martes, 7 de abril de 2015

Sucedió hace 198 años.


Por Armando Brugés Dávila.

El 6 de enero de 1817, Bolívar ordenaba el bloqueo de los puertos de Guayana, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello en Venezuela, y en marzo 3 el Congreso de la Unión estadounidense aprobaba la nueva Ley de Neutralidad, que además de prohibir la venta de armas destinadas a atacar a cualquier Estado que estuviese en paz con ellos, sancionaba con diez años de cárcel y multa de 10.000 dólares a los infractores, fuesen estadounidenses o no. A partir de aquel momento, las posibilidades de adquisición de armas en aquel país por parte de los independentistas de Suramérica, se redujeron a la mínima expresión. Desconcertante, pero cierto.
Cuatro meses después, en un acto de suprema audacia militar el oficial escocés Gregorio Mac-Gregor, al comando de fuerzas independentistas integradas por venezolanos y haitianos, se toma por asalto la Isla Amelia, situada al norte de lo que hoy se conoce como Jacksonville, frente a la desembocadura del río Saint Mary, que para la época era territorio español, en tanto que formaba parte de la península de La Florida: Allí  instauraron  la “República de la Florida”. La razón no podía ser más clara: La importancia estratégica de la isla era indiscutible en tanto que por allí debían pasar obligatoriamente las embarcaciones procedentes del norte industrial estadounidense que venían con armas y avituallamiento, esas sí, autorizada su venta por el gobierno estadounidense a las fuerzas realistas encargadas de defender el Imperio español en América del Sur. Parecía un contrasentido. Se trataba del gobierno de la primera república instaurada en el mundo, poniendo palos en la rueda a la instauración de otras repúblicas en el continente. Suceso también inexplicable, pero también cierto.
El golpe fue de una audacia sin límites, en tanto que permitía amenazar la posesión ultramarina de Cuba, lo que obligaría a España a enviar tropas a la isla desde México, en prevención de una invasión por parte de los insurgentes, lo que implicaba el debilitamiento militar de la zona, representando esto último una gran ayuda para los grupos insurgentes que luchaban en territorio mexicano.
Pero a los criollos insurgentes venezolanos se les olvidó un detalle: El gobierno estadounidense le tenía una gana muy especial, no sólo a Cuba sino a todo el territorio colonial español en América. Ya en 1811, en una ley que denominaron de No Transferencia, habían manifestado que verían muy mal la transferencia de cualquier parte de la provincia de la Florida a otra potencia extranjera, por lo que de inmediato inician un estratégico boicot, a cuya cabeza se puso el presidente James Monroe, manifestando que allí se había instaurado una especie de puerto pirata para contrabandear en gran escala. Desconociendo, incluso, el origen hispano de los venezolanos, se les calificó de “extranjeros” y se les asignó al grupo insurreccional la calidad de “potencia”, todo con el ostensible propósito de rechazo a la operación y aplicación de su Ley de No Transferencia. A partir de entonces, se producen una serie de incidentes provocados por la fuerza naval norteamericana, con el único propósito de sacar de quicio a las fuerzas venezolanas acantonadas. Se dicta entonces una absurda orden de captura contra el jefe de la operación Gregorio Mac Gregor, y se hace una acusación temeraria contra la nave de bandera venezolana Tentativa, de violar aguas territoriales norteamericanas, razón por la cual no sólo fue atacada sino también incendiada.
El novelón terminó cuando la fuerza naval estadounidense comunicó al comandante Luís Aury, quien había reemplazado a Mac Gregor como jefe de la expedición, que la orden de tomar por asalto la isla había sido dada y se actuaría en consecuencia. Al día siguiente, 23 de diciembre, le dan cumplimiento desembarcando y expulsando a los independentistas, quienes ante la espantosa violencia desatada por las tropas de la Unión, huyen aterrorizados a las islas vecinas. El propósito del gobierno americano se había alcanzado a plenitud: desalojaron a los independentistas venezolanos, se apropiaron de la isla e iniciaron uno de sus más caros sueños, apropiarse la península de la Florida como en efecto sucedió poco tiempo después.



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