miércoles, 24 de agosto de 2016

Estamos cambiando.

Armando Brugés Dávila.
En esta semana que pasó, dos noticias me conmovieron realmente en tanto me demostraban que no todo estaba perdido en este país; todavía tenemos ciudadanos con dignidad y coraje, pero también personas con la suficiente humildad como para reconocer sus errores y pedir por ello perdón.
En primera instancia me refiero al representante de la comunidad LGBTI, Yeison David Gallo, quien de manera valerosa se atrevió enfrentar a la jauría de intolerantes e  ignorantes de lo que realmente está sucediendo en este país, en donde la desigualdad y la homofobia son silvestres. Este joven se atrevió a retarlos con su sola presencia, su brazo derecho en alto y en su pecho la bandera arco iris de su organización. Pero allí no terminó el asunto, posteriormente este marica (como le gritaban sus detractores) en un acto de generosidad sin límites y de verdadera ideología cristiana, a través del periódico digital Las Dos Orillas, los perdonó, incluido el chico de secundaria que le echó agua de dudosa procedencia en la cara y a su coordinador académico que le apoyó en tan grotesca actitud nada cristiana. Yeison David tiene claro que su gesto le podrá acarrear consecuencias, pero también es consciente que nadie merece vivir una vida llena de persecución, de temor y discriminación por tener unas características personales que ellos no han decidido. En su criterio LGBTI se nace, pero el ser homofóbico se elige. Yeison,  ten la seguridad que no estás solo en esta lucha que hoy libra la comunidad LGBTI por la igualdad de género; actos valientes como el tuyo no hacen sino fortalecer  esta lucha necesaria, heroica y por demás justa.
La otra noticia fue la carta que supuestamente enviara Rodrigo Tovar Pupo (alias Jorge Cuarenta) desde el sitio de su reclusión en una cárcel estadounidense, en la que paradójicamente también se encuentra preso Ricardo Palmera (alias Simón Trinidad). En ella, Tovar Pupo manifiesta que en aquella cárcel no hay diferencias entre izquierda y derecha, que allí son dos presos  más a quienes tratan como a criminales violadores  de derechos humanos y exportadores de cocaína. Y a pesar que sólo  pueden hablar a gritos, manifiesta que eso no les ha impedido concluir que entre ellos existen ideas comunes y que sólo los dividían intereses distintos. Y pide a Dios que lo perdone y le permita no sólo conocer a ese hombre con el que habla a gritos y se identifica como Ricardo Palmera, sino también estrecharle la mano y sellar en un abrazo el perdón mutuo que se han profesado. Refiriéndose al pueblo elector, responsable de la refrendación de la paz, sólo les desea que Dios los ayude a discernir entre lo más conveniente para Colombia, pero que él personalmente de tener que hacerlo lo haría en  favor del silencio de las armas, de un no más al llanto de los huérfanos, de las viudas y de los padres enterrando sus hijos. Y en un acto de humildad y contrición, sólo posible en un ser humano realmente arrepentido pleno de nobleza y dignidad, termina manifestando que lo cambiaría todo por una sonrisa y un buen abrazo a su hoy buen amigo Simón Trinidad.
Dejo constancia que tal documento fue cuestionado por la periodista de la W Camila Zuluaga, quien manifiesta que la misma parte de un falso supuesto al  sostener que los dos personajes están en el mismo sitio de reclusión. Por Internet pude averiguar que Trinidad se encuentra recluido en la cárcel de Florence en el desierto de Colorado pero de Jorge 40 curiosamente no encontré datos al respecto, lo cual me genera alguna suspicacia.
Sólo con tolerancia y  respeto, a los colombianos nos será posible acceder a la reconciliación que tanto anhelamos y necesitamos. No podemos insistir en la búsqueda de una armonía social de país con posiciones intolerantemente homofóbicas y excluyentes, no es honesto ni aconsejable para nosotros, mucho menos para nuestros hijos y nietos. Sin unas relaciones justas jamás alcanzaremos la paz.



domingo, 7 de agosto de 2016

En Busca de un compromiso.


Armando Brugés Dávila.

