lunes, 16 de junio de 2014

Será que la culpa la tienen los cachacos?


Por Armando Brugés Dávila.
Hablar de política local no ha sido de mi querencia dada la intolerancia irracional que impera en ese ambiente, en donde sólo existe el blanco o el negro y no soy ni lo uno ni lo otro, además porque no  tengo grandes intereses que defender y mucho menos quien me defienda. El periodista independiente debe pagar un precio muy alto por gozar de semejante honor: la soledad.
Hace algunos años, cuando Miguel Pinedo Vidal, fue elegido por elección popular como gobernador del Magdalena, se le hizo un homenaje en el SantaMar Hotel si mal no recuerdo. Allí estuvo una de las estrellas rutilante de la política costeña, el senador Roberto Gerlein Echeverría, a quien escuché decir en su discurso, palabras más palabras menos, que el culpable del atraso de la Costa Atlántica era el odioso centralismo cachaco. En aquella época pensé que si eso lo hubiera expresado un ciudadano del común, vaya y venga, pero que lo dijera este señor no tenía presentación. Se necesitaba ser muy caradura para decirlo sin sonrojarse siquiera, habida cuenta que más de media vida  la había pasado en el Congreso; allí llegó en 1968 como Representante y aún sigue prendido de la ubre, como Senador ahora.
Una cosa es la población costeña como tal y otra su clase política;  esta es la que infortunadamente nos representa a nivel nacional y convierte al área en un circo con exceso de payasos-ratas. En ese sector, a no dudarlo, tenemos ineptos, corruptos, paracos, narcos y dilapidadores de dinero, pero no de cualquier dinero sino del público. De esto dan buena cuenta las situaciones administrativas precarias de Bolívar y Cartagena, Atlántico y Barranquilla, Magdalena y Santa Marta, Guajira y Riohacha, etc, etc, etc. Igual sucede con  la Fiscalía General de la República, en donde tienen prontuario, La Gata, Los Nule y siguen los etcéteras, para terminar en el Hotel La Picota, en donde hay más de uno por parapolítica. No es que los cachacos nos calumnien, es que es la verdad, pero no del pueblo costeño sino de su clase política que es la que ellos conocen.
Cómo va a aprender una población a tener valor civil, ni responsabilidad ciudadana, ni a exigir derechos, cuando no cuenta con las herramientas mínimas de análisis que lo puedan conducir a comportamientos semejantes. Estamos como estamos, porque nuestra clase gamonal y dirigente, en connivencia con sus iguales en el resto del territorio nacional, se las han ingeniado para implementar una política educativa retardataria, que mantiene a nuestra población en una ignorancia supina. Ellos saben perfectamente, que la mejor manera de consolidarse en el poder es manteniendo a las masas ignorantes mediante una educación obsoleta  y así es nuestro sistema educativo nacional, pero en el área regional el poco dinero que le aporta la nación a la educación, que ya de por sí es miserable, aquí no alcanza para que los raponeros queden todos contentos. El asunto es tan grave que me ha tocado escuchar a personas decir, no sé si por avivatada religiosa o por ignorancia invencible, que la situación por la que atraviesa Santa Marta, se debe a que en la ciudad hay mucha brujería. Como dijera Napoleón: ¡Tienen huevo! Y más grave aún,  hay ingenuos e ingenuas que se la creen.
El problema de Santa Marta es de ella, no de la Presidencia de la República; y cuando digo de ella, quiero decir de su clase dirigente que es la que se come la mejor tajada mediante puestos y prebendas y por lo mismo debe asumir toda la responsabilidad. El lío radica, en que esa dirigencia no sólo es inepta sino ciega. Y no es mi intención insultar a los ciegos. No logran entender que el atraso de la ciudad y del departamento lo afecta por igual a ellos. Parece que la estupidez se ha convertido en una pandemia planetaria al igual que el Alzheimer.  Los detentadores del poder mundial, al igual que nuestra dirigencia local, no han entendido que mientras ellos acumulan riquezas envenenando el ambiente mundial o en nuestro caso deteriorando en su propio beneficio las economías locales, se están haciendo el haraquiri porque llegará el momento en que, como dice el chiste, ni la mierda alcanzará, como ya no nos está alcanzando el agua.





1 comentario:

  1. Lo que has dicho es una verdad histórica. Pa' que no si sí. Durante todo el tiempo esa clase política, con sus caracteristicas propias, se ha ido reproduciendo de generación en generación con una fidelidad a los patrones genéticos. Son los dueños del pastel, entre ellos lo reparten independiente del deterioro y la baja calidad con tal de que les llene el buche, pero las migajas, así deterioradas e infectas, que caen para el resto de la población, la otra clase, hacen cada día más daño, intoxican y asfixian como es el caso que señalas del agua. Pero, pregunto, esa clase, la no política, la no dirigente ¿Es insensible? ¿no tiene capacidad de reacción? ¿Es conformista? ¿Es fácil se seducir con las mieles del poder o con una mayor ración de migajas?
    He escuchado a más de uno, esos que "quieren" a Santa Marta por encimade todo, que se visten con la bandera y que llorar al escuchar el triste himno de la ciudad, decir que para qué sirven los análisis históricos que lo que debemos es hacer propuestas constructivas para que la ciudad salga adelante. Se me contraen las comisuras de los labios.
    La culpa, efectivamente no es de los cachacos, es de un pueblo adocenado, de espaldas e indiferente a su propia realidad, que usa rodilleras y que espera que el próximo alcalde, el próximo gobernador o el próximo concejo (y quiénes y de dónde son los concejales) venga a cambiar las condiciones de ésta, que alguna vez fue la ciudad con la bahía mas bella de mundo.

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