Es
necesario que entremos a analizar aparte de una carta que el 27 de mayo del año
en curso enviara el representante a la Cámara por el Polo Democrático, Wilson
Neber Arias Castillo, al reconocido hombre de negocios Luis Carlos
Sarmiento Angulo, presidente del Holding
Grupo Aval Acciones y Valores S.A., en donde le manifiesta que en
investigaciones realizadas por él en materia de tierras y desarrollo rural,
había encontrado que empresas suyas habían realizado operaciones de
acaparamiento en baldíos nacionales, no obstante que él y sus asesores
jurídicos debían de tener conocimiento y
si no peor aún, que tales tierras de carácter nacional tenían como destino
único, generar propiedad rural entre campesinos y trabajadores agrarios en
condiciones de pobreza. Pero además, debían de saber también que dicha normatividad prohíbe la acumulación de más de una unidad agrícola familiar (UAF),
precisamente con el único propósito de evitar la concentración de ese tipo de
propiedad.
Ante la
gravedad de los hechos, el congresista le hace tres preguntas al destacado
hombre de negocios, de las cuales creo que con la primera resultará suficiente
para tener una idea del porqué nos resulta a los colombianos tan difícil alcanzar
la paz que tanto anhelamos la gran mayoría. La primera pregunta a que hago
referencia y que le hace el parlamentario al “distinguido” hombre de negocios,
es la siguiente: ¿Bajo qué consideraciones usted, dueño de cuatro bancos, un
periódico nacional, un fondo de pensiones, cadenas de hoteles, concesionarias
viales, constructoras de vivienda, compañías petroleras y de gas, y otros
tantos negocios, se cataloga como campesino pobre y por tanto sujeto del
derecho a acceder a baldíos de la nación? Ante semejante pregunta, veo que las
otras dos no resultan necesarias, habida cuenta de la fuerza y contundencia de
ésta. Para nadie es un secreto, que Luis Carlos Sarmiento Angulo es uno de los
hombres más ricos no solo de Colombia sino del mundo, y por tanto con amplias
posibilidades de gozar de la mejor manera su estancia en este valle de lágrimas
para unos, pero para otros todo un mar de leche y miel. Pero verlo en este plan
de pobre y miserable avaro, arrebatándole la posibilidad de realización a
campesinos sumidos en la miseria y en la ignorancia, hambrientos no solo de
justicia sino también de eso que los seres vivos necesitamos para sobrevivir,
el vital alimento, es algo que golpea la racionalidad humana. Pero eso parece
no ser raro en un país en donde mucha gente acomodada y políticamente mejor
ubicada se vale de su influencia y se filtra en los servicios médicos gratuitos
destinados a los sectores populares para usufructuar de tan generosos
beneficios, no ocurriéndoseles a estas personas pensar que tal comportamiento
además de inmoral es criminal. Esto sin contar la manera corrupta cómo se
comportan la mayoría de las EPS en el manejo
financiero de sus instituciones para beneficio de los intereses
particulares de sus propietarios.
Es casi
seguro, que a personas de este talante son a las que precisamente no les interesa para nada que en La Habana se
llegue a ningún acuerdo de paz y posiblemente sea la explicación por la cual
Humberto De la Calle, en la reunión con los ganaderos les dijo: “Los poseedores
bien habidos de tierras no tienen nada que temer en este proceso”. Al buen
entendedor pocas palabras. De que los hay los hay y para prueba, el botón con
que iniciamos esta columna.
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