domingo, 23 de noviembre de 2014

Hasta que se reventó el globo.


Por Armando Brugés Dávila.

Hasta hace poco tiempo, al profesor Shlomo Sand sólo lo conocían en su casa. Se trata de un intelectual judío, catedrático en propiedad de Historia Europea en la Universidad Judía de Tel Aviv, quien acaba de lanzar su libro “¿Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío?” Cómo él mismo lo señala,  se puede decir que más grande que su audacia de escribir el libro,  fue su paciencia en la espera del momento oportuno para hacerlo. Supo esperar hasta que lo nombraran en propiedad como catedrático en la universidad,  porque sabía perfectamente que expresar opiniones como las que pensaba tenía su precio en la universidad israelí. Tomada la decisión de escribirlo, inició entonces una minuciosa investigación histórica y arqueológica que servirían de fundamento a su teoría. Hoy su libro lleva ya más de 19 semanas en la lista de bestsellers de Israel. En Francia la edición se está vendiendo con tal rapidez que ya se han hecho tres reimpresiones. Está siendo traducido a una docena de lenguas incluidas el árabe y el inglés.
Este intelectual judío sostiene en su libro, que la idea de una nación judía es un mito inventado hace poco más de un siglo, asegurando además que los judíos jamás fueron expulsados de la Tierra Santa y que los judíos actuales no tienen conexión histórica alguna con el territorio denominado Israel. De acuerdo a su investigación los judíos se consideraban judíos por compartir una religión común. Pero esta idea comenzó a ser puesta en entredicho a principio del siglo XX por el sionismo internacional un movimiento político que comenzó a estructurar una historia nacional en la que se inventaron un pueblo judío separado de su religión, propugnando entonces por una patria para “el pueblo judío”, para lo cual proponían recobrar el territorio de Palestina y formar un Estado independiente, propósito que se alcanzó en 1948 con la fundación del Estado de Israel por parte de ONU. Pero en realidad, la idea sionista de que los judíos estaban obligados a regresar a la Tierra Prometida, en su criterio era totalmente ajena al judaísmo. El autor hace caer en cuenta que el sionismo cambió la idea que de las ciudades sagradas tenían los judíos; estos consideraban a Jerusalén como lugar para añorar, de ninguna manera para vivir ellos. Y señala que durante más de 2000 años los judíos permanecieron lejos de ella, no porque no pudiesen regresar sino porque su religión les prohibía hacerlo hasta la llegada del Mesías. 
Cuenta que en su investigación no pudo encontrar una sola prueba de la existencia de los reinos de David y Salomón, por lo que los califica de pura y física leyenda; menos aún del famoso exilio ejecutado por los romanos en su contra en el año 70. En lo relacionado con esto último, el asunto se vuelve más complicado puesto que la judeidad no se puede explicar sin el exilio, pero resulta  que buscando los pormenores de dicho exilio no pudo encontrar ningún dato. La razón, según él es sencilla, los romanos no exiliaron a nadie. Los judíos en Palestina eran mayoritariamente campesinos y todo indica que se quedaron en sus tierras, lo que a decir del autor es lo que ha permitido que la mayoría de los lideres sionistas iniciales, incluido David Ben Gurión,  creyeran que los palestinos eran los descendientes de los judíos originales de la región.
Y aunque al parecer los judíos no lo han respaldado, algunos como el prestigioso periodista Tom Segev lo califica de “fascinante” y un “auténtico desafío”. Lo sorprendente para el autor es que sus colegas universitarios se han abstenido en comentar la obra. Sólo Israel Bartal, profesor de Historia Judía en la Universidad Hebrea de Jerusalén lo ha hecho, pero no rebatiendo sus teorías, sino defendiendo a sus colegas en el sentido que no eran tan ignorantes sobre la naturaleza de la historia judía, como lo plantea el autor.
Como es de suponer, el mundo político mundial está estupefacto dado que el Estado judío es el aliado carnal de la potencia estadounidense y la conclusión del catedrático judío es clara y contundente: La única solución política para el conflicto palestino-israelí es la abolición del Estado judío. La razón es sencilla, este Estado nunca existió. Lo que viene de aquí en adelante es algo realmente interesante en lo que a geopolítica mundial se refiere.





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