Arsada
Una forma de hacer
terrorismo en este país es construyendo y difundiendo la falsa idea, para
consumo de la opinión pública mediática, que los que no quieren la paz
representan un alto porcentaje de ciudadanos; nada más alejado de la realidad.
La paz es un mandato constitucional, razón por la cual todo colombiano que esté
contra ella, está contra su Carta Magna.
A propósito del tema,
por estos días llegó a mis manos, vía Internet, un libro titulado “Historia de
Colombia y sus oligarquías (1498 – 2017)” del escritor Antonio Caballero.
Sinceramente comencé su lectura sólo por habérmelo enviado una amiga a la que
aprecio y valoro mucho intelectualmente, pero de entrada, no me pareció serio.
Pero mi sorpresa fue
mayúscula: me encontré con un trabajo realmente extraordinario en torno a lo
que ha sido la historia de nuestro territorio desde la llegada de los
españoles, con el agravante que todo parece indicar que tal comportamiento,
intransigente y violento, casi que se dio exclusivamente en nuestra amada
patria; en las otras entidades territoriales en que España dividió al Caribe y
Suramérica, no sucedió igual, al menos no con la misma intensidad.
Desde que estoy leyendo
sobre el desarrollo histórico de este país no me había encontrado con algo tan
completo, sencillo y ameno, a la vez que tétrico y espeluznante. Nuestra
historia es un camino de violencia aterrador, en el que día por día, año por
año, centuria por centuria, ella ha venido creciendo como corriente agua desbocada que
corre pendiente abajo sin barranco que la detenga.
Antonio Caballero la
sacó del estadio con este trabajo. Ningún profesor de Ciencias Sociales en este
país será el mismo después de leer esta obra que relata, de la manera más amena
posible, la historia de nuestra amada Colombia y seguramente perderá su talante
de intelectual si no permite a sus estudiantes acceder a ella.
A la paz de este país,
infortunadamente, no se llegará tan fácilmente; la aprobación del fast track
por parte de la Corte Constitucional no es mucho lo que soluciona. Comenzando
porque una de las cosas que habrá que enfrentar el gobierno será el asumir el
compromiso de modernizar el sistema electoral; mejor dicho, cambiarlo,
modernizarlo.
El nuestro es tan
aberrante, que en estos momentos el cabildante conservador Jorge Useche, fue
detenido en pleno Concejo distrital de Cartagena, para que responda ante la
Fiscalía dentro de un proceso por fraude electoral en las elecciones de octubre
de 2015, y a quien la entidad acusa de
haber pagado 150 millones por la curul
en la corporación. Y con él están detenidos, nada menos que la registradora del
departamento, el delegado departamental de la Registraduría y el presidente de
la Comisión Escrutadora Departamental.
Lo anterior sólo es
posible gracias a la obsolescencia de nuestro sistema electoral, que es en
donde comienza nuestra gran falla institucional como nación. Pero, así es que
les sirve a los corruptos.
Si esto no se da en las primeras de cambio, las cosas
comenzarían mal, pero ello no significaría el apaga y vámonos; antes por el contrario, tendríamos que luchar con
más empeño para alcanzar el tan anhelado estado de tranquilidad nacional.
En este momento, lo
único que no podemos perder, los que anhelamos la paz, es el optimismo.
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