Por
Armando Brugés Dávila.
No puedo olvidar los momentos estelares de Gustavo
Petro en el Senado, en donde llegó a sentar cátedra no sólo como aguerrido
orador sino también como brillante analista de los procesos delictuosos por los
que estaba pasando en ese momento la Nación y a los que la mayoría parecía no querer ponerle tatequieto por
terror al innombrable. Surge entonces la figura valerosa de Petro y asume con
decoro y valentía el compromiso de sacar a la luz pública lo que sucedía en la
hacienda Las Guacharacas, los falsos positivos en Soacha, el carrusel de las contrataciones,
entre otros. Todo iba sobre ruedas: el senador estaba haciendo una de las
mejores carreras parlamentarias del momento; era a no dudarlo el senador más
carismático de la izquierda y del Congreso. Cuando este hombre hablaba la
nación se ponía expectante, se sabía que
sus planteamientos no sólo resultaban claros sino también contundentes y
arrolladores.
Pero un buen día, de esos que no faltan, el senador
Gustavo Petro, no se sabe motivado por qué razones, resulta haciendo algo que
aún no he podido entender. Ese día, el Petro que admiraba cayó hecho pedazos.
Por más que lo intente no logré conseguir una sola razón que justificara el
comportamiento del senador Petro, al votar favorablemente por Alejandro Ordoñez
para ejercer el cargo de Procurador General de la Nación. Pero más triste fue
saber que con su voto dicho inquisidor ganó el puesto. Y más triste aún, que el Senador nunca quisiera o pudiera dar una explicación coherente que permitiera
justificar semejante disparate ideológico ante sus seguidores. Ese señor, a
quien bien se le califica de “fanático religioso” por su sectarismo clerical,
era ya más que conocido por sus
posiciones sectarias, y a este senador de izquierda, lo que se le ocurre es
defender la aspiración del mismo sin tener en cuenta el peligro que representaba
este siniestro personaje para la democracia y la libertad de pensamiento en Colombia.
Escuchando su discurso en la Plaza de Bolívar, le oí decir al parlamentario que
no tenía de qué arrepentirse y personalmente creo que lo decía sinceramente, pero
no le entendí, porque para bien o para mal, el que lo estaba mandando a la
calle era el mismo tétrico personaje, que él con su voto y vehemencia ayudó a lograr
esa posición, la misma que hoy utiliza
para destruirlo no sólo como Alcalde sino también como político. Y de eso tiene
que estar arrepentido, pero no lo dijo. No fue capaz de asumir su
responsabilidad, no obstante conocer que Alejandro Ordoñez se había opuesto
feroz y públicamente a que las mujeres pudieran detener la gestación en
cualquier circunstancia; el mismo que siendo estudiante de bachillerato en
Bucaramanga había participado en la
quema de libros, con motivo de la celebración del día de la Virgen María, textos
aquellos que se encontraban en la Biblioteca Gabriel Turbay de aquella
ciudad, muchos de los cuales pertenecían a autores de la literatura universal
como Flaubert, Victor Hugo, Rousseau y Proust, entre otros. Se trata del mismo
que ha combatido la adopción de las parejas del mismo sexo e intentado la
supresión del matrimonio civil en Colombia; también se le conocía como opositor
al derecho de los enfermos terminales a disponer sobre el final de sus vidas.
Pero igualmente, para la época de su elección también se sabía, de acuerdo a
Diego Olivares, en su artículo publicado por Las Dos Orillas el 13 de
diciembre, que pertenecía a la Orden de la Legitimidad Proscrita, una especie
de comunidad secreta dentro del ala extrema y más radical de la iglesia
católica. Según la misma fuente, el grupo en referencia hace de la política una
herramienta para expandir su ideario radical y sectario, en donde la diferencia
no es posible. Como se puede anotar, todo apunta a que se trataba de un
personaje totalmente contrario a las ideas liberales y obviamente a las de
izquierda. Surge entonces la pregunta: ¿Qué determina al Senador Petro a dar
semejante paso al vacio? Nadie lo sabe y él muy inteligentemente elude el tema.
Si bien es cierto el Procurador actuó en Derecho, la
sanción de inhabilidad política por 15
años al Senador no tiene explicación teniendo en cuenta lo que viene sucediendo
con el exalcalde Moreno Díaz, pero lo que sí tiene la ya famosa sanción es un
fuerte tufo político. Señor Procurador:
se le fueron las luces y quién sabe a qué costos en su contra. Sólo el tiempo
lo dirá.
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