Por Armando Brugés
Dávila.
Hace doscientos
años, más exactamente un 6 de septiembre de 1815, el planeta recibía, tal vez
con mucho escepticismo, la emisión de un escrito que con el tiempo se
convertiría en uno de los más importantes documentos de que tenga noticias la
historiografía latinoamericana y mundial tanto así que bien se le puede
calificar como la síntesis del más grande proyecto político concebido para
Hispanoamérica y por su intencionalidad sin parangón en la historia de las
naciones.
En esta carta se
observa un Bolívar angustiado y un tanto frustrado por la actitud de Europa y
de los "hermanos del Norte", refiriéndose a los estadounidenses, ante
el proceso independentista de esta parte del mundo. Paradójico, si se tiene en
cuenta que habían sido los estadounidenses los hacedores de la primera
república de los tiempos modernos, razón más que suficiente como para haber
esperado una colaboración más estrecha con los movimientos insurgentes del sur del
continente. Pero infortunadamente, las cosas se estaban dando de manera
totalmente contraria a los intereses hispano americanistas y así lo deja
entrever en este documento
Su sueño de integración
subcontinental se encuentra expresado en dicho documento de manera explícita y
en la misma deja claramente definida su posición en lo que respecta a su idea
de una concepción estrictamente pan latinoamericanista y en ningún caso panamericanista,
idea esta que han tratado de atribuirle algunos sectores interesados de
mostrarlo como como tal. Para él, la idea grandiosa era formar de todo el Mundo
Nuevo una Gran Alianza de naciones con un solo vínculo que ligara sus partes
entre sí y con el todo, aprovechando, según él, el extraordinario suceso de un
mismo origen, al igual que una misma lengua, unas mismas costumbres y una misma
religión. Es decir, estábamos hechos para construir una Alianza que con un solo
gobierno fuese capaz de confederar a los diferentes estados que hubiesen de
formarse.
Todo le parecía
claro aunque sabía que no le sería fácil.
En esta carta
señala que su sueño más preciado era ver formar en la América hispana la más
grande nación del mundo, pero no precisamente por su extensión y riquezas, sino
por su libertad y gloria.
En aquella
memorable carta vislumbró no solo el Canal de Panamá, al manifestar que Istmo
Panamá con su magnífica posición entre los dos mares podría convertirla con el
tiempo en el emporio del universo, en tanto que sus canales acortarían las
distancias del mundo estrechando los lazos comerciales de Europa, América y
Asia, intuyendo así mismo, de manera por demás brillante, la posibilidad de
instalar allí lo que hoy se conoce como la Organización de las Naciones Unidas.
En su criterio, llegaría el día en que se tendría la fortuna de instalar en el aquel
Istmo, un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e
imperios, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la
guerra con las naciones de las otras tres partes del mundo.
Sin duda alguna,
Simón Bolívar resultó un fuera de serie en el acontecer político mundial de su
tiempo. Infortunadamente, sus alas de estadista planetario fueron quemadas, no
por el sol como sucediera con Ícaro, sino por las incomprensiones y malquerencias
de sus conciudadanos, así como por los intereses particulares locales e
internacionales que sabían claramente, que dejarlo volar seria la perdición de
ellos y de sus privilegios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario