Por Armando Brugés Dávila.
Por estos días, he tenido la oportunidad de leer un interesante libro
titulado “Y el cerebro creó al hombre” de Antonio Damasio, un neurocientífico
estadounidense que ha asumido el monumental reto de esclarecer el proceso,
mediante el cual el cerebro creó al yo consciente y la mente humana. Pero
coincidencialmente, también llegó a mi correo una especie de grafiti
internáutico, de los tantos que circulan por el espacio cibernético, que coinciden
de manera increíble. El grafiti decía que, “la corrupción en nuestro país
declinaría cuando la misma fuera despreciada y no celebrada por la sociedad
como hasta ahora ha sucedido”; para infortunio de todos, diría yo. La dignidad,
el decoro y otras palabras más, no han desaparecido porque pasaron a formar parte de la artillería
pesada de algunos políticos para engañar al común. Damasio nos dice que, los
hechos y los objetos que admiramos son consecuencia de una categorización
cultural, al igual que nuestras reacciones ante quienes son responsables de
esos actos y objetos. Considera que, cuando en una sociedad no median
recompensas adecuadas, la posibilidad de que comportamientos considerados admirables
sean emulados, esto es,
imitados por los otros miembros con la intención no sólo de igualarlos sino
incluso de superarlos, se
reducen peligrosamente. En la cultura colombiana, los comportamientos
admirables han pasado a ser sinónimos de ingenuidad o idiotez. El problema no
es nuevo y es mundial, así nos lo da a entender Enrique Santos Discepolo, quien
en 1934 creó el famoso tango Cambalache, aquel que dice: “Hoy resulta que es lo
mismo ser derecho que traidor… ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o
estafador!”. Lo grave es
que en nuestro país, tal estado de cosas parece haber llegado a su máxima
expresión, y Santa Marta no es la excepción. Los samarios de la época no
podremos olvidar cómo en una ocasión, un famoso y reconocido narcotraficante,
hizo una fiesta donde fue invitada la crema y nata de la sociedad samaria y las
autoridades de más alta rango distrital y departamental, y casi todos
asistieron. Es más, algunas personas con ínfulas de “dedoparado” llegaron a
comprar la tarjeta de invitación para no perderse de semejante acontecimiento
social. Esto se dio y se sigue dando en el resto del país. Una buena muestra lo
fue la boda de la hija del procurador general de la Nación, quien contrajo
nupcias con el hijo de un ex procurador provincial, destituido e inhabilitado
por cinco años por parte de la Procuraduría Delegada para la Moral Pública.
Según el informe publicado por elespectador.com, éste no fue el único asistente
con prontuario; allí también estuvo Fernando Londoño, destituido por la
Procuraduría General de la República de su cargo de Ministro del Interior y
Justicia, por abuso de autoridad y conflicto de intereses. Igual estuvo Juan
José García Romero, senador condenado por peculado por apropiación de manera
sucesiva, según el mismo artículo, el Honorable se hacía consignar en su cuenta
bancaria, auxilios parlamentarios o los hacía girar a una fundación de su mamá
o sacaba el cheque a nombre de la empleada doméstica de la casa materna. Igual,
posteriormente a su esposa quien le acompañó a la boda, le fue dictada una
orden de captura por parte de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. En
dicho artículo, se recuerda que Juan
José García es hermano del Honorable senador Álvaro García Romero (el Gordo),
condenado a 40 años de prisión por vínculos con paramilitares y autor intelectual
de la masacre de Macayepo. Pero también se dice que, muchos de los que
asistieron a tan fastuosa fiesta, son procesados actualmente por el procurador
general de la Nación y otros más están en peligro de ser investigados. No
olvide amable lector que, el Procurador general de la Nación es el encargado de
proteger la moral pública. Pero no crean, también estuvieron allí altos
representantes del Estado, entre ellos el presidente y el vicepresidente de la
República, el comandante de las Fuerzas Militares, cuatro ministros, la Corte
Suprema en pleno, magistrados de la Corte Suprema, del Consejo de Estado y de
la Corte Constitucional, además del Fiscal General y la Contralora General de
la Nación, así como el señor Registrados del Estado Civil. En
fin, como bien lo sentencia la filosofía popular, pedirles peras al olmo es una
solemne pendejada, por no decir otra cosa, y comportarnos de otra manera, con semejante
ejemplos, requerirá de un esfuerzo supremo de la Nación.
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