martes, 31 de enero de 2017

Será nuestro destino como Estado, la inviabilidad?


Arsada.

La pregunta me la hice, habida cuenta que por estos días un exitoso noticiero de televisión entrevistó a dos grupos de prestantes figuras del acontecer nacional, en lo relacionado con la corrupción en el país; estamos hablando, por una parte, del Fiscal, el Procurador y el Contralor de la Nación, y por la otra de prestantes figuras de la  industria como William Bruce Mac Master, presidente  de la Andi, y Jorge Robledo, candidato a la presidencia por el Polo, y sinceramente la desazón en que quedé fue manifiesta.
En el primer grupo se llegó a plantear,  por parte del entrevistador, sobre la necesidad imperiosa  de agregar a ese grupo de tres mosqueteros, así los llamó, un cuarto y mi sorpresa fue grande cuando señaló que el cuarto debería ser un representante de la empresa privada. Mejor dicho, el ratón para que cuide el queso.
Como si no fuera suficiente que la elección de los tres hubiese sido por elección del Honorable Congreso de la República, ente considerado como el más grande e importante  nido de corrupción del país, por lo menos esta es la opinión de una gran mayoría de colombianos. La filosofía popular es clara; el olmo no puede producir peras.
Sin embargo, el que se mostró más consecuente con el problema y sus posibles soluciones fue el Contralor General de la República, Edgardo Maya, quien alcanzó a expresar que el tema era tan complejo que requería de la participación de todos y cada uno de los colombianos.
En la entrevista a Bruce Mac Master, presiente de la ANDI y Jorge Robledo, los dos sin querer queriendo, con mucho disimulo y tino comenzaron a sacarse los trapitos al sol y de alguna manera concluyeron en lo mismo: que el asunto era tan complejo que igual requería de soluciones más que complejas.  Mejor dicho, no dijeron nada que apuntara a la solución de la situación.
Luego aparece la Campanita de Peter Pan en el Congreso, Claudia López,  con su propuesta de iniciar el rescate de la moral pública conminando a los electores a votar por una consulta popular de siete puntos, con la cual se obligaría a los políticos aspirantes a concejos, asambleas, cámara, senado y presidencia de la Republica, entre otras cosas, a limitar el período en las corporaciones públicas, propuesta que en conjunto, además de lógica, resulta justa; sin embargo, a la senadora se le olvidó poner también como causal de inhabilidad para dichos aspirantes, la comprobación del uso de los paraísos fiscales que tanto daño le están haciendo a las economías de América Latina.
La propuesta fue recibida, en términos generales, con beneplácito, pero de inmediato también saltaron voces como la de Alfonso Cuellar en la Revista SEMANA, quien la calificó de inocua.
Definitivamente, a los colombianos nos mata la inmediatez; pretender que un proceso de dos siglos lo podamos redireccionar en una década, es sencillamente una ilusión que bordea los límites de la ingenuidad.
Aunque parezca increíble, en esta búsqueda angustiosa nadie menciona a la educación. Al parecer, no se quiere apostar un peso por ella en este proceso de restructuración del comportamiento ético nacional; no obstante participar la gran mayoría de los colombianos, incluido el establecimiento, en la idea de que pretender cambiar el comportamiento social de un país sin tocar su modelo pedagógico, es simplemente una solemne majadería.
Si bien es cierto que por algo hay que empezar, y en eso tiene mucha razón la senadora, ese inicio debe ser por la parte más obvia, la educación y no precisamente referida a los tiempos, sino al cómo y al qué se va  enseñar. No se trata de copiar modelos pedagógicos, es crear nuestros propios patrones educativos que nos permitan hacer de la adquisición del conocimiento algo placentero,y del respeto por el otro un imperativo cultural.
En el mientras tanto, tocará seguir en este desconcierto que nos tiene al borde de una inviabilidad que como sociedad no conviene a nadie.


sábado, 14 de enero de 2017

Quién es Warren Edward Buffet?


Arsada.

Esta fue la pregunta que me hice cuando leí la declaración que hiciera el  estadounidense Warren Edward Buffet, al New York Times, el 26 de noviembre de 2006,  y que al parecer no causó la conmoción que se suponía causaría en su momento.

El señor en cuestión, es el mismo que la famosa revista Forbes declarara el año próximo pasado como el tercer hombre más rico del mundo, detrás de su compatriota Bill Gates y del español Amancio Ortega. El órgano especializado  calcula su fortuna en 60.800 millones de dólares, pero que además de millonario tiene una sospechosa fama de ser tacaño a morir; todo pareciera indicar que lo que le gusta del dinero, es el poder que genera.

En aquella oportunidad, a este exponente del capitalismo mundial no se le cimbraron sus neuronas para manifestar con una insolencia poco usual entre su gremio, la siguiente sentencia lapidaria: “Claro que hay lucha de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando.”

Y míster Warren Edward Buffet, tiene toda la razón del mundo. Las estadísticas e informes mundiales para el año 2016,  así lo confirman. Comencemos por decir que la población planetaria es aproximadamente de 7.310 millones de habitantes, de los cuales el 1% más rico controla la mitad de la riqueza mundial. La mitad más pobre de la población del mundo dispone de un poco menos del 1% de dicha riqueza, mientras que el 10% más rico posee el 88% de la totalidad de la riqueza mundial.

De acuerdo a revistas especializadas como Wealth-X y UBS, contra toda lógica,  a partir de 2009 el número de millonarios creció en un 81%. Más interesante aún resulta saber  que un 0,334% de la población mundial, esto es, un aproximado a 16,6 millones de personas, posee cerca de 77 billones de dólares; estamos hablando de una cifra cercana al producto interno bruto mundial.

Pero estos especialistas llegan a una conclusión mucho más dramática, en el sentido de señalar que el 0,004% de la población del planeta, esto  es, cerca de 211.275 millonarios, son dueños del 12.8% (unos 29.7 billones de dólares) de la riqueza planetaria, en tanto que los multimillonarios, que no son más de 2.325, resultan siendo los dueños de 7,3 billones de dólares.

De acuerdo a los informes de los expertos, a partir del cambio de siglo la mitad más pobre del planeta ha recibido solo el 1% del total del aumento de la riqueza mundial, mientras que la mitad de dicho aumento ha terminado en manos del 1% de la población planetaria (léase multimillonarios, millonarios y otros menos ricos que en el  mundo existen).

Mientras lo anterior sucede en el alto mundo del capitalismo salvaje, en donde prima la producción irracional y el poder de la paz romana, una organización como las Naciones Unidas declaran que en este mismo planeta, 780 millones de personas no cuentan con acceso al agua potable, al igual que 2,5 millones carece de acceso a los servicios básicos de saneamiento.

Y como si lo anterior no fuera suficiente para avergonzarnos como especie, informan también que cada año, 3.500.000 niños mueren en este planeta de pura y física hambre.

Pero con todo y eso, en mi concepto, la trascendencia de la declaración del señor Warren Edwar Buffet, radica en que nunca antes los ideólogos del capitalismo, ni sus generales de producción y mucho menos sus chupa medias de siempre, habían aceptado públicamente la realidad de un concepto como el de la lucha de clases; para ellos, eso no era más que una entelequia de una izquierda resentida, llena de odios y envidiosa.

Se trató de una expresión desconcertante, por no decir desatinada y poco afortunada, por la sobrades manifiesta de su contenido, pero que dice muy a las claras lo que se vendrá de aquí en adelante.