Por Armando
Brugés Dávila.
Tanto en la Constitución ecuatoriana como en la colombiana sus
respectivos presidentes constitucionales están autorizados a presentar
proyectos de ley tendientes a contrarrestar entuertos económicos que atenten
contra la economía nacional y familiar. La diferencia radica en la manera de
cómo cada mandatario asume los problemas que afectan a las familias en sus
países.
De un tiempo a esta parte, en Colombia, se viene notando que las diversas
empresas bancarias ofrecen préstamos a sus clientes con una facilidad que
bordea los límites de la irresponsabilidad. Al punto que muchos parroquianos
tienen en sus cuentas préstamos automáticos, abonados por la entidad sin que se
lo hayan solicitado los usuarios. El propósito es para que lo utilicen en el momento que lo
deseen. Así de sencillo. A otros, incluso sin ser cuentahabientes de la
entidad, les llaman por teléfono para comunicarles que los felicitan porque el
banco que les llama les ha aprobado préstamos por valor de 20 o 30 millones,
los cuales podrán utilizar en el momento que a bien lo deseen, con solo acercarse
a la entidad para cumplir con algunos requisitos. Muchos ingenuos o
irresponsables, por llamarlos de alguna manera, terminan cayendo en la trampa
de gastar un dinero en algo que de no tenerlo no lo hubieran ni siquiera
pensado, por no ser realmente necesario. La misma entidad les orienta en
posibilidades para gastarlo señalándole situaciones
tales como paseos con la familia, o la compra de carro nuevo. Esto sin hablar
de las tarjetas de crédito cuyo propósito de utilidades por parte de los
sectores bancarios, las convierten en formas infames de endeudar a las familias
colombianas. Y como si fuera poco ahora se inventaron la tarjeta de crédito para
adolescentes, cuyo propósito no es otro que generar en los mismos un
sentimiento de gasto compulsivo que a futuro les significará pingues
utilidades. Todo lo anterior reforzado con un habilidoso plan de marketing
publicitario incitando al consumo irracional. Situación que el gobierno conoce
muy bien desde hace rato, pero ante la cual parece querer tirársela de loco.
Pero mientras en Colombia, es el Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri,
quien asume la responsabilidad del manejo de tan delicada situación, lo único que
hace es un llamado de atención a las empresas y a los hogares para que moderen
los gastos, pues en su criterio se necesita que a futuro las mismas tengan
suficiente liquidez. Según el Ministro, el crecimiento del crédito en los
hogares permanece alto, especialmente el relacionado con el consumo, lo que no
resulta conveniente. Tímidamente advierte que tanto los unos como los otros deben estar
preparados para la previsible turbulencia que generará Europa en el segundo
semestre de este año y que con seguridad la sentirán más los sectores en
mención sí carecen de liquidez de caja. Soslayando de esta manera la responsabilidad social del Estado de
conminar a las entidades financieras y bancarias a un control que le permita al
ciudadano no endeudarse sin contar con una real capacidad de pago.
Un buen ejemplo al respecto lo viene dando el presidente de la Republica
del Ecuador, Rafael Correa, quien ante
una situación semejante anuncia de tajo medidas para evitar sobreendeudamiento
de las familias ecuatorianas. Según el mandatario unas 400.000 familias se
encuentran en esta situación lo que él considera un peligro para la economía
nacional, en tanto que se trata de un proyecto, perverso diríamos nosotros, de
hacer ofertas crediticias sin mayores controles. El jefe de Estado manifestó
que estudios realizados en aquel país señalan indicios de sobreendeudamiento,
consecuencia de que los bancos están dando estos créditos fáciles porque tienen
un exceso de liquidez y sobre ello hay que legislar de inmediato pues de
continuar la situación se podría desembocar en graves problemas no solo para
estas familias, sino también para el mismo sistema bancario y lo que es peor
para la economía nacional.
La diferencia radica en que mientras un gobierno evitando el enfrentamiento
con los sectores bancarios, decide asumir la más fácil como la de aconsejar a
los inermes usuarios a que se auto disciplinen en sus gastos. El otro toma el
toro por los cachos y mediante un proyecto de ley se propone decirle a la banca
que moderen su política de préstamos o el Estado se verá obligado a intervenirles.
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