martes, 15 de abril de 2014

Nos esperan esfuerzos supremos.


Por Armando Brugés Dávila.
Por estos días, he tenido la oportunidad de leer un interesante libro titulado “Y el cerebro creó al hombre” de Antonio Damasio, un neurocientífico estadounidense que ha asumido el monumental reto de esclarecer el proceso, mediante el cual el cerebro creó al yo consciente y la mente humana. Pero coincidencialmente, también llegó a mi correo una especie de grafiti internáutico, de los tantos que circulan por el espacio cibernético, que coinciden de manera increíble. El grafiti decía que, “la corrupción en nuestro país declinaría cuando la misma fuera despreciada y no celebrada por la sociedad como hasta ahora ha sucedido”; para infortunio de todos, diría yo. La dignidad, el decoro y otras palabras más, no han desaparecido porque  pasaron a formar parte de la artillería pesada de algunos políticos para engañar al común. Damasio nos dice que, los hechos y los objetos que admiramos son consecuencia de una categorización cultural, al igual que nuestras reacciones ante quienes son responsables de esos actos y objetos. Considera que, cuando en una sociedad no median recompensas adecuadas, la posibilidad de que comportamientos considerados admirables sean emulados, esto es, imitados por los otros miembros con la intención no sólo de igualarlos sino incluso de superarlos, se reducen peligrosamente. En la cultura colombiana, los comportamientos admirables han pasado a ser sinónimos de ingenuidad o idiotez. El problema no es nuevo y es mundial, así nos lo da a entender Enrique Santos Discepolo, quien en 1934 creó el famoso tango Cambalache, aquel que dice: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor… ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador!”. Lo grave es que en nuestro país, tal estado de cosas parece haber llegado a su máxima expresión, y Santa Marta no es la excepción. Los samarios de la época no podremos olvidar cómo en una ocasión, un famoso y reconocido narcotraficante, hizo una fiesta donde fue invitada la crema y nata de la sociedad samaria y las autoridades de más alta rango distrital y departamental, y casi todos asistieron. Es más, algunas personas con ínfulas de “dedoparado” llegaron a comprar la tarjeta de invitación para no perderse de semejante acontecimiento social. Esto se dio y se sigue dando en el resto del país. Una buena muestra lo fue la boda de la hija del procurador general de la Nación, quien contrajo nupcias con el hijo de un ex procurador provincial, destituido e inhabilitado por cinco años por parte de la Procuraduría Delegada para la Moral Pública. Según el informe publicado por elespectador.com, éste no fue el único asistente con prontuario; allí también estuvo Fernando Londoño, destituido por la Procuraduría General de la República de su cargo de Ministro del Interior y Justicia, por abuso de autoridad y conflicto de intereses. Igual estuvo Juan José García Romero, senador condenado por peculado por apropiación de manera sucesiva, según el mismo artículo, el Honorable se hacía consignar en su cuenta bancaria, auxilios parlamentarios o los hacía girar a una fundación de su mamá o sacaba el cheque a nombre de la empleada doméstica de la casa materna. Igual, posteriormente a su esposa quien le acompañó a la boda, le fue dictada una orden de captura por parte de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. En dicho artículo, se recuerda que  Juan José García es hermano del Honorable senador Álvaro García Romero (el Gordo), condenado a 40 años de prisión por vínculos con paramilitares y autor intelectual de la masacre de Macayepo. Pero también se dice que, muchos de los que asistieron a tan fastuosa fiesta, son procesados actualmente por el procurador general de la Nación y otros más están en peligro de ser investigados. No olvide amable lector que, el Procurador general de la Nación es el encargado de proteger la moral pública. Pero no crean, también estuvieron allí altos representantes del Estado, entre ellos el presidente y el vicepresidente de la República, el comandante de las Fuerzas Militares, cuatro ministros, la Corte Suprema en pleno, magistrados de la Corte Suprema, del Consejo de Estado y de la Corte Constitucional, además del Fiscal General y la Contralora General de la Nación, así como el señor Registrados del Estado Civil. En fin, como bien lo sentencia la filosofía popular, pedirles peras al olmo es una solemne pendejada, por no decir otra cosa,  y comportarnos de otra manera, con semejante ejemplos, requerirá de un esfuerzo supremo de la Nación.


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