miércoles, 20 de junio de 2012

Cristina Fernández, ante el Comité de Descolonización de la ONU.

Por Armando Brugés Dávila.
Pocas veces nos sentimos suramericanos ya que infortunadamente no somos conscientes de ello, dado que fue una impronta que muy inteligentemente el imperio español desde sus inicios se empeñó en grabar en nuestro inconsciente colectivo. Sólo se nos permitió que habláramos el mismo idioma y confesáramos la misma religión, por ser elementos claves para su proyecto de dominación. Pero nunca se nos permitió intercambiar cultura ni mucho menos producción. Por eso, cuando escuchamos a la presidenta de Argentina dirigiéndose al Comité de Descolonización de la ONU, no tuvimos más que sentirnos orgullosos. La señora Cristina Fernández dictó cátedra de sensatez y diplomacia, pero también de carácter y decisión. Inició su intervención demostrando cómo antes de la independencia, las Malvinas habían tenido numerosos gobernadores nombrados por la Corona española. Así como también podía demostrar cómo durante la 3ª presidencia de Perón, hubo aunque en la más estricta reserva, negociaciones al respecto, cuyos documentos los poseía la Cancillería argentina, con lo que dejaba claramente establecido, que las Malvinas fueron siempre españolas y que sí se habían realizado diálogos al respecto. Les dijo también, que había sentido vergüenza ajena cuando ese día había visto ondear en el 10 de Downing Street, (Residencia Oficial del Primer Ministro del Reino Unido) la bandera que ellos llaman de las Islas Falkland, porque en su criterio las guerras no se festejan, por la sencilla razón que sólo dejan muertos. En este caso fueron 649 argentinos y 255 británicos; más tarde 449 argentinos y 244 británicos se suicidaron. Así mismo, señaló que su generación no tuvo nada que ver con la dictadura que gobernó al país a partir de 1976, y remató, es más, fuimos sus víctimas. Ahora, que si de referéndum se trataba, por qué no lo hacían en Irak o en Afganistán, donde también estaban actuando, a ver qué pensaban sus nacionales en torno a lo que ellos hacían allá. El apoyo de nuestros países hermanos, sostuvo, no es por simple solidaridad, es casi que un ejercicio de autodefensa porque nuestra región del Atlántico Sur está desmilitarizada y queremos que continúe así. No se trata sólo de una cuestión bilateral, se trata de algo global, dado que organismos multilaterales como la ONU presentan tratamientos desiguales entre sus miembros. Si se es miembro del Consejo de Seguridad, se puede respetar o no respetar una resolución de ONU, pero si no se es miembro de dicho consejo e incumple algún mandato, vaya a saber qué le pasa. De pronto nada, si tiene un Estado amigo en el Consejo de Seguridad con derecho a veto, pero si tiene petróleo, ahí sí que se le viene el mundo encima. El hecho de que el Reino Unido no respete las resoluciones de las Naciones Unidas afecta al orden global, a las posibilidades de tener un mundo más justo y seguro. La presidenta dijo que el mundo estaba cambiando y que algunos no querían aceptar este hecho, aferrándose al viejo mundo, lo que resultaba contrario a la recuperación de la cordura y de los instrumentos que nos permitirían vivir en un orden civilizado en el cual, cada quien sabría a qué atenerse. Y es entonces cuando, con un desparpajo impresionante, le pregunta al Comité de Descolonización: ¿Con qué derecho se le puede pedir a unos países el respeto por la normatividad, mientras que a otros se les permite su violación sistemática? ¿Cuánto tiempo más va a durar este sistema? ¿Puede alguien en el mundo contemporáneo negarse a dialogar y luego querer convertirse en adalid de los derechos humanos, de las libertades, del mundo civilizado, del mundo occidental cristiano? La verdad es que no lo creo. Y termina dando las gracias a todas las organizaciones como Mercosur, Unasur, la Celac, a los países Árabes y Africanos y a todos aquellos que creen, como ella, que el COLONIALISMO es algo que definitivamente se debe dejar atrás para construir el Mundo Nuevo que todos merecemos y del que tenemos mucha más necesidad de lo que creemos. Sin lugar a dudas, la Republica Argentina cuenta con un presidente no sólo inteligente, sino también valiente.


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