde en la década de los sesenta, dio respuesta a mi desconcierto. En ella, el guerrillero aseguraba que su movimiento insurreccional a lo único que aspiraba era a que los negros tuvieran el derecho al voto o sea sufragar bajo el criterio de "un hombre, un voto". Sólo aspiraba a la independencia política, ni siquiera al poder político. Negar una petición tan elemental, sólo era posible bajo la presión de una prepotencia irracional, que sólo los blancos europeos han sido capaces de generar en su afán de poder. Pero una vez la mayoría de la minoría blanca, acosada por la presión mundial cayó en cuenta de ello, actuó rápidamente anulando la legislación del apartheid, concediendo el derecho al voto a los negros y llamando de inmediato a elecciones, pero eso sí, asegurándose que la Constitución quedara elaborada de tal manera que su poder económico quedase totalmente blindado. Así se hizo. Obviamente, los negros de una eligieron con sobrada votación, como era de esperarse, a Nelson Mandela. Pero aquí terminó el novelón: en Suráfrica, los blancos "entregaron" el poder político pero se reservaron el poder económico, de tal manera que los gobiernos negros quedaron con las manos atadas. Esa es la razón por la cual, la minería Surafricana que  juega en las grandes ligas del comercio mundial, como primer productor de platino del mundo, el quinto de oro, el quinto de carbón y uno de  los mayores exportadores de diamantes, presenta datos tan curiosos como que la Beers Consolidated Mines Ltd. tenga el control del 94% de la producción nacional de diamantes.
En mi concepto, Mandela fue ingenuo  al creer que con sólo la igualdad política, la suerte de sus compatriotas negros podría cambiar. En su momento, realmente lo único que hizo fue resolverle el problema a los blancos, en un instante crucial para ellos y para el establecimiento jurídico-político que habían instaurado para su beneficio. Era el momento en que el ochenta por ciento de la población se estaba saliendo de madre y el peligro era inminente para el orden institucional y social impuesto por los blancos. Surge entonces, aquel pacto fundamentado en la famosa ley llamada del Embudo que dice: Lo ancho para mí y lo angosto para los demás.
Tan ingenuamente equivocada fue su posición que hoy día, cuando se comienza a intentar lo que debió haberse negociado desde un principio, comienzan realmente los problemas. Algunos de ellos en contravía con cualquier vocación pacifista, como por ejemplo cuando el CNA, en su nueva legislación comienza a prohibir a los blancos ocupar numerosos puestos de trabajo reservado ahora a los negros, lo que ha traído como consecuencia la fuga de miles de ellos hacia el exterior. El Sida sigue azotando a la población negra, ocupando el país, como siempre, una triste vanguardia mundial al respecto. Otra viene a ser la reforma agraria, consistente en la devolución de tierras por parte de los blancos a los negros, las que fueron arrebatadas por los primeros durante la Colonia. Se supone que un 80% de las tierras cultivables están en poder de los blancos, ante lo cual el gobierno ha decidido obligarlos a vender a precio razonable o expropiar. Ya se está hablando de  que la impaciencia de la población negra por tener tierras, conduzca a una reforma agraria en la que termine imperando el caos y cause la ruina de la  agricultura, como supuestamente ha sucedido en otras partes de África. En otras palabras, los problemas  apenas comienzan; el señor Mandela lo que hizo fue un mal negocio, en el cual dejó contento a todo el mundo y nada más, si bien es cierto no se trataba de arrebatar a los blancos los medios de producción, sí  se requería un cambio en las relaciones de esa producción y en la tenencia de la tierra, aspectos que al parecer no se tocaron y que ahora resultan inevitables y como siempre peligrosos por la violencia que implican. A nadie le gusta que le quiten lo que tiene, así se lo haya robado. Es decir, todo parece indicar que en Suráfrica sucedió como en algunos países de América Latina, en donde las cosas  cambian para que nada cambie.