miércoles, 26 de noviembre de 2014

La paz no sólo es dejación de las armas.

Por Armando Brugés Dávila.
Después de informarnos, gracias al bloguero Alejandro Arias, sobre el estudio realizado en forma conjunta por la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes titulado “Enfermedad y síntomas respiratorios en niños de cinco años en los municipios carboníferos del Cesar (Colombia)” no queda opción diferente a perder la esperanza, ya que se trata de un hecho en que los afectados son los niños de regiones muy deprimidas de nuestra costa caribe como son Becerril, Agustín Codazzi, La Jagua de Ibiríco, Chiriguaná y El Paso, todos municipios pertenecientes al departamento del Cesar, en donde el 3.85% de ellos padecen enfermedades respiratorias como el asma, fibrilancias, o sea trastornos del ritmo cardíaco conocida también como arritmia cardíaca, o también tos crónica. Entre otras cosas, se trata del único estudio que se conoce hasta el momento sobre el tema, dado que las entidades administrativas del Estado no sólo en el Cesar, que debían estar preocupadas por el tema, hacen mutis por el foro. Resulta inadmisible, que a pesar que desde 1997 se vienen haciendo denuncias al respecto, la Secretaría de Salud del Departamento del Magdalena ha tenido que reconocer en la Asamblea Departamental, que a la fecha esa dependencia no ha realizado estudio alguno para determinar la incidencia del polvo del carbón, en la población aledaña a la red férrea y los puertos.
Pero lo anterior resulta una minucia, cuando se conoce que no obstante las entidades correspondientes insistían en manifestar que tal actividad no generaba ningún problema a los seres humanos, los informes de la Contraloría General de República sobre calidad de aire en aquellas zonas portuarias de Drummond Ltda. y Prodeco en Ciénaga, señalaban lo contrario. En dicho informe afirman que tales datos no son reales, dado que según ellos, estas estaciones de monitoreo no sólo estaban inmersas en siembra de árboles de mango, sino también ubicadas de tal manera, que no podían hacer las mediciones reales por encontrarse fuera de las líneas de aire o por manipulaciones evidentes de trabajadores de la empresa. Pero resulta que tales investigaciones al parecer se han quedado allí, en investigaciones, porque los resultados y las sanciones no se ven por parte alguna.
Pero tanta canallada parece no ser suficiente para estos tránsfugas de la explotación carbonífera, quienes con su poder económico parecen tener el poder de convertir el aparato judicial del Estado, en algo así como un monumento a la inoperancia. Se dice también, algo que me niego a creer,  esto es, que muchos trabajadores de la transnacional Drumond Ltda, que han muerto por ostensibles afectaciones respiratorias debido a la presencia de sílice de carbón en sus pulmones, en sus registros de sus defunción aparece como causa la “muerte natural”, entendia que este era un concepto que ya no se usaba en el campo de la medicina, porque realmente no dice nada. Todos morimos de algo, pero que a estas alturas en la disciplina médica moderna no se sepa con certeza la causa de muerte de una persona, no tiene presentación porque entre otras cosas, tengo entendido que cuando ello sucede, se tiene la obligación ética y civil de realizar la autopsia si uere necesario y averiguarlo. Que no es lo común, vaya y venga, pero debería ser lo protocolario en todos los casos y más en casos como el que nos ocupa,  están en juego vidas humanas y relaciones laborales injustas, en donde el Estado a través de sus representantes laborales y ambientales, se confabula para  no declarar enfermedades profesionales a afecciones que resultan apenas obvias por las actividades laborales que realizan estos obreros. Y no obstante que se habla de manipulación de las historias clínicas y de otras barbaridades anti-éticas, la pasividad del Ministerio del trabajo aterra, qué nos está pasando.
De seguir las cosas como se vienen dando en la justicia, Colombia no tardara mucho para convertirse en un Estado inviable. La columna vertebral de cualquier organización social, se fundamenta en el compromiso que sus integrantes hacen de cumplir y hacer cumplir el llamado pacto social, que no es nada diferente a respetar los fundamentos de su orden jurídico; cuando esto no sucede, aparece irremediablemente el caos. Y esto viene sucediendo en este país hace rato, tanto así, que quiéranlo o no muchos o pocos colombianos, este desorden jurídico, alimentado y fomentado por sectores que se benefician de él, ha tenido mucho que ver en la guerra que vivimos hace más de 50 años. Lograr una paz en estas circunstancias, es algo realmente difícil.




domingo, 23 de noviembre de 2014

Hasta que se reventó el globo.


