Armando Brugés Dávila.
Por estos días he visto
con terror las noticias relacionadas con el problema de salud que se viene
presentando en el mundo debido a la propagación del virus denominado zika, el
que se identificó por primera vez en Uganda, precisamente en los bosques de
Zika, en 1947 en un mono Rhesus. Posteriormente se encontró en seres humanos en
Tanzania y Nigeria. El primer caso en el continente americano se reportó en
2014 en la Isla de Pascua (Chile). De allí para adelante su expansión y
desarrollo ha sido impresionante, de acuerdo a los informes oficiales.
Su período de
incubación suele ser de 3 a 7 días, con una sintomatología de fiebre leve,
sarpullido, conjuntivitis, dolor de cabeza, dolor en las articulaciones y
músculos y obviamente malestar general. Pero también puede presentarse de
manera asintomática, esto es sin sintomatología
alguna, en la persona afectada pero que ésta al ser picada por el mosquito
Aedes aegypti convierte a éste en un transmisor más del virus. Incluso se
sospecha que se puede trasmitir por contacto sexual.
Bueno y cuál es el
problema, se preguntarán algunos lectores. El aprieto radica en que este
mosquito, el Aedes aegypti, además de trasmitir el zika, trasmite también el
dengue, el dengue hemorrágico y el chikungunya y como si esto fuera poco, tiene
como su hábitat natural las zonas tropicales del planeta y nuestra cara ciudad
se encuentra ubicada precisamente en dicha zona geográfica. Es más, la Organización Mundial de la Salud tiene el
temor de que la misma se convierta en una pandemia a nivel planetario de
proporciones enormes, dado que por los efectos colaterales se corre el riesgo
de desarrollar en el feto de la mujer embarazada, microcefalias y
malformaciones si la virosis ha sido contraída por la madre en el primer semestre del mismo. Y aquí no
quedan las cosas, ya que la misma OMS sospecha
que en caso de adultos puede terminar generando el Síndrome Guillain Barré, un
problema de salud que afecta el sistema nervioso del enfermo, el cual es
atacado por su propio sistema inmunitario. En ambos casos, el costo social y
económico de dichos tratamientos, resulta altísimo.
Y es aquí en donde radica
mi preocupación: mientras en Barranquilla se aprovecharon de los carnavales
para solicitar la colaboración del Minsalud de realizar fumigaciones masivas al
menos en la zona de los desfiles de los carnavales, aquí no se ve gestión alguna al
respecto o por lo menos no se ven acciones concretas para enfrentar semejante fenómeno
viral, del que la ciudad tiene un alto índice de riesgo. Ni para decir que
contamos con una red hospitalaria siquiera aceptable en el sector privado,
mucho menos en el público.
El presidente
Santos ya está hablando de unos 600 mil casos, los cuales implicarían unos 500 casos de niños recién nacidos con
microcefalia y 500 de adultos con Guillain-Barré.
¿Qué estarán esperando
las autoridades del Distrito para tomar cartas en el asunto? ¿Si una cuestión tan
delicada de salud pública no amerita atención prioritaria, entonces cuál?
Ahora que si a usted,
apreciado lector, no le gusta tragar entero y quiere sorprenderse conociendo
otra versión sobre el tema, los invito a que ingresen a http://elrobotpescador.com/2016/01/29/virus-zika-otra-estafa-gigantesca/ en donde Jon Rappoport, un reportero
investigativo, mediante un muy buen documentado informe hace un análisis de la
situación, partiendo del principio de que la histeria vende y es el momento de
volver a provocar histeria de nuevo.
Artículo publicado en El Informador 06-02-2016
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