sábado, 12 de noviembre de 2016

El petróleo nos está enloqueciendo a todos.


Por Arsada.

Desde hace mucho tiempo sectores que se oponían a la explotación petrolera mediante la técnica del fracking, venían sosteniendo sobre la inconveniencia de tal procedimiento dado los costos materiales y sociales que la misma podría conllevar.

Como era de esperar los sectores que más se beneficiaban con tal estrategia de explotación como la Shell, la Exxon Mobil, y Chevron, entre otras, no solo rechazaron aquella posición por ridícula si no que se montaron en ese boom de explotación petrolera.

Y no solo arremetieron contra el tercer mundo, en donde las poblaciones campesinas e indígenas, de manera valiente  y casi solitaria, levantaron sus voces de protestas; si no que  además, estos energúmenos, adoradores de la utilidad, igual terminaron utilizando la misma estrategia de explotación al interior de EE.UU. en donde también han tenido fuerte oposición por parte de importante sectores sociales. Infortunadamente el poder del dinero lo tapa y lo calla todo.

Lo interesante de la historia es que ahora de acuerdo a un estudio dado a conocer en el  Bulletin of the Seismological Society of America (BSSA), científicos estadounidenses, señalan que precisamente la producción de petróleo y gas bien pudieron haber contribuido de manera importante en cuatro de los cinco terremotos más demoledores ocurrido en Los Ángeles a principios del siglo XX, (Inglewood en 1920, Whittier en 1929, Santa Mónica en 1930, Long Beach en 1933). En este territorio se dio una relación directa entre la alta explotación petrolífera que se dio a principio del siglo XX, la cual llegó a representar el 20% del total nacional y la alta actividad sísmica de la zona en el mismo período.

  
Tomando como base la anterior información, estos científicos son del criterio que esta investigación, de alguna manera confirma, que la explotación de petróleo y gas puede incidir en la generación de terremotos de grandes magnitudes. Tal estado de cosas en Los Ángeles, igual los induce a pensar que a la misma  conclusión se puede llegar en lo relacionado con los temblores que se vienen presentando en Oklahoma y Texas, causados muy posiblemente por el empleo del sistema de fracking o fracturación hidráulica que se viene utilizando en aquellos territorios.

Todo esto nos lleva a concluir que a nuestros campesinos e indígenas en Latinoamérica, les asiste toda la razón del mundo cuando levantan sus voces para oponerse a semejante sistema de explotación petrolera que implica tan alto costo ambiental., sobre todo si pensamos en la cantidad de agua dulce que el mismo utiliza. Ahora, que si escasea el agua, el negocio resulta de una rentabilidad mucho mayor y entonces quién dijo miedo.

No olvidemos que Latinoamérica está ubicada en un área eminentemente  montañosa y por ello el fracking puede llegar a causarnos muchísimo daño, máxime cuando el planeta  atraviesa por una inestabilidad sísmica poco común  consecuencia de un reacomodamiento de sus placas tectónicas.

Si a lo anterior le agregamos las largas sequias que se vienen presentado como consecuencia del cambio climático la situación toma un color casi que de tragedia planetaria, pero esto parece no importarle mucho a los adoradores del dios Utilidad, convencidos que a ellos no les va pasar nada.
¿Ingenuidad o demencia posesiva?



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