martes, 6 de diciembre de 2011

La juventud se rebela también en Harvard.

Por Armando Brugés Dávila.
Por conducto de un dilecto amigo, llegó a mi correo un documento elaborado por la salvadoreña Julia Evelyn Martínez, que bien vale la pena comentar.
Resulta que el pasado 2 de noviembre sucedió en la Universidad de Harvard, un acontecimiento que la autora considera como un hito en la historia educativa estadounidense, dado que estamos hablando del centro universitario con más alto nivel académico en el planeta. Allí como en cualquier universidad tercermundista, un grupo de estudiantes del área de economía decidió retirarse de la cátedra de Introducción a la Economía, como una manera de protestar, nada más ni nada menos que contra el contenido y enfoque desde el cual se estaba impartiendo allí esa asignatura.
La protesta la hicieron más directamente contra el economista Gregory Mankiw, su profesor de economía, unos de los gurúes de esta área en los Estados Unidos, autor del manual de macroeconomía más utilizado en las escuelas económicas dentro y fuera de USA. Dirigiéndose a él, le dicen que abandonan su clase como señal de descontento por el sesgo inherente de su curso y la forma como el mismo afecta a los estudiantes, a la universidad y a la sociedad estadounidense en general. En concepto del grupo, si la universidad falla a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones, por obvias razones, estarán condenadas a perjudicar el sistema financiero mundial, señalando que los últimos cinco años de crisis económica norteamericana así lo han demostrado. En la carta le señalan al honorable profesor, que se retiran de su clase no sólo como protesta por la falta de discusión de la teoría económica básica sino también para dar apoyo al movimiento “Ocupemos Wall Street”, el cual, en criterio de ellos, está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica. De igual manera solicitan al profesor Mankiw, tome en serio sus inquietudes y el retiro de su clase, porque lo hacen por la indignación que sienten ante el vacío intelectual imperante, así como también por la corrupción moral y económica que observan en gran parte del mundo académico, la mayoría cómplices, según ellos, por acción u omisión en la actual crisis económica estadounidense. El ribete dramático lo pone, como bien lo señala Julia Evelyn Martínez, el hecho de tratarse de jóvenes pertenecientes a la élite económica, social y política de Estados Unidos, es decir, del cogollito del establecimiento planetario.
Guardando las proporciones, sus planteamientos son muy similares a los que hicieron los estudiantes colombianos cuando se levantaron contra la nueva Ley de Educación Superior. En sus requerimientos hacían referencia a la fragmentación del conocimiento, a la ausencia del pensamiento crítico, y a la idea casi obsesiva de querer formar profesionales especialmente capaces de adaptarse a un status quo, que permite, racionaliza y justifica la existencia de una gran parte de la población colombiana en la exclusión y la pobreza.
Desde hace mucho tiempo al interior del mundo intelectual se viene dando esta lucha en torno al para qué de la universidad. Una de cuyas corrientes aboga por una educación que enfatice en la formación de seres humanos capaces y sensatos, siempre dispuestos a anteponer su condición de personas a la de profesionales de cualquier saber obsesionados sólo por el utilitarismo y la ganancia. Lo sucedido en Harvard parece inclinar la balanza a su favor.

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