Por Armando Brugés Dávila.
El 6 de enero de 1817, Bolívar ordenaba el
bloqueo de los puertos de Guayana, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello en
Venezuela, y en marzo 3 el Congreso de la Unión estadounidense aprobaba la
nueva Ley de Neutralidad, que además de prohibir la venta de armas destinadas a
atacar a cualquier Estado que estuviese en paz con ellos, sancionaba con diez
años de cárcel y multa de 10.000 dólares a los infractores, fuesen
estadounidenses o no. A partir de aquel momento, las posibilidades de
adquisición de armas en aquel país por parte de los independentistas de
Suramérica, se redujeron a la mínima expresión. Desconcertante, pero cierto.
Cuatro meses después, en un acto de suprema
audacia militar el oficial escocés Gregorio Mac-Gregor, al comando de fuerzas independentistas
integradas por venezolanos y haitianos, se toma por asalto la Isla Amelia,
situada al norte de lo que hoy se conoce como Jacksonville, frente a la
desembocadura del río Saint Mary, que para la época era territorio español, en
tanto que formaba parte de la península de La Florida: Allí instauraron la “República de la Florida”. La razón no
podía ser más clara: La importancia estratégica de la isla era indiscutible en
tanto que por allí debían pasar obligatoriamente las embarcaciones procedentes
del norte industrial estadounidense que venían con armas y avituallamiento,
esas sí, autorizada su venta por el gobierno estadounidense a las fuerzas
realistas encargadas de defender el Imperio español en América del Sur. Parecía
un contrasentido. Se trataba del gobierno de la primera república instaurada en
el mundo, poniendo palos en la rueda a la instauración de otras repúblicas en
el continente. Suceso también inexplicable, pero también cierto.
El golpe fue de una audacia sin límites, en
tanto que permitía amenazar la posesión ultramarina de Cuba, lo que obligaría a
España a enviar tropas a la isla desde México, en prevención de una invasión
por parte de los insurgentes, lo que implicaba el debilitamiento militar de la
zona, representando esto último una gran ayuda para los grupos insurgentes que
luchaban en territorio mexicano.
Pero a los criollos insurgentes venezolanos se
les olvidó un detalle: El gobierno estadounidense le tenía una gana muy
especial, no sólo a Cuba sino a todo el territorio colonial español en América.
Ya en 1811, en una ley que denominaron de No Transferencia, habían manifestado
que verían muy mal la transferencia de cualquier parte de la provincia de la
Florida a otra potencia extranjera, por lo que de inmediato inician un
estratégico boicot, a cuya cabeza se puso el presidente James Monroe,
manifestando que allí se había instaurado una especie de puerto pirata para
contrabandear en gran escala. Desconociendo, incluso, el origen hispano de los
venezolanos, se les calificó de “extranjeros” y se les asignó al grupo
insurreccional la calidad de “potencia”, todo con el ostensible propósito de
rechazo a la operación y aplicación de su Ley de No Transferencia. A partir de
entonces, se producen una serie de incidentes provocados por la fuerza naval
norteamericana, con el único propósito de sacar de quicio a las fuerzas
venezolanas acantonadas. Se dicta entonces una absurda orden de captura contra
el jefe de la operación Gregorio Mac Gregor, y se hace una acusación temeraria
contra la nave de bandera venezolana Tentativa, de violar aguas territoriales
norteamericanas, razón por la cual no sólo fue atacada sino también incendiada.
El novelón terminó cuando la fuerza naval
estadounidense comunicó al comandante Luís Aury, quien había reemplazado a Mac
Gregor como jefe de la expedición, que la orden de tomar por asalto la isla
había sido dada y se actuaría en consecuencia. Al día siguiente, 23 de
diciembre, le dan cumplimiento desembarcando y expulsando a los
independentistas, quienes ante la espantosa violencia desatada por las tropas
de la Unión, huyen aterrorizados a las islas vecinas. El propósito del gobierno
americano se había alcanzado a plenitud: desalojaron a los independentistas
venezolanos, se apropiaron de la isla e iniciaron uno de sus más caros sueños,
apropiarse la península de la Florida como en efecto sucedió poco tiempo
después.
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