miércoles, 19 de octubre de 2011

Indignación planetaria.

Por armando BRUGÉS DÁVILA.
Un 7 de marzo de 1.820, un levantamiento en Galicia, el llamado Pronunciamiento de Riego, se convirtió en la chispa que terminó de incendiar la América española, desde Nuevo Méjico hasta la Patagonia. Ahora casi doscientos años después, en este año de 2011, y más exactamente el 15 de Mayo, un movimiento en Madrid, conocido como el 15M, también llamado Movimiento de los indignados, se ha convertido nuevamente en una especie de estopín para América, pero esta vez para la América del Norte y más concretamente para Estados Unidos.
Ningún fenómeno social después de la guerra de Vietnam (1.964-1.975) había logrado tocar las fibras de la opinión pública norteamericana con tanta intensidad, como la inseguridad económica que hoy vive la primera potencia. Razón tuvo uno de los participantes al manifestar que así como el reclutamiento para la guerra de Vietnam alentó a la gente a salir a las calles, la incertidumbre económica actual la está forzando a un mayor compromiso con respecto a la economía y a la guerra. Estamos hablando de unos 30 millones de desempleados; de una juventud que día a día ve con terror cómo disminuyen sus posibilidades de empleo a causa de un crecimiento económico nacional débil; de una sociedad atiborrada de deudas provocadas de manera perversa por una banca que muy solícita les facilitaba préstamos para que invirtieran en bienes raíces, para después arrebatárselas impunemente en los estrados judiciales.
Algo parecido viene sucediendo en nuestro país, en donde el sector bancario ha optado como estrategia depositar en las cuentas de sus usuarios 5, 10, 20 y hasta 40 millones de pesos, para que los utilicen en lo que deseen, por lo que resulta ridículo que un funcionario del gobierno, en estos días saliera diciendo que los colombianos, de manera irresponsable, se están endeudando demasiado, en vez de decirle a los bancos que dejen de sonsacar a sus clientes con préstamos milagrosos que posiblemente después no van a tener cómo pagar. Con razón una de las pancartas de los indignados en Nueva York, decía: “Arresten a los banqueros, no a los que protestamos.”
Cuando el domingo 24 de julio me referí al tema en un artículo titulado ¿Qué estará por suceder en América? advertí que a esto de los indignados de Wall Street había que seguirle la pista. La convocatoria se hacía para el 17 de septiembre por intermedio de una revista on line canadiense. Un mes después, quién lo creyera, lo que comenzó como una modesta actividad de desadaptados en la plaza de la Libertad de Wall Strett en Nueva York, se está replicando ya en 68 ciudades, esto es de costa a costa. Al movimiento, a la fecha, se han unido 15 sindicatos, gentes vinculadas a salud, educación, transporte público, defensores de derechos sociales y civiles, incluso veteranos de la guerra de Vietnam. Personas que no entienden por qué mientras a los banqueros el gobierno americano les da millones de dólares para salvarlos, a ellos, desempleados y desalojados por ejecuciones hipotecarias no les brindan absolutamente nada para por lo menos aliviarles en su tragedia económica.
En sus pancartas se leen consignas como: “Queremos trabajo y lo queremos ahora.”, “Estamos hartos de la guerra y de los que se enriquecen con ella.”, ”Somos el 99%, somos más”.
Mientras esto sucede en las calles de Nueva York, Washington y Boston, por mencionar algunas, el Congreso estadounidense, incluída la mayoría republicana y no pocos demócratas, en un acto casi que demencial y suicida, rechaza el Plan de pleno empleo presentado por Barak Obama. Es más, se acaba de realizar una marcha mundial de indignados en solidaridad con la estadounidense en la que participaron más de 80 países y en la que en sólo Estados Unidos se vincularon alrededor de 90 ciudades. Será que Immanuel Wallerstein, el autor de la Teoría de Sistemas del mundo, tendrá razón cuando afirma que nos encontramos ante el fin del capitalismo y el inicio de la incertidumbre? A su entender, el problema no es el destino del capitalismo en sí, cuyo fin da por descontado, sino de lo que va a reemplazarlo. En su criterio, nos encontramos ante la mayor crisis de la historia: en una especie de transición a un sistema nuevo en que la gente no plantea el nuevo curso del sistema existente, sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle. Ojalá tengamos suerte y podamos salir de ésta bien librados.




armandobrugesdavila@gmail.com

2 comentarios:

  1. No sólo la inseguridad económica, ésta es tal vez, la última de las inseguridades manifestadas global mente, también convoca a la indignación , la irresponsabilidad en el manejo ambiental, la displicencia ante el incumplimiento de los objetivos del milenio, la falta de coherencia mundial ante la discriminación y sobre todo, el apego al poder de ciertos personajes que prefieren ver a sus pueblos morir bajo las balas antes que levantarse de la silla a la que se pegaron con sangre.

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  2. El sistema, ya lo anunciaron en el siglo XIX, lleva implícito el germen de su propia destrucción. Esta no viene de otro planeta ni nada parecido. Es lógico que el cambio hacia la "incertidumbre" sea traumático, como todo cambio social, pero ha de darse. Necesariamente la tendencia prioritaria y dominante ha de ser el equilibrio social y el desastroso hundimiento de los regentes del imperio salvaje.
    Los indignados o emputados de Colombia están ahí, en latencia, hay muchas razones comprensibles para que se mantenga esa relativa quietud. Es un mostruo adormecido por la resaca, esperemos.

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