Arsada.
Por
estos días, una de las más importantes revistas científicas a nivel mundial ha
mostrado su preocupación por la forma negativa en que puede incidir la
administración de Donald Trump, en
relación con la investigación científica y el cambio climático en el planeta.
El
asunto es como para preocuparse, teniendo en cuenta los nombramientos con que
el presidente estadounidense ha venido estructurando su equipo ministerial de
trabajo. Para comenzar, en la vicepresidencia y en la cartera de educación
posesionó a dos connotados creacionistas, esto es, a dos peligrosos
representantes de la derecha más obscurantistas del establecimiento.
Mientras
que en la cartera encargada de la política energética ha colocado a reconocidos
lobistas (empresarios privados) de la explotación del petróleo y del gas. Y
como si lo anterior no fuera suficiente, ha encargado de la Agencia de
Protección del Medioambiente a un reconocido escéptico del cambio climático.
La
conmoción ha sido de tal magnitud que, la revista Nature ha hecho sonar las
alarmas de manera tal que los expertos no han dudado en calificarla como la
ruptura de la burbuja científica.
La
revista, en un alarde de suspicacia, diría yo, considera que el problema no radica
en las veleidades oratorias de Trump, sino en saber qué impulsó a la sociedad
usamericana para llevarlo a la Casa Blanca. Interesante cuestionamiento que
tampoco apunta a la solución real del problema.
Después, en forma por
demás elegante, se va lanza en ristre contra el mundo de la ciencia vigente en
nuestro tiempo, haciéndonos caer en cuenta a los ciudadanos del común, pero muy
especialmente a los hombres de ciencia, que infortunadamente aquella, como tal,
no siempre ha estado al servicio de la sociedad y menos ahora cuando los altos
costos de los medicamentos, por ejemplo, han aumentado escandalosamente la
brecha social.
En opinión de la
revista, la ciencia como tal debe asumir un mayor compromiso con los problemas
de la sociedad; en otras palabras, que los científicos deben salir de los
laboratorios para averiguar qué necesita la gente y no pensar tanto en la
utilidad material del inversor privado. El lío radica en que estos últimos, a
consecuencia de un sistema “fríamente calculado”, son quienes les pagan.
En lo que a mí respecta, creo que
la revista está tomando el rábano por las ramas. Pensar que el problema son los
científicos y los laboratorios, sólo contribuye a distraernos en el análisis.
La anterior es la razón por la
cual me atrevo a decir que, de alguna manera y por razones obvias, esta
permisividad de penetración por el capital privado transnacional, sólo es
posible gracias a la permeabilidad de un sistema de producción que así lo
permite y promociona.
Todo apunta a que el problema
radica en la existencia de un sistema estructurado de producción egoísta al que
sólo le interesa la acumulación, el acaparamiento y la manipulación del poder,
para someter al resto y atesorar en el mangoneo. Lo demás es pura morisqueta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario