miércoles, 18 de noviembre de 2015

Hay momentos en que la historia pareciera repetirse.


Por Armando Brugés Dávila.

A finales del siglo XV, el triunfo que España  obtuvo sobre los Moros, después de ocho siglos de hostilidades, determinó que miles de súbditos españoles quedaran cesantes y abrumados por el síndrome de la guerra. El problema resultaba de características alarmantes para los reyes españoles: Se trataba de conseguirles qué hacer a una población que durante generaciones lo único que habían aprendido era combatir, situación aprovechada por la nobleza hispana para apoderarse de las mejores tierras; igual aconteció con el comercio, el cual hasta la expulsión de los moros había sido monopolio de los extranjeros (judíos), pero que a partir de entonces también pasó a mano de una voraz y monopólica nobleza española, a la cual la Corona debía enfrentar y doblegar si quería consolidar su poder.
Para coadyuvar en ese propósito aparece un marino llamado Cristóbal Colón, quien les ofrece la solución: Invadir unas tierras ubicadas al Occidente, aprovechando la redondez de la tierra y evitando la vía mediterránea infestada de otomanos. Aunque en su momento, la historiografía oficial dijo que la propuesta consistía en aprovechar la redondez de la tierra para viajar hacia Occidente y llegar al Oriente, en donde los esperaban las fabulosas tierras de Cipango con su perfumería, las Molucas con sus especias, China con sus sedas y la India con sus perlas. Cristóbal Colón les arregló el chico. Siendo sensatos, pensar en aquella época  en una invasión a Asia por parte de España no tenía ni pies ni cabeza, dadas las condiciones existentes de este reino y la gran organización política y militar de los pueblos asiáticos en aquel momento de la historia. Por eso, cuando algunos “ingenuos” se expresan en el sentido que la salvación de los pueblos asiáticos había sido América, ya que a ellos hubiera correspondido “celebrar” los 500 años de semejante acto genocida del que todavía nadie ha pedido perdón, no es más que una forma perversa de interpretación para  beneficio de terceros.  
En nuestro país, guardada las proporciones, pareciera estar pasando algo similar con este proceso de paz, dado que nuestro pueblo pobre, llámese campesino o urbano marginado que siempre han sido la carne de cañón de este proceso de guerra, van a tener el mismo problema cuando la guerra termine. Siempre había creído que una de las grandes preocupaciones del gobierno en el posconflicto, sería el qué hacer con tanto combatiente varado que no sabrían hacer nada diferente a guerrear, tanto de uno como de otro lado. Pensaba que se requeriría de un esfuerzo institucional y social de dimensiones colosales para capacitar y crearle fuentes de trabajo, ya que una reforma agraria no sería fácil realizar habida cuenta que las tierras, según todo parece indicar, una clase terrateniente y financiera ha terminado por acapararla casi toda incluyendo minería e industria.
Pero como bien dice el adagio popular “Dios cuida de sus borrachitos”, y aquí va a pasar algo similar a lo acontecido en España en la época de la invasión a América, todo apunta a que Colombia se convertirá en un futuro próximo en el más importante mercado de exportación de mercenarios para las guerras que en el planeta se produzcan. Precisamente por estos días, un alto mando estadounidense decía que lo más interesante de la paz de Colombia sería que este país podría  colaborar de una mejor manera al fortalecimiento de las fuerzas militares de la OTAN. Y si lo anterior no fuera suficiente, la prensa internacional viene hablando de la contratación de más de 800 exmilitares colombianos, dados de baja por el ejército nacional, esto es desempleados, para ir a combatir en Yemen, país situado en el Oriente próximo y África, respaldando de esta manera la guerra que contra aquel país realizan Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, reinos con dinero suficiente para contratar personal especializado y con experiencia en guerrear para que peleen por ellos. Definitivamente la guerra tienen que hacerla los pobres que necesitan trabajar para poder subsistir ellos y sus familias.