La manera como está jugando a la política
internacional el presidente Santos, asusta. Veamos porqué lo digo. Primero,
contrariando las más elementales normas diplomáticas, al no consultarlo previamente con su homólogo y
amigo, además de que así se había convenido solemnemente en San Pedro
Alejandrino, resulta recibiendo en el
Palacio de Nariño, al señor Henrique Capriles Radonsky, personaje que
además de haber participado en el intento de golpe de Estado de su mejor amigo
en el 2002, instó a un levantamiento
popular al verse perdedor de las últimas elecciones presidenciales del hermano
país. Todo el planeta lo vio por la televisión cuando pedía a sus partidarios a
que salieran a la calle a mostrar su “arrechera” por el robo de su elección,
solicitud que costó, aquella noche trágica, la muerte de doce o catorce militantes chavistas.
Parece olvidar el señor presidente que él no representa a un partido ni a un
sector de la sociedad colombiana: el representa a la majestad de la Nación y en
función de ella debe actuar.
Pero aceptemos que lo anterior sea más bien un mal
entendido, como él mismo lo manifiesta, pero ahora resulta el señor presidente
anunciando que solicitará el ingreso de Colombia a la OTAN. Cuando leí el
comunicado de la Presidencia de la República, pensé que había leído mal, pero
no: el presidente de la república de Colombia, Juan Manuel Santos, anunciaba que durante el mes de junio, su
ministro de Defensa suscribiría un acuerdo de cooperación o alianza con la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN) con el único propósito de mostrar su disposición a entrar en ella.
Pero, qué es la OTAN? Se trata de una organización de
carácter militar surgida ante la necesidad de contrarrestar el avance comunista
en Europa. Algo así como la Santa Alianza que se organizó en Europa para
contrarrestar los movimientos independentistas en América. En 1948 Francia,
Bélgica, Holanda, Luxemburgo y el Reino Unido, ante el avance de la ideología
comunista en Europa oriental y central, organizan la Alianza Militar Atlántica.
Pero el avance socialista obliga a ésta a negociar con USA y Canadá, e invitan
a Dinamarca, Italia, Islandia, Noruega y Portugal. En 1949 se firma en Washington
un tratado que se convertirá a futuro en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En 1952 se
adhieren Grecia y Turquía, en 1955 lo hace Alemania Federal, en 1982 España, en
1999 Checoslovaquia, Hungría y Polonia, en 2004 Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania y en 2009 lo hacen Croacia y Albania. Se trata de una
alianza militar europea, en donde
Estados Unidos y Canadá fueron invitados por necesidad. Se trataba de una unión
exclusiva entre blancos “del Atlántico Norte”. El Atlántico Sur no tenía nada
que hacer allí. Nada de indios del tercer mundo y menos de Hispanoamérica.
Estaban en su derecho, era su problema.
Pero mientras UNASUR, mediante una declaración
consensuada, se declara territorio de Paz del mundo, es decir una región en
donde no tiene cabida el armamento atómico, ni las guerras y las diferencias
cualesquiera que fuesen, deberían resolverse por consenso, nuestro presidente resulta anunciando que suscribirá
un acuerdo de cooperación con la OTAN, para mostrar su disposición de ingresar a ella,
señalando que de alcanzar la paz con las
Farc, el ejército también buscará distinguirse en el ámbito internacional, para
rematar diciendo que Colombia tiene
derecho a pensar en grande y que él va a
buscar ser de los mejores “ya no de la región sino del mundo entero”. Pero se
cuidó de decir los mejores en qué o para qué. Será que cincuenta años de guerra
fratricida no son suficientes?
Qué pronto se olvidó el comportamiento estadounidense
cuando el caso de Las Malvinas y el tan cacareado Tratado de Asistencia
Recíproca, que en su momento sólo sirvió para que el aliado pusiera sus cartas
marcadas sobre la mesa, permitiendo que los ingleses masacraran a muchachos argentinos en la plenitud de su
vida, con una tecnología militar, incluso facilitada por ellos. No obstante que
el tratado los obligaba a otra cosa. Las últimas noticias parecen indicar que
el gobierno muy inteligentemente ha comenzado a echar marcha atrás en esta
postura. Qué bueno.
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