sábado, 2 de julio de 2011

Y se ganó la lotería.

Cuento.
Por Armando Brugés Dávila

El calor era insoportable. En la ciudad a medio día la gente solo deseaba, por lo menos, estar bajo la sombra de un generoso árbol de almendro o trupillo.
Era época de carnaval, pero a decir verdad, la ciudad parecía no tener cómo ni con qué responder a una fiesta popular tan exigente en organizacion y derroche. Los tiempos de las cumbiambas con mechones de billeters encendidos de que se ufanaran los antiguos bananeros, muchos de ellos hoy palmeros, habian pasado a la historia y no volverian con su estela de explotacion y miseria. Otras formas de despojo habian tomado su lugar.

Allí en aquel pequeño local de 3x4 se encontraba un grupo de colegas técnicos empíricos de computadoras. Todos pertenecían a ese grupo de obreros empiricos desempleados, consecuencia de esa misma tecnología, en la que curiosamente trabajaban, muchas veces poniendo en jaque a los encopetados técnicos de esas multinacionales, por la increíble habilidad que algunos mostraban cuando de descifrar sus tan elaborados controles de operatividad técnica se trataba.
Se sudaba a la lata. Ellos solo gozaban del aire acondicionado cuando iban a los almacenes a comprar repuestos o cuando les tocaba en suerte un cliente con ese tipo de artefactos instalados en su casa.
Era un sábado, dia de la semana en el que acostumbraban a reunirse a medio dia, más que para contarse sus angustias económicas, colaborarse entre ellos dándose mutuas luces en la solución de problemas que presentaban algunos trabajos de reparación a ellos encomendados.
En medio de la algarabía, propia de reuniones costeñas, llego un vendedor de chance, y dirigiéndose a uno de los contertulios, le dijo:
Huy papá, coronastes.
Como así, men?
Te sacaste la bolita con el 433 que te vendí ayer. Son millón trescientos mil barras.
P´a jodete, dijo el muchacho.
Seguro loco, mira p´a que veas.
Y mientras el aludido comenzó a buscar en su cartera, el silencio comenzó a apoderarse del grupo, como una manera de comenzar abonarle a la noticia el beneficio de la duda.
Huy, Mamita. Sí, este es el número. Dijo el apostador.
Y preguntó.
Oye, pero sí estás seguro que salió ese número?
Claro. Y por qué crees que estoy aquí, ...para que me tires una esquirla de lo que cobres.
Hugo, así se llamaba el feliz ganador, comenzó a notar que su ritmo cardiaco iba en aumento y solo atinó a sacar el celular y llamar a su compañera sentimental:
Mami, mi amor coronamos. Me gané un millón trescientas mil barras en la bolita. Ahorita te caigo allá. Y colgó.
Luego dirigiéndose a sus amigos dijo: A quien me lleve le doy treinta barras del premio.
Casi al mismo tiempo dos de ellos dijeron:
Vamos, dijo uno.
Yo te llevo en la moto, dijo a su vez el otro.
Pero un tercero manifestó dijo:
No. Eso puede resultar peligroso. Oye, es un millón trescientos mil pesos. Y como están las cosas en la ciudad. Acuérdense, ayer mataron a una pelá en la entrada de la universidad para quitarle un computador de millón y pico, ahora que es billete en rama. Creo que es mejor que vayamos en mi carro.
A lo que Hugo le inquirió.
Oye loco, tu no estabas diciendo ahorita que tu carro no quería prender. Cómo vas a hacer.
Lo que pasa es que ese carro prende pero empujado
Listo, vamos, ripostó Hugo.
Y todos salieron a empujar el carro, un mazda verde 323.
Cuando el carro prendió, otro de los contertulios dijo:
Yo voy como escolta, por si acaso.
A lo que otro remato diciendo: Va pa esa, yo te hago la segunda.
Ya en el sitio de cobro, ubicado diagonal a la Catedral Basilica y al lado de la que fuera residencia del expresidente Jose Maria Campo Serrano, mientras el propietario del vehículo se quedaba dentro para no dejar que este se le apagara, los amigos que hacían de escolta se bajaron y ubicaron en sitios estratégicos, uno en la esquina y otro a la entrada de la oficina.
Hugo, mientras tanto, se bajaba e iniciaba su marcha hacia las instalaciones de la empresa responsable del juego de azar. Mientras caminaba hacia allí, su corazón latía cada vez mas aceleradamente, no podía dejar de pensar en su buena suerte, aquella plata si bien no le solucionaba todos sus problemas, si le resolvería algunos claves, sobre todo el del arriendo de la casa.
Afuera, todo era expectativa, los minutos se hacían interminables. Para el chofer 30.000 pesos, le solucionarian por lo menos dos días de gasolina. Por su parte los improvisados escoltas, veían un sábado de carnaval más pachanguero y alegre. Por lo menos tendrían con qué acercarse a la procesión de San Agatón en Mamatoco, a quien el pueblo ha bautizado como "el santo borrachón", y el cual durante su recorrido por el pueblo en solemne procesion, cargado en hombros por feligreses, es bañado en ron por la multitud agorera y fanática. Lo que a permitido a algunos parroquianos pensar que si por ron fuera, a la Virgen del Carmen que celebran en Julio, quien sabe que nombra le tocaria.
Al salir Hugo, el amigo que fungía de escolta, que le esperaba en la puerta, ante su mirada un poco extraviada le pregunto:
Aja loco y qué?
A lo que Hugo le respondió:
Huy, hermano, todo fue un falso positivo. El numero si era ese, pero jugó con el sorteo de anteayer. Tanta belleza no podía ser verdad. ¡Vida malparida!

3 comentarios:

  1. Eso es estar el la fecha equivocada. Bueno.

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  2. Fijo y se rumbearon y bebieron los carnavales por cuenta de esa historia! Por que al costeño lo que le sobran son excusas para parrandear!
    Bueno!

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  3. Armando, la factura de "Y se ganó la lotería" me pareció excelente. Sólo puedo anotar que el final era previsible. Un abrazo.

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