Por Armando Brugés Dávila.
No quisiera terminar el año con un tema
pesimista pero la realidad global así lo exige teniendo en cuenta el último
informe que sobre desarrollo humano ha presentado el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo en lo que al trabajo decente se refiere.
Si bien es cierto que en dicho documento se
reconoce que en los últimos 25 años un promedio de dos mil millones de personas
han salido del nivel más bajo de desarrollo humano, igualmente se dice que la
globalización y su acelerada revolución digital están generando un mundo cada
vez más desigual. La desigualdad entre ricos y pobres, hombres y mujeres es
cada vez mayor, contribuyendo ello a un peligroso crecimiento del trabajo
informal lo que conlleva a la pérdida de los trabajadores a salvaguardar sus
derechos y a asegurar el empleo que es uno de los aspectos que más contribuye
al desarrollo.
De acuerdo con el administrador adjunto y
director de la Oficina de Política y de Apoyo a las operaciones del PNDU, el
61% de la gente que trabaja en el planeta lo hace sin contrato alguno, de este
privilegio laboral solo goza un 26% y lo que es peor, tres cuartas partes de la
gente que labora en el planeta no cuentan con ningún sistema de protección
social. De otra parte la revolución tecnológica está generando magnificas
oportunidades para los trabajadores cualificados pero al mismo tiempo serias
incertidumbres para los que no gozan de cualificación alguna dado que las diferencias salariales entre unos
y otros es cada vez más grande, tanto así que mientras en 1978 un director
ejecutivo en USA ganaba 30 veces más que sus subalternos, hoy día esa
diferencia se ha ampliado a 296 veces más
o sea que en solo 37 años la diferencia porcentual salarial entre estos
dos sectores aumentó en un 5.533%. Luego no queda si no hacerse una pregunta
obvia y que se la hacen los expertos de PNDU: ¿Habrá económica o moralmente una
justificación para tan semejante desigualdad salarial?
En lo que a la mujer concierne nos dice el informe que existe una persistente
desigualdad laboral en relación con el género masculino ya que las primeras
ganan un 24% menos que los segundos y solo
ocupan un 22% de las posiciones de dirección existentes en el planeta.
Pero el problema toma proporciones inusitadas
cuando en el informe se dice que 74 millones de jóvenes (entre 15 y 24 años) no
tienen empleo en el mundo. Lo que le permite solicitar a Martínez Solimán, quien fuera director del
Instituto de la Juventud en España, que se apueste por la formación de los
jóvenes más vulnerables en los temas que generen empleo como son la economía
verde, la digitalización, las energías renovables y los servicios. Entre otras
cosas porque considera que a consecuencia de semejante estado de cosas países
como España e Italia e incluso Grecia corren el riesgo de contar con una
generación perdida. Si esto piensan europeos de alguna de sus naciones que pelecharon de la bonanza
mundial después de la segunda gran guerra, cuando se repartieron África y
desmembraron el mundo árabe, qué estará sucediendo en América Latina y el
Caribe, en donde un coloniaje económico nos ha acostumbrado a cambiarlo todo
para que nada cambie.
Ojalá la dirigencia latinoamericana y caribeña
tenga la sensatez suficiente para mantener a esta área del mundo como Territorio
de Paz, tal y como lo declaró en su momento la CELAC en su segunda cumbre, y de
esta manera por lo menos impedir que la
región sea embarcada en guerras
fratricidas como ha sucedido y viene sucediendo en África y Oriente Medio, acciones
bélicas que solo benefician a los productores de armas y a las transnacionales
devoradoras de mala fe de las riquezas energéticas del tercer mundo.
Publicado en El Informador el 2 de enero de 2016.
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