Arsada.
Sin duda alguna, el
proyecto Todos al Parque,
implementado por la alcaldía distrital, ha sido de un éxito casi que histórico,
dado el impacto que el mismo ha tenido sobre la comunidad samaria.
Infortunadamente, la administración se ha quedado a medio camino al no
implementar mecanismos que permitan asegurar a futuro la conservación y
desarrollo de dicho proyecto.
Y para evadir
responsabilidades, algunos lambones acuden a estereotipos lingüísticos, como
por ejemplo: Que nuestra comunidad no tiene la cultura suficiente para
conservar y enriquecer sus parques; que la gente pobre de nuestra ciudad,
samarios o no, son desagradecidos e indolentes; que los adultos en su mayoría son unos
inconsecuentes y destructores de todo lo que proviene del Estado; que los
ciudadanos debieran estar agradecidos porque una administración se haya
preocupado por hacer obras de impacto comunitario, etc.
Seguramente tendrán
algo de razón en algunos de los supuestos, aunque sólo en parte: Si bien es cierto, la
comunidad no tiene la cultura suficiente para conservar y enriquecer los
parques, la culpa en última instancia es del Estado (administración local) y no
de la comunidad, puesto que es aquel, a quien corresponde esa obligación. No es
posible seguir dando lora con el cuento que la culpa la tienen los padres de
familia al no saber educar a sus hijos; no se les puede pedir peras al olmo. Los
que viven en la miseria no tienen nada que agradecerle ni al Estado ni a nadie,
su rabia contra la sociedad es apenas obvia, dado que el primero e igualmente
la segunda, le han negado lo más
elemental a lo que puede aspirar un ser humano para conformar una familia: un
trabajo digno, esto es lo que los convierte en seres que recelan y odian todo
aquello que tenga origen en ese Estado indolente e incapaz. Entre otras cosas,
porque nadie les ha dejado bien claro que en esos parques hay dinero suyo y de
todo los demás ciudadanos, razón de más para cuidarlos. Pero no, de manera
soslayada se les inocula la idea que es un acto de graciosa generosidad del
gobernante, cuando el agradecido debería ser este último por haber recibido del
poder primario la posibilidad de administrarle sus bienes.
Pero vayamos a lo
que nos interesa:
Señor Alcalde, usted
cuenta con una herramienta extraordinaria para lograr que esa población
aparentemente inculta, insensible, indiferente y desagradecida, se anime a
defender sus propios intereses comunales: la escuela. Necesitamos una Secretaría
de Educación que se empodere del proyecto Todos
al Parque; un secretario de
educación que se ponga la camiseta no sólo de la paz de este país, que tanto
necesitamos, sino también de la conservación y mejoramiento permanente de los
parques, utilizando esa arma poderosa que se conoce como el estudiantado, la
que, sin lugar a dudas, se puede catalogar como la mayor fuerza moral con que
cuenta nuestra sociedad.
En los grados décimo
y undécimo, nuestro plan de estudios cuenta con una asignatura o área conocida
como Trabajo Social. Qué bueno sería que en las instituciones educativas,
aledañas a estos parques, los jóvenes asumieran en jornada contraria el
compromiso no sólo de velar por el manejo adecuado y responsable de los juegos
allí disponibles, por parte de los padres y familiares de los niños, obviamente
previa capacitación realizada por personal especializado de la administración
distrital, sino que además instruyeran a los usuarios en las bondades que el
cuidado de los mismos implica para la comunidad e igualmente asumieran el
mantenimiento de sus áreas de jardines. Contando para ello con la colaboración
de la empresa privada.
A la Secretaria de Educación
debería unírsele algo que se llama Red de Parques y que no pude ubicar como
ente con responsabilidad ni propósito alguno, razón por la cual dudo de su
eficiencia en el sentido de liderar la vinculación a este proyecto de la
empresa privada, mediante la elaboración de un proyecto que le dé identidad y
respaldo de la administración al mismo.
Pero como dijo el
poeta: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
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