lunes, 17 de junio de 2013

Así no podemos seguir.

Por Armando Brugés Dávila.

Es necesario que entremos a analizar aparte de una carta que el 27 de mayo del año en curso enviara el representante a la Cámara por el Polo Democrático, Wilson Neber Arias Castillo, al reconocido hombre de negocios Luis Carlos Sarmiento  Angulo, presidente del Holding Grupo Aval Acciones y Valores S.A., en donde le manifiesta que en investigaciones realizadas por él en materia de tierras y desarrollo rural, había encontrado que empresas suyas habían realizado operaciones de acaparamiento en baldíos nacionales, no obstante que él y sus asesores jurídicos debían de tener  conocimiento y si no peor aún, que tales tierras de carácter nacional tenían como destino único, generar propiedad rural entre campesinos y trabajadores agrarios en condiciones de pobreza. Pero además, debían de saber también que dicha  normatividad prohíbe la acumulación  de más de una unidad agrícola familiar (UAF), precisamente con el único propósito de evitar la concentración de ese tipo de propiedad.
Ante la gravedad de los hechos, el congresista le hace tres preguntas al destacado hombre de negocios, de las cuales creo que con la primera resultará suficiente para tener una idea del porqué nos resulta a los colombianos tan difícil alcanzar la paz que tanto anhelamos la gran mayoría. La primera pregunta a que hago referencia y que le hace el parlamentario al “distinguido” hombre de negocios, es la siguiente: ¿Bajo qué consideraciones usted, dueño de cuatro bancos, un periódico nacional, un fondo de pensiones, cadenas de hoteles, concesionarias viales, constructoras de vivienda, compañías petroleras y de gas, y otros tantos negocios, se cataloga como campesino pobre y por tanto sujeto del derecho a acceder a baldíos de la nación? Ante semejante pregunta, veo que las otras dos no resultan necesarias, habida cuenta de la fuerza y contundencia de ésta. Para nadie es un secreto, que Luis Carlos Sarmiento Angulo es uno de los hombres más ricos no solo de Colombia sino del mundo, y por tanto con amplias posibilidades de gozar de la mejor manera su estancia en este valle de lágrimas para unos, pero para otros todo un mar de leche y miel. Pero verlo en este plan de pobre y miserable avaro, arrebatándole la posibilidad de realización a campesinos sumidos en la miseria y en la ignorancia, hambrientos no solo de justicia sino también de eso que los seres vivos necesitamos para sobrevivir, el vital alimento, es algo que golpea la racionalidad humana. Pero eso parece no ser raro en un país en donde mucha gente acomodada y políticamente mejor ubicada se vale de su influencia y se filtra en los servicios médicos gratuitos destinados a los sectores populares para usufructuar de tan generosos beneficios, no ocurriéndoseles a estas personas pensar que tal comportamiento además de inmoral es criminal. Esto sin contar la manera corrupta cómo se comportan la mayoría de las EPS en el manejo  financiero de sus instituciones para beneficio de los intereses particulares de sus propietarios.
Es casi seguro, que a personas de este talante son a las que precisamente  no les interesa para nada que en La Habana se llegue a ningún acuerdo de paz y posiblemente sea la explicación por la cual Humberto De la Calle, en la reunión con los ganaderos les dijo: “Los poseedores bien habidos de tierras no tienen nada que temer en este proceso”. Al buen entendedor pocas palabras. De que los hay los hay y para prueba, el botón con que iniciamos esta columna.

 

 

 

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