miércoles, 15 de octubre de 2014

Qué sucede con nuestros jóvenes?


Por Armando Brugés Dávila.
Por estos días, viajando en una buseta interurbana observé cómo un muchacho, con uniforme de una de las facultades de medicina que en la ciudad existen, abordó el vehículo, llevando en su mano derecha una mandarina totalmente pelada, la que pasó a su mano izquierda para buscar en su bolsillo un billete de 10.000 el cual entregó al conductor para cancelar su pasaje. Recibido el cambio con la misma mano y guardado este tomo la fruta y la siguió comiendo como si nada. Esto sucedía en toda la puerta del vehículo; yo estoy en la silla ubicada detrás del chófer y de allí mi posibilidad de observar todo el proceso. El joven continúa su ingreso y yo quedé malhumorado conmigo mismo por no haber tenido la oportunidad de inquirir al joven qué semestre hacía y en qué universidad. Quise suponer que era de los primeros semestres y del centro universitario hasta mejor sería no saberlo. No podía entender cómo un aspecto tan elemental de salud personal, fuese ignorado por un estudiante de la ciencia médica, así fuera de los primeros semestres, pero recordé que así llegamos la mayoría de los primíparos a los centros universitarios, ignorando las cosas más elementales y obvias de lo que será nuestro futuro quehacer. Recuerdo que en sexto de bachillerato, a un compañero de curso, no obstante haber estudiado Anatomía en 4º, no le cabía en la cabeza la palabra “amígdala” siempre dijo “Amíndula”. Hoy es médico neurólogo, no sé qué tan exitoso. Pero volviendo al tema, en eso miro hacia atrás y para sorpresa el joven estudiante estaba a mi lado, a lo que sin pensarlo dos veces le pregunté: ¿Estudias medicina? Sí. ¿En qué universidad? Por razones obvias omito la respuesta. ¿Qué semestre? Noveno. Aquella última palabra sonó en mis oídos como una bomba. Que un joven de noveno semestre de medicina no conociera de los riesgos de salud que significaba comer de esa manera tan antihigiénica? ¿Qué estaban haciendo los docentes de esa facultad que tenían a sus jóvenes tan lejos del concepto salubridad?
Pero las cosas no quedan allí; me comenta una amiga, que fue de emergencia a una Clínica de la ciudad y al ser requerida por el joven galeno, ella comenzó a relatarle las dolencias que la habían obligado a trasladarse al centro hospitalario. Después, obviamente vinieron las consabidas pregunta del joven médico para terminar recetando unos medicamentos, entre los cuales se encontraba el ya famosos iboprufeno. Aterrada, la paciente le dice a su médico que por favor le cambie  ese medicamento ya que ella sufre de una lesión en el estómago, que de ingerir una sola gragea de esas le reventaría su ya delicada víscera. La consulta terminó y al ver la paciente que su médico no había determinado nada en relación con su solicitud de cambio de droga, volvió y le insistió, ante lo cual el joven galeno mirándola  de manera soslayada, le dice: Señora, lo siento mucho, pero esto es lo que ordena el protocolo, a lo que la pacienta le responde: Ese protocolo lo irá usted a poner en práctica no se con quién, pero conmigo no va a ser. Tenga usted un feliz día. Abandonando de inmediato el consultorio.
¿Cómo así que eso es lo que ordena el protocolo? ¿Qué clase de médicos estamos formando? ¿Será que se estará robotizando la medicina de manera tan drástica? No es mi intención generalizar el problema; seguramente los habrá de muy altas calidades profesionales, pero que este tipo de situaciones se presenten, así sea en baja proporciones, es como para preocupar al más despistado.
Los adultos nos hacemos constantemente la misma pregunta: ¿Qué le pasa a estos muchachos de ahora? Siendo la respuesta  casi siempre la misma: Lo que pasa es que los jóvenes de hoy no sirven para nada.  Una respuesta facilista para un problema sumamente complejo. Para nadie es un secreto que el desarrollo de un país se revela por su educación. Cuando un país anda desbaratado, siempre sucede que las gallinas de arriba comienzan a cagarse en las de abajo, iniciándose la catarata de señalamientos, hasta llegar a los maestros, quienes a su vez se descargan en los padres de familia y todos terminan en lo mismo: Estos pelados de ahora no sirven para un carajo. Pero todos, de manera consciente o no, le sacan el bulto al verdadero problema: un sistema socio-económico, a cuyos sostenedores les interesa, para su propio beneficio, mantener una sociedad atada al pasado porque allí  imperan sus privilegios y se mantiene el statu quo social que tan bien los posiciona y los beneficia.
Ojalá aún estemos a tiempo, porque si la comunidad  pierde la confianza en la ética médica, último bastión moral que le queda para creer en algo y  al cual se aferra desesperadamente, entonces sí, apague y vámonos.


2 comentarios:

  1. Hombe, mi estimado Armado, eso no es nada: En los centros de Salud el que reparte y acepta a los pasientes es el celador de turno, y si usted tiene una acreditación distinta al Sisben, no lo atienden con la supuesta excusa que el sistema no lo permite, y todo, para que el marrano si va de emrgencia manifiesta, se deje caer con la tarifa en billetes exactos, pues no te tienen vueltos...¡nunca!

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  2. Sucede que hoy en día, a pesar de otorgarles cartón de médico, lo que en realidad egresa son técnicos en medicina.

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