sábado, 14 de mayo de 2016

Mayo 15, se agita París.

Armando Brugés Dávila.

Por estos días WordPress.com dio a conocer que la prestigiosa aseguradora Lloyds, contrató a una consultora líder a nivel mundial en gestión de riesgos, la Risk Advisory Group, para a un estudio al respecto a nivel planetario. Los resultados son escalofriantes: advierte el estudio que la preocupación de las elites financieras no es infundada, dado que el descontento, los abusos y la desigualdad, representan una dimensión muy importante de riesgo político que puede provocar disturbios masivos en todo el mundo y culminar en una especie de pandemia de disturbios civiles en todo el planeta. Lo curioso es que no se habla de acciones terroristas sino de disturbios civiles no especificados que serán cada vez más frecuentes y el efecto de contagio cada vez más rápido y potente.
Al parecer los hechos parecen darle la razón a la consultora de riesgos: En el 2010 aparece la llamada Primavera Árabe; en mayo del 2011 en España se produce el llamado Movimiento de los indignados (Movimiento 15-M); luego el 17 de septiembre del mismo año otro movimiento estalla en Estados Unidos (Usamérica) conocido con el nombre de Occupy Wall Street y resulta de tal magnitud que se dice desnudó la realidad usamericana.
El sociólogo francés Albert Ogien, señala que se está  ante una nueva forma de acción política  consistente en la ocupación de lugares públicos, que ha resultado tan reconocida que comienza a ser igual de utilizada como la huelga, la manifestación, el sit-in, el motín. 
Pero volviendo al tema ahora la cuestión es más seria por venir de donde viene: Francia. Para nadie es un secreto que cuando las trompetas de la insurrección suenan en Paris, occidente tiembla. El movimiento que surge allí se conoce como el Nuit debout (noche en pie) y se configura nada menos que en la Plaza de la República de París, apenas el 31 de marzo de este año, inicialmente contra la Ley del Trabajo que la acaba imponer por decreto, esto es, sin aval parlamentario, el gobierno “socialista” de François Hollande.  Pero lo que comenzó como una simple protesta se ha ido transformando poco a poco en algo realmente impresionante, extendiéndose en 30 ciudades de Francia, cuatro españolas, dos belgas (Bruselas y Lieja),  una alemana (Berlín), en Portugal (Lisboa). Ahora planea salir de Europa invitando al resto del planeta a la creación de un espacio de convergencia de lucha en contra de la precariedad, la imposición de los mercados financieros, la destrucción del entorno, las guerras, el militarismo, y la degradación de las condiciones de vida. Así como también protestar  contra la austeridad, los bajos salarios y el desempleo; y en favor de la justicia y la democracia. En su criterio ya no es el momento de indignarse en solitario en una esquina, sino de actuar juntos, aduciendo con toda la razón del mundo que representan el 99 % por lo que tienen la capacidad de actuar y de rechazar definitivamente a los del 1 % y su mundo, desalojando su poder de decisión de las ciudades, de los lugares de trabajo y por ende de sus vidas. Para ello invitan  el 15 de mayo a una #GLOBALDEBOUT. El movimiento avanza de tal manera que en menos de diez días han logrado 50.000 “Me gusta” y sus seguidores en Internet suman más de 130.000.  
Albert Ogien señala que se trata de una forma moderna de acción política, fuera de partidos, fuera de sindicatos, sin jefe, sin programa, que dice "discutimos entre ciudadanos sobre lo que hay que hacer". Por lo que lo considera “como algo novedoso en Francia”, la misma que encendió la llama que arrasaría con las monarquías en occidente con su: “Allons enfants de la Patrie”.
Qué sucederá este sábado en el mundo, especialmente en Europa, lo sabremos en la medida que avancen las manecillas del reloj. Recordemos que París le lleva a Bogotá siete horas de adelanto en el huso horario y allá precisamente comienza el baile.



sábado, 7 de mayo de 2016

De Malthus a Dawkins.


Armando Brugés Dávila.

Se trata de dos eminencias del mundo de la ciencia, que a pesar de no tener la misma temporalidad, sí coinciden en dos aspectos: el primero de ellos, haber vivido en dos épocas críticas del capitalismo, parto y ocaso, y el segundo en la concepción del inminente colapso de la especie humana con una sola y sutil, pero fundamental diferencia.
Mientras Malthus desarrolla una teoría que sostiene que el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que en cambio el ritmo de crecimiento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética, lo que según él justificaría las hambrunas, las guerras, las pestes y todo el resto de calamidades que afectan a la humanidad, puesto que, en la medida que esto no se diera, el nacimiento de nuevos seres terminaría provocando la extinción de la especie. Teoría que sirvió de fundamento para disculpar los horrores cometidos por el naciente capitalismo en Europa y Usamerica. Pero este economista inglés al menos daba una esperanza, y esta es la pequeña diferencia que los separa, en la medida en que sostenía que si los pobres contribuyeran con un control natal efectivo, el fantasma de la llamada catástrofe desaparecería.

Richard Dawkins, por su parte en su libro El gen egoísta, asume una posición ostensiblemente fatalista en lo que al destino de la humanidad se refiere, señalando que no hay ninguna razón válida para esperar que la selección natural haga que las especies sean eficientes a la hora de evitar la extinción, de ajustar su proporción entre machos y hembras, limitar su población en interés del bien común, de economizar sus reservas de alimento y conservar su medio ambiente para beneficio de las generaciones futuras. Debo advertir que aunque comparto algunos aspectos de su teoría en lo que al gen egoísta se refiere,   pienso que si bien es cierto, la supervivencia del grupo no es asunto que competa a la selección natural; en el caso de la especie humana, la cuestión parece tomar otro rumbo puesto que una consecuencia de esa selección natural ha sido el lograr la capacidad de generar en los seres humanos pensamiento y con éste construir categorías como el altruismo y el optimismo, a partir de los cuales  se puede llegar a generar la posibilidad de pensar en función de supervivencia, ahora si, de la especie. Es decir,  la supervivencia del grupo deja de ser un efecto secundario afortunado, como lo plantea Dawkins, producto del mejoramiento de la supervivencia individual para convertirse en una razón de la existencia de la especie misma. Y no estaría hablando de futuro, sino del aquí y del ahora, cuando amplios sectores de la especie humana se aglutinan y empeñan en no desaparecer como tal acudiendo a la implementación de un mundo más justo, la defensa del medio ambiente, atacando la polución irracional, el consumismo absurdo, defendiendo el derecho inalienable de los grupos LGBT, abogando por el control natal responsable, combatiendo el racismo en todas sus manifestaciones, en fin, buscando fórmulas en procura de una  supervivencia de la especie. Aceptar la idea de que como especie vamos irremediablemente al matadero, es hacerle el juego a la derecha mundial, que no tienen creencia alguna pero que las promueven todas para su beneficio insistiendo en que como vamos, vamos bien, dado que como especie no tenemos otra alternativa que autodestruirnos, según la ciencia, no ya por la progresión geométrica del crecimiento poblacional maltusiano, sino por culpa del  gen egoísta, ese sí, como lo plantea Dawkins, inmortal, y según los fundamentalistas de todos los pelambres,  porque así lo plantean los libros “sagrados”. Si bien es cierto la selección natural no tiene visión de futuro, la especie humana, gracias a su alto grado de evolución, sí la tiene; por ello se podría decir, parodiando a Rodolfo Llinás, que gracias a su aún misterioso proceso evolutivo, el homo sapiens como especie deberá resultar, por su propio bien, al igual que su cerebro, más optimista que pesimista y más inteligente que compleja.


Publicado en El Informador el 7 de mayo de 2016.