martes, 1 de septiembre de 2015

Pensar en caliente no es bueno.


Por Armando Brugés Dávila.
Por estos días salió una noticia relacionada con el cambio de sede del Concejo de esta ciudad, debido al avanzado estado de deterioro que presenta la actual en donde ha venido funcionando hace 40 años. Hermosa edificación, que otrora fue el orgullo de la ciudad y de sus administradores locales, se desmoronó sola. Sí, así de simple;  ese hermoso edificio se destruyó solo, nadie, mucho menos funcionario alguno le metió la mano para que no sucediera. Esto es lo que resulta vergonzoso. Por eso no tiene carta de presentación que la presidenta del Concejo diga, sin complique alguno, que la causa de este desastre en dicha construcción lo sea que el edificio tenga más de 50 años; la Catedral tiene 250 y está como cualquier quinceañera; pero que además diga que el excremento de las palomas interrumpía el desarrollo de las funciones de los ediles, es algo como para ponerse a llorar.   Si algo llama la atención en la noticia es que se dice que ahora en ese edificio, que no se sabe cómo diablos está parado gracias a la desidia de alcaldes y concejales, se piense restaurar con recursos del Ministerio de la Cultura, precisamente ahora cuando la operación debe costar cualquier millonada, para ubicar allí el Archivo de Memoria Histórica de Santa Marta. Y no es que me oponga a tan loable propósito, que daría cumplimiento al artículo 147 de la Ley de Victimas y restitución de Tierras, que tiene por objeto reunir y recuperar todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio, que permitan proporcionar y enriquecer el conocimiento de la historia política y social de Colombia. La intencionalidad es contribuir a la reparación integral y al derecho a la verdad no sólo de las víctimas,  sino también de la sociedad en su conjunto, con ocasión de las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado. El problema radica en que tal y como se está planteando la situación, parece que nada más existiera un solo protagonista en esta violencia fratricida, (caso curiosamente muy parecido al que se dio en este país hace poco, cuando un delito de cohecho se manejó durante mucho tiempo con sobornado pero sin sobornador), lo que en mi concepto hará sumamente difícil construir siquiera un horizonte de paz, democratización y mucho menos de reconciliación.
En todo caso, la intencionalidad del Archivo es deseable desde todo punto de vista; lo penoso, bochornoso e impresentable es que ni la primera autoridad distrital ni el concejo parecieran tener conocimiento, que esta ciudad cuenta con el archivo histórico más valioso existente en el área del Caribe, el cual se encuentra tirado y arrumado en algunos salones del segundo piso del antiguo Hospital San Juan de Dios, en donde lo que no se ha perdido por efectos del aire, el sol o el agua, está siendo rapado por avivatos ante la mirada cómplice de administradores de la cosa pública, a quienes esto parece no importarles en absoluto. Ante la terrible realidad a la que nos enfrentamos, me atrevería solicitar que de darse tal recuperación del local, que ojalá así sea, se dejaran unos espacios para el uso exclusivo de lo poco que está quedando ya del famoso Archivo Histórico del Magdalena Grande. 
Es más, personalmente insisto en que  las dos más hermosas y antiguas edificaciones con que cuenta la ciudad, el Liceo Celedón y el Instituto Técnico Industrial, deberían ser tomados para organizar grandes proyectos culturales, incluidos museos, hemerotecas, escuelas de teatro, cine y música, salas de exposiciones y conferencias, en fin,  se dedicaran a actividades del arte y la cultura local y contemporánea. Tengo la impresión, que si los cambios educativos que propone el gobierno se van a hacer sobre los esquemas arquitectónicos de las escuelas de los siglos XIX y XX, aquí no va a pasar absolutamente nada en cuanto a cambio de modelo pedagógico y mentalidad escolar se refiere; la memoria y no la lúdica, seguirá imperando como sistema de aprendizaje, por lo que es razonable pensar, que este subdesarrollo seguirá por unos doscientos años más.


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