Querido diario El Informador:
Te escribo esta nota, hoy 7 de agosto del año 2016, precisamente con motivo de estar celebrando tu quincuagésimo octavo aniversario, abrumado seguramente por el peso de la incertidumbre que nos embarga a todos los seres humanos que habitamos este minúsculo planeta, el cual pareciéramos inexplicablemente empecinados en destruir.
Pero como siempre, tú, producto de la inteligencia humana y yo, como representante en este caso de ese milagro de la vida llamado homo sapiens, tenemos la obligación ética de asumir una posición fundamentalmente optimista ante este mundo que, paradójicamente, entre más lo descubrimos más complejo se nos muestra.
Recuerdo, hurgando en tus archivos, que fue un jueves 1 de agosto de aquel lejano año de  1958, y conste que estamos hablando de los inicios de la segunda mitad del siglo pasado, cuando salió tu primera edición. Esta información sólo me fue posible gracias a la existencia de tus memorias, publicada por tus propietarios al celebrar tus 55 años de labores y titulado “El Informador 55 años. Portadas. 1958-2013”. Este detalle resulta un buen ejemplo para destacar la importancia de la documentación histórica. Los samarios, aquella mañana estábamos a la expectativa de lo que podría ser el acontecimiento de la década, como en efecto lo fue. Yo era un púber de sólo 14 años y como tú, lleno ilusiones y expectativas.
La ciudad era un pueblo grande en donde todos nos conocíamos y saludábamos. Una muerte violenta era un acontecimiento que marcaba hito en la villa y escándalo en la vecindad. De aquella época a esta parte, mucha ha sido el agua que ha pasado bajo el puente del rio Manzanares, tanta que ya ni pasa. Un poco tarde nos vinimos a dar cuenta que era un hermoso riachuelo que, aunque no tenía la majestuosidad de su homónimo a su paso por la ciudad de Madrid, sí ostentaba la dignidad y el talante de cualquier otra fuente del paraíso que representa el trópico. Hoy, desvencijado y abrumado por la fuertes temperaturas que afectan el planeta, además  de la acción pirática de agricultores poderosos, quienes con la anuencia de algunas autoridades, le esquilman lo poco que queda de su cauce para sus particulares intereses, vienen ambas a convertirse en razones que contribuyen para que,  lo que fuera el cauce de sus aguas en la ciudad, esté completamente seco. Y es hoy, en su paupérrima situación, cuando comenzamos a mirarlo y a pensar en lo hermoso que sería  contar con alamedas en sus orillas. Pero aún hay tiempo; eso sí, necesitamos de una autoridad que sea capaz de poner en cintura a esos saqueadores de un bien público tan importante, que además implemente una cultura popular y participativa en torno a la defensa y conservación de nuestro bello riachuelo. Qué bueno sería que la Alcaldía pusiera al frente de tan difícil misión a ciudadanos del talante del señor Salvador Valdeblanquez, quien contra viento y marea ha luchado por años por la recuperación del rio sin ser oído por autoridad alguna.
Alguna vez me inquiría un coterráneo, que no entendía por qué los españoles a su llegada a estas playas se les dieron por erigir el poblado de lo que sería la futura ciudad, tan lejos del rio. Su planteamiento parecía tener sentido, sólo que mi amigo desconocía que aquel pequeño rio, para la época no desembocaba donde lo hace ahora, sino en un sitio muy distinto, haciendo su recorrido  desde lo que hoy es el barrio la Tenería, bajando por lo que se llamó la calle del Rio, de allí su nombre,  para por último desembocar en zona cercana a las calles Cangrejalito (10) y Cangrejal (11). Con esta aclaración se justifica la razón por la cual, las primeras casas levantadas por Bastidas y sus muchachos estuviesen ubicadas en lo que hoy corresponde al área situada entre las calles San Francisco y De la Cruz, entre carreras primera y segunda.
Pero volviendo al tema, mi querido diario, hay un momento en que sin saber el cómo ni el por qué, llegué a tus puertas en la calle Burechito solicitándole a don Julián Rodríguez Penagos, a la sazón jefe de redacción y encargado de la página de los deportes, me publicara un escrito, cuyo contenido para nada recuerdo. El artículo se publicó, iniciándose de esta manera mi carrera como escritor y columnista de prensa que hoy continúo ejerciendo. Infortunadamente no tengo documento alguno que me indique el año y día de fecha tan importante para mí. Qué agradable y placentero es conocer la historia y mejor aun cuando contamos con documentos para hacerlo, pero en este caso no los hay, puesto que tampoco tuve la precaución de guardar copias ni recortes, aunque quiero creer que bien pudo ser en 1970.  Poco tiempo después, Don Julián me ofreció trabajar de planta en tus instalaciones, ofrecimiento que decliné porque siempre he sido de la idea que los columnistas de prensa no deben tener ninguna atadura ideológica y mucho menos económica con el medio, so pena de ver comprometida su libertad de expresión.
La intención de esta afectuosa carta, además de felicitarte por tus 58 años de labores, es solicitarte el favor, a nombre de la ciudadanía y habitantes foráneos de esta ciudad, asumas el compromiso de salvar lo que aún queda del Archivo Histórico del Magdalena Grande, considerado uno de los más completos que existe en el área del Caribe. Lo tienes todo para lograrlo: acceso a las masas, influencias políticas, liderazgo institucional, en fin, todo.   El archivo, además de estarse perdiendo por estar como quien dice a la intemperie, también  se murmura por ahí, que se lo están robando para venderlo casi que por libra a coleccionista privados  indecentes.  Es más, pareciera que existen personas interesadas en que estos archivos desaparecieran y con ellos nuestra historia oficial y periodística. Hace pocos días tuvimos que pasar los samarios por la vergüenza de ser regañados por un historiador foráneo quien, aterrado por la situación de dicho archivo, arremetió, con razón,  contra la ciudad a través de la revista Semana por el deplorable estado  en que se encontraba tal documentación.
Tengo la certeza mi apreciado amigo, que si asumes este compromiso, lo sacarás adelante. Será el más hermoso regalo que reciba la ciudad en el 2025 con motivo de la celebración de sus 500 años, y ella no tendrá jamás cómo pagarte semejante favor. Eres la única esperanza que me queda y desde ya me pongo a tu disposición para lo que estimes conveniente.
Recibe el abrazo afectuoso de un amigo de siempre,
Armando Brugés Dávila.