Por Armando Brugés Dávila.

Hasta hace poco tiempo, al profesor Shlomo Sand sólo lo conocían en su casa. Se trata de un intelectual judío, catedrático en propiedad de Historia Europea en la Universidad Judía de Tel Aviv, quien acaba de lanzar su libro “¿Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío?” Cómo él mismo lo señala,  se puede decir que más grande que su audacia de escribir el libro,  fue su paciencia en la espera del momento oportuno para hacerlo. Supo esperar hasta que lo nombraran en propiedad como catedrático en la universidad,  porque sabía perfectamente que expresar opiniones como las que pensaba tenía su precio en la universidad israelí. Tomada la decisión de escribirlo, inició entonces una minuciosa investigación histórica y arqueológica que servirían de fundamento a su teoría. Hoy su libro lleva ya más de 19 semanas en la lista de bestsellers de Israel. En Francia la edición se está vendiendo con tal rapidez que ya se han hecho tres reimpresiones. Está siendo traducido a una docena de lenguas incluidas el árabe y el inglés.
Este intelectual judío sostiene en su libro, que la idea de una nación judía es un mito inventado hace poco más de un siglo, asegurando además que los judíos jamás fueron expulsados de la Tierra Santa y que los judíos actuales no tienen conexión histórica alguna con el territorio denominado Israel. De acuerdo a su investigación los judíos se consideraban judíos por compartir una religión común. Pero esta idea comenzó a ser puesta en entredicho a principio del siglo XX por el sionismo internacional un movimiento político que comenzó a estructurar una historia nacional en la que se inventaron un pueblo judío separado de su religión, propugnando entonces por una patria para “el pueblo judío”, para lo cual proponían recobrar el territorio de Palestina y formar un Estado independiente, propósito que se alcanzó en 1948 con la fundación del Estado de Israel por parte de ONU. Pero en realidad, la idea sionista de que los judíos estaban obligados a regresar a la Tierra Prometida, en su criterio era totalmente ajena al judaísmo. El autor hace caer en cuenta que el sionismo cambió la idea que de las ciudades sagradas tenían los judíos; estos consideraban a Jerusalén como lugar para añorar, de ninguna manera para vivir ellos. Y señala que durante más de 2000 años los judíos permanecieron lejos de ella, no porque no pudiesen regresar sino porque su religión les prohibía hacerlo hasta la llegada del Mesías. 
Cuenta que en su investigación no pudo encontrar una sola prueba de la existencia de los reinos de David y Salomón, por lo que los califica de pura y física leyenda; menos aún del famoso exilio ejecutado por los romanos en su contra en el año 70. En lo relacionado con esto último, el asunto se vuelve más complicado puesto que la judeidad no se puede explicar sin el exilio, pero resulta  que buscando los pormenores de dicho exilio no pudo encontrar ningún dato. La razón, según él es sencilla, los romanos no exiliaron a nadie. Los judíos en Palestina eran mayoritariamente campesinos y todo indica que se quedaron en sus tierras, lo que a decir del autor es lo que ha permitido que la mayoría de los lideres sionistas iniciales, incluido David Ben Gurión,  creyeran que los palestinos eran los descendientes de los judíos originales de la región.
Y aunque al parecer los judíos no lo han respaldado, algunos como el prestigioso periodista Tom Segev lo califica de “fascinante” y un “auténtico desafío”. Lo sorprendente para el autor es que sus colegas universitarios se han abstenido en comentar la obra. Sólo Israel Bartal, profesor de Historia Judía en la Universidad Hebrea de Jerusalén lo ha hecho, pero no rebatiendo sus teorías, sino defendiendo a sus colegas en el sentido que no eran tan ignorantes sobre la naturaleza de la historia judía, como lo plantea el autor.
Como es de suponer, el mundo político mundial está estupefacto dado que el Estado judío es el aliado carnal de la potencia estadounidense y la conclusión del catedrático judío es clara y contundente: La única solución política para el conflicto palestino-israelí es la abolición del Estado judío. La razón es sencilla, este Estado nunca existió. Lo que viene de aquí en adelante es algo realmente interesante en lo que a geopolítica mundial se refiere.