Armando Brugés Dávila.
Por estos días leí un artículo de Alex Vernot, quien
mostrándose como un politólogo independiente termina muy inteligentemente
haciendo una sutil campaña de favorabilidad al ex presidente Uribe. Aunque su
teoría no deja de tener validez, su manera de plantearla le otorgan al personaje beneficios políticos que no
vendrían al caso sugerirlos y menos con la perspicacia que lo hace. Como dijera
Julio Cesar: A la mujer del César no le basta con ser honesta; también tiene
que parecerlo.
En concepto del articulista, si el ex-presidente no
entra en el proceso de paz que se está gestando en La Habana, lo que habrá será
GUERRA, por la sencilla razón de que sus seguidores, siendo muchos de ellos
detentadores de las tierras adquiridas en los últimos tiempos y del poder en
todos los órdenes en el ámbito nacional, no van a aceptar ahora que extensas
zonas territoriales vayan a quedar en manos de sectores de la izquierda
revolucionaria con ambiciones políticas locales. Pero a continuación y como por
arte de magia, desaparece a estos personajes afirmando que los que están detrás
de esos “negocios millonarios”, son la propia guerrilla, los paramilitares o
las bandas criminales, todos con la complicidad de las autoridades
supuestamente legítimas. Aquí se queda corto al no aclarar que estas tierras
fueron vendidas a terceras personas, quienes ahora alegan compraron de buena
fe.
Igualmente se
manifiesta el articulista, en el sentido que la elección del expresidente fue
producto del hartazgo que el pueblo tenía de la guerrilla, pero igual olvida
que fue el momento en que el establecimiento se vio tan acosado por la
insurgencia, que decide quitarse el antifaz y aparecer como lo que era: la
derecha política de este país. Antes de aquellas elecciones, esta línea
ideológica-política había permanecido camuflada entre los partidos
tradicionales. Tan cierto es lo anterior, que los esfuerzos de paz iniciados
por Belisario Betancur fracasaron de tal manera, que su famosa Comisión de
Verificación resultó, ese sí, un canto a
la bandera, al punto que uno de los comisionados, Otto Morales Benítez, atribuyó
dicho fracaso a los que denominó “enemigos agazapados de la paz”. Es decir, a
la paz le disparaban pero no se sabía quién ni de dónde. Antes de aquella
candidatura ser de derecha era casi una vergüenza, pero poco a poco la presión
social los hizo salir del closet y con su poderío mediático, económico y
político, fueron tomando posiciones cada vez más claras, tanto así que con esa candidatura
deciden jugarse el todo por el todo. Prueba de ello fue que aquella campaña se
volvió una de las más costosas de la historia del país, el dinero fluyó a
borbotones y el proyecto político de la derecha colombiana se logró a plenitud
al llegar a la presidencia Álvaro Uribe Vélez.
En la actual coyuntura política,
a diferencia de los tiempos de Belisario Betancur en donde los enemigos de la
paz se encontraban camuflados entre los partidos tradicionales, hoy día estos se
muestran en toda su plenitud, orgullosos de ser lo que son, lo que representan
y lo que piensan. Y eso está bien. Ya sabemos quienes son. Lo que no está
correcto es la utilización de algunas estrategias utilizadas por ellos, que
parecen desbordar los límites de la verdad, la cordura y el ejercicio pacífico
de la política. Ese cuento de que a Uribe se le quiere echar la culpa de todos
los males de este país está muy trillado e igual sucede con el otro bando,
siendo incluso este último más manipulado por los medios. Al respecto hay una
polarización tal que bien podríamos decir, como lo señala un viejo proverbio
chino: Los arboles no nos dejan ver el bosque. Tan cierto es esto, que el
periodista en referencia propone como solución, que se reúna el ex presidente Uribe con las Farc y con el Presidente Santos por separado, para que acuerden
términos políticos, pero soslaya decir que tanto Santos como Timochenko se lo
han propuesto y éste ha hecho mutis por el foro contestando cualquier cosa.
Publicado en El Informador el 04 de junio de 2016
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