Armando
Brugés Dávila.
Querido diario El Informador:
Te escribo esta nota, hoy 7 de agosto del año 2016,
precisamente con motivo de estar celebrando tu quincuagésimo octavo
aniversario, abrumado seguramente por el peso de la incertidumbre que nos
embarga a todos los seres humanos que habitamos este minúsculo planeta, el cual
pareciéramos inexplicablemente empecinados en destruir.
Pero como siempre, tú, producto de la inteligencia humana y
yo, como representante en este caso de ese milagro de la vida llamado homo
sapiens, tenemos la obligación ética de asumir una posición fundamentalmente
optimista ante este mundo que, paradójicamente, entre más lo descubrimos más
complejo se nos muestra.
Recuerdo, hurgando en tus archivos, que fue un jueves 1 de
agosto de aquel lejano año de 1958, y
conste que estamos hablando de los inicios de la segunda mitad del siglo
pasado, cuando salió tu primera edición. Esta información sólo me fue posible
gracias a la existencia de tus memorias, publicada por tus propietarios al
celebrar tus 55 años de labores y titulado “El Informador 55 años. Portadas.
1958-2013”. Este detalle resulta un buen ejemplo para destacar la importancia
de la documentación histórica. Los samarios, aquella mañana estábamos a la
expectativa de lo que podría ser el acontecimiento de la década, como en efecto
lo fue. Yo era un púber de sólo 14 años y como tú, lleno ilusiones y
expectativas.
La ciudad era un pueblo grande en donde todos nos conocíamos
y saludábamos. Una muerte violenta era un acontecimiento que marcaba hito en la
villa y escándalo en la vecindad. De aquella época a esta parte, mucha ha sido
el agua que ha pasado bajo el puente del rio Manzanares, tanta que ya ni pasa.
Un poco tarde nos vinimos a dar cuenta que era un hermoso riachuelo que, aunque
no tenía la majestuosidad de su homónimo a su paso por la ciudad de Madrid, sí
ostentaba la dignidad y el talante de cualquier otra fuente del paraíso que
representa el trópico. Hoy, desvencijado y abrumado por la fuertes temperaturas
que afectan el planeta, además de la
acción pirática de agricultores poderosos, quienes con la anuencia de algunas
autoridades, le esquilman lo poco que queda de su cauce para sus particulares
intereses, vienen ambas a convertirse en razones que contribuyen para que, lo que fuera el cauce de sus aguas en la
ciudad, esté completamente seco. Y es hoy, en su paupérrima situación, cuando
comenzamos a mirarlo y a pensar en lo hermoso que sería contar con alamedas en sus orillas. Pero aún
hay tiempo; eso sí, necesitamos de una autoridad que sea capaz de poner en
cintura a esos saqueadores de un bien público tan importante, que además
implemente una cultura popular y participativa en torno a la defensa y
conservación de nuestro bello riachuelo. Qué bueno sería que la Alcaldía
pusiera al frente de tan difícil misión a ciudadanos del talante del señor
Salvador Valdeblanquez, quien contra viento y marea ha luchado por años por la
recuperación del rio sin ser oído por autoridad alguna.
Alguna vez me inquiría un coterráneo, que no entendía por qué
los españoles a su llegada a estas playas se les dieron por erigir el poblado
de lo que sería la futura ciudad, tan lejos del rio. Su planteamiento parecía
tener sentido, sólo que mi amigo desconocía que aquel pequeño rio, para la
época no desembocaba donde lo hace ahora, sino en un sitio muy distinto,
haciendo su recorrido desde lo que hoy
es el barrio la Tenería, bajando por lo que se llamó la calle del Rio, de allí
su nombre, para por último desembocar en
zona cercana a las calles Cangrejalito (10) y Cangrejal (11). Con esta
aclaración se justifica la razón por la cual, las primeras casas levantadas por
Bastidas y sus muchachos estuviesen ubicadas en lo que hoy corresponde al área
situada entre las calles San Francisco y De la Cruz, entre carreras primera y
segunda.
Pero volviendo al tema, mi querido diario, hay un momento en
que sin saber el cómo ni el por qué, llegué a tus puertas en la calle Burechito
solicitándole a don Julián Rodríguez Penagos, a la sazón jefe de redacción y
encargado de la página de los deportes, me publicara un escrito, cuyo contenido
para nada recuerdo. El artículo se publicó, iniciándose de esta manera mi
carrera como escritor y columnista de prensa que hoy continúo ejerciendo.
Infortunadamente no tengo documento alguno que me indique el año y día de fecha
tan importante para mí. Qué agradable y placentero es conocer la historia y
mejor aun cuando contamos con documentos para hacerlo, pero en este caso no los
hay, puesto que tampoco tuve la precaución de guardar copias ni recortes,
aunque quiero creer que bien pudo ser en 1970.
Poco tiempo después, Don Julián me ofreció trabajar de planta en tus
instalaciones, ofrecimiento que decliné porque siempre he sido de la idea que
los columnistas de prensa no deben tener ninguna atadura ideológica y mucho
menos económica con el medio, so pena de ver comprometida su libertad de
expresión.
La intención de esta afectuosa carta, además de felicitarte
por tus 58 años de labores, es solicitarte el favor, a nombre de la ciudadanía
y habitantes foráneos de esta ciudad, asumas el compromiso de salvar lo que aún
queda del Archivo Histórico del Magdalena Grande, considerado uno de los más
completos que existe en el área del Caribe. Lo tienes todo para lograrlo:
acceso a las masas, influencias políticas, liderazgo institucional, en fin, todo. El archivo, además de estarse perdiendo por
estar como quien dice a la intemperie, también
se murmura por ahí, que se lo están robando para venderlo casi que por
libra a coleccionista privados
indecentes. Es más, pareciera que
existen personas interesadas en que estos archivos desaparecieran y con ellos
nuestra historia oficial y periodística. Hace pocos días tuvimos que pasar los
samarios por la vergüenza de ser regañados por un historiador foráneo quien,
aterrado por la situación de dicho archivo, arremetió, con razón, contra la ciudad a través de la revista
Semana por el deplorable estado en que
se encontraba tal documentación.
Tengo la certeza mi apreciado amigo, que si asumes este
compromiso, lo sacarás adelante. Será el más hermoso regalo que reciba la
ciudad en el 2025 con motivo de la celebración de sus 500 años, y ella no
tendrá jamás cómo pagarte semejante favor. Eres la única esperanza que me queda
y desde ya me pongo a tu disposición para lo que estimes conveniente.
Recibe el abrazo afectuoso de un amigo de siempre,
Armando Brugés Dávila.
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