Armando Bugés Dávila.
Pareciera una pregunta
fácil de responder, pero la realidad es muy diferente, dado que para hacerlo
tenemos que ir a las raíces de nuestro devenir histórico. Comenzando porque a
nosotros la vida nos trató muy suave; un ambiente paradisíaco, un clima
caliente pero seco, un rio que nunca se secaba, una tierra circundante con
variedad de climas, frutos y verduras, además de un sistema montañoso que hacía
de muralla natural a fenómenos atmosféricos violentos. En fin, estábamos
hechos. Solo que todo ello generaba un inconveniente y era que como todo lo conseguíamos
fácil, es decir nada nos costaba trabajo, no aprendimos a valorar lo que teníamos.
Por eso hemos ido perdiendo todo, incluida la vergüenza. Si bien es cierto, en
nuestro país la armonía entre la ley, la moral y la cultura ha llegado a un
grado de pauperización grave, en el caso de nuestro grupo social bien podríamos
catalogar de crítica. En nuestro medio, al
parecer la corrupción ha desbordado cualquier límite a nivel de todos los
estratos y actividades; y no de ahora, esto parece venir de muy atrás.
Personalmente,
considero que lo sucedido con la Urbanidad de Carreño fue algo que tenía que
suceder como consecuencia de la llamada avalancha tecnológica del siglo XX. La
de Carreño fue la solución a una situación coyuntural, cuya inducción apuntaba
a instaurar pautas de comportamiento que la nueva sociedad pre-industrial y
pre-capitalista requería con urgencia para regular las nuevas formas de
relaciones que se requerían. De allí su carácter impositivo. Ahora son tiempos
nuevos los que vivimos y las necesidades diferentes como consecuencia de una
ciencia que avanza a una velocidad alucinante. Pero las necesidades de tener
normas de comportamiento que nos permitan lograr unas sociedades viables,
siguen siendo tan necesarias como siempre. El problema radica en el cómo se
debe fundamentar esa educación, ya que como bien lo señala Rodolfo Llinás,
se hace necesaria una educación fundamentada en el contexto, en la comprensión,
partiendo de la importancia y en el gozo que el saber implica y que nos lleva
ineludiblemente a la comprensión de la necesidad de cumplir lo acordado como
pacto social, única manera de salvar no sólo la vida en sociedad, sino la
especie misma.
Colocar las basuras en
los lugares adecuados, respetar las señales de tránsito o el turno en las filas
bancarias, son comportamientos elementales pero que muchos no hacemos porque no
se nos ha hecho caer en cuenta la importancia que su práctica tiene en nuestra
vida privada y comunitaria, y porque ello únicamente se logra mediante un tipo
de educación conocida como cultura ciudadana.
Mokus lo logró en Bogotá, al punto que aún hoy día sus habitantes añoran
aquella época. Si el Distrito no quiere ver su labor urbanística en poco tiempo
arrasada, tendrá que asumir la ingente tarea de embarcarse en el proyecto de
generar una cultura ciudadana, la cual deberá iniciarse en las instituciones
educativas y proyectarse al común a través de los canales locales de televisión
y radio, sin olvidarse que un servicio como el del aseo debe serlo bueno y
puntual, porque no se les puede exigir a las gentes de los cerros circunvecinos
que tengan una disciplina de colocación de basuras, cuando a ellos nadie les
garantiza el servicio de recolección. A los vecinos de las avenidas Libertador
y del Rio, tenemos que hacerles comprender mediante un proceso de educación
colectiva, que el colocar sus basuras en los separadores de tales avenidas, lo
único que se logra es contaminar nuestra ciudad, es decir nuestra casa grande,
el hermoso pedacito de tierra que nos ha brindado la vida para desarrollarnos
como seres vivos e inteligentes Y con
los parques sucederá igual, se tiene que hacer entender a los dueños de perros,
que al llevarlos allí a hacer sus necesidades, además de lo anterior, atentan contra su propia salud y la de sus
hijos, parientes, amigos y vecinos. Pero para que esto funcione, debe
convertirse dicho plan en una verdadera cantaleta, como la de mi amigo Monery.
Publicado en El
Informador de Santas Marta el 20 de febrero de 2016.
Te felicito, apreciado Armando, y, hay que seguir con la cantaleta allá en la Samaria, porque en Minca se están robando el espacio público con el visto bueno de las autoridades.
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