miércoles, 11 de enero de 2012

Sin brisa y con prepotencia.

Por Armando Brugés Dávila.


Era diciembre con sus penas y tristezas, pero también con sus propósitos y deseos de mejorar nuestra práctica social, en procura de hacer un planeta más amable.
No obstante ser medio día y que el sol caía pleno sobre la ciudad, el clima se mostraba suave bajo sombra, pues un leve viento circulaba por sus calles. Ya la brisa loca no llegaba impetuosa como antes, parecía haberse escapado a otros lares, en busca de mejores propuestas, como dirían los abuelos.   

  Acabábamos de terminar de hacer unas compras y salíamos del supermercado, mi compañera tomó las escaleras y yo por llevar el carrito de la compra, busco la primera rampa que me queda a la derecha. De manera intempestiva me tengo que detener, la rampa que había escogido, al finalizar se encontraba bloqueada por tres carritos, que usuarios perezosos e  irresponsables habían dejado allí. