sábado, 20 de febrero de 2016

Por qué no cuidamos lo nuestro?


Armando Bugés Dávila.

Pareciera una pregunta fácil de responder, pero la realidad es muy diferente, dado que para hacerlo tenemos que ir a las raíces de nuestro devenir histórico. Comenzando porque a nosotros la vida nos trató muy suave; un ambiente paradisíaco, un clima caliente pero seco, un rio que nunca se secaba, una tierra circundante con variedad de climas, frutos y verduras, además de un sistema montañoso que hacía de muralla natural a fenómenos atmosféricos violentos. En fin, estábamos hechos. Solo que todo ello generaba un inconveniente y era que como todo lo conseguíamos fácil, es decir nada nos costaba trabajo, no aprendimos a valorar lo que teníamos. Por eso hemos ido perdiendo todo, incluida la vergüenza. Si bien es cierto, en nuestro país la armonía entre la ley, la moral y la cultura ha llegado a un grado de pauperización grave, en el caso de nuestro grupo social bien podríamos  catalogar de crítica. En nuestro medio, al parecer la corrupción ha desbordado cualquier límite a nivel de todos los estratos y actividades; y no de ahora, esto parece venir de muy atrás.
Personalmente, considero que lo sucedido con la Urbanidad de Carreño fue algo que tenía que suceder como consecuencia de la llamada avalancha tecnológica del siglo XX. La de Carreño fue la solución a una situación coyuntural, cuya inducción apuntaba a instaurar pautas de comportamiento que la nueva sociedad pre-industrial y pre-capitalista requería con urgencia para regular las nuevas formas de relaciones que se requerían. De allí su carácter impositivo. Ahora son tiempos nuevos los que vivimos y las necesidades diferentes como consecuencia de una ciencia que avanza a una velocidad alucinante. Pero las necesidades de tener normas de comportamiento que nos permitan lograr unas sociedades viables, siguen siendo tan necesarias como siempre. El problema radica en el cómo se debe fundamentar esa educación, ya que como bien lo señala Rodolfo  Llinás,  se hace necesaria una educación fundamentada en el contexto, en la comprensión, partiendo de la importancia y en el gozo que el saber implica y que nos lleva ineludiblemente a la comprensión de la necesidad de cumplir lo acordado como pacto social, única manera de salvar no sólo la vida en sociedad, sino la especie misma.  
Colocar las basuras en los lugares adecuados, respetar las señales de tránsito o el turno en las filas bancarias, son comportamientos elementales pero que muchos no hacemos porque no se nos ha hecho caer en cuenta la importancia que su práctica tiene en nuestra vida privada y comunitaria, y porque ello únicamente se logra mediante un tipo de educación conocida como cultura ciudadana.  Mokus lo logró en Bogotá, al punto que aún hoy día sus habitantes añoran aquella época. Si el Distrito no quiere ver su labor urbanística en poco tiempo arrasada, tendrá que asumir la ingente tarea de embarcarse en el proyecto de generar una cultura ciudadana, la cual deberá iniciarse en las instituciones educativas y proyectarse al común a través de los canales locales de televisión y radio, sin olvidarse que un servicio como el del aseo debe serlo bueno y puntual, porque no se les puede exigir a las gentes de los cerros circunvecinos que tengan una disciplina de colocación de basuras, cuando a ellos nadie les garantiza el servicio de recolección. A los vecinos de las avenidas Libertador y del Rio, tenemos que hacerles comprender mediante un proceso de educación colectiva, que el colocar sus basuras en los separadores de tales avenidas, lo único que se logra es contaminar nuestra ciudad, es decir nuestra casa grande, el hermoso pedacito de tierra que nos ha brindado la vida para desarrollarnos como seres vivos e inteligentes  Y con los parques sucederá igual, se tiene que hacer entender a los dueños de perros, que al llevarlos allí a hacer sus necesidades, además de lo anterior,  atentan contra su propia salud y la de sus hijos, parientes, amigos y vecinos. Pero para que esto funcione, debe convertirse dicho plan en una verdadera cantaleta, como la de mi amigo Monery.


Publicado en El Informador de Santas Marta el 20 de febrero de 2016.

sábado, 6 de febrero de 2016

Zika: ¿Qué espera la administración?


Armando Brugés Dávila.
Por estos días he visto con terror las noticias relacionadas con el problema de salud que se viene presentando en el mundo debido a la propagación del virus denominado zika, el que se identificó por primera vez en Uganda, precisamente en los bosques de Zika, en 1947 en un mono Rhesus. Posteriormente se encontró en seres humanos en Tanzania y Nigeria. El primer caso en el continente americano se reportó en 2014 en la Isla de Pascua (Chile). De allí para adelante su expansión y desarrollo ha sido impresionante, de acuerdo a los informes oficiales.
Su período de incubación suele ser de 3 a 7 días, con una sintomatología de fiebre leve, sarpullido, conjuntivitis, dolor de cabeza, dolor en las articulaciones y músculos y obviamente malestar general. Pero también puede presentarse de manera asintomática, esto es sin sintomatología  alguna, en la persona afectada pero que ésta al ser picada por el mosquito Aedes aegypti convierte a éste en un transmisor más del virus. Incluso se sospecha que se puede trasmitir por contacto sexual.
Bueno y cuál es el problema, se preguntarán algunos lectores. El aprieto radica en que este mosquito, el Aedes aegypti, además de trasmitir el zika, trasmite también el dengue, el dengue hemorrágico y el chikungunya y como si esto fuera poco, tiene como su hábitat natural las zonas tropicales del planeta y nuestra cara ciudad se encuentra ubicada precisamente en dicha zona geográfica. Es más,  la Organización Mundial de la Salud tiene el temor de que la misma se convierta en una pandemia a nivel planetario de proporciones enormes, dado que por los efectos colaterales se corre el riesgo de desarrollar en el feto de la mujer embarazada, microcefalias y malformaciones si la virosis ha sido contraída por la madre  en el primer semestre del mismo. Y aquí no quedan las cosas, ya que  la misma OMS sospecha que en caso de adultos puede terminar generando el Síndrome Guillain Barré, un problema de salud que afecta el sistema nervioso del enfermo, el cual es atacado por su propio sistema inmunitario. En ambos casos, el costo social y económico de dichos tratamientos, resulta altísimo.
Y es aquí en donde radica mi preocupación: mientras en Barranquilla se aprovecharon de los carnavales para solicitar la colaboración del Minsalud de realizar fumigaciones masivas al menos en la zona de los desfiles de los  carnavales, aquí no se ve gestión alguna al respecto o por lo menos no se ven acciones concretas para enfrentar semejante fenómeno viral, del que la ciudad tiene un alto índice de riesgo. Ni para decir que contamos con una red hospitalaria siquiera aceptable en el sector privado, mucho menos en el público.
El presidente Santos ya está hablando de unos 600 mil casos, los cuales implicarían unos  500 casos de niños recién nacidos con microcefalia y 500 de adultos con Guillain-Barré.
¿Qué estarán esperando las autoridades del Distrito para tomar cartas en el asunto? ¿Si una cuestión tan delicada de salud pública no amerita atención prioritaria, entonces cuál?
Ahora que si a usted, apreciado lector, no le gusta tragar entero y quiere sorprenderse conociendo otra versión sobre el tema, los invito a que ingresen a http://elrobotpescador.com/2016/01/29/virus-zika-otra-estafa-gigantesca/  en donde Jon Rappoport, un reportero investigativo, mediante un muy buen documentado informe hace un análisis de la situación, partiendo del principio de que la histeria vende y es el momento de volver a provocar histeria de nuevo.


 Artículo publicado en El Informador 06-02-2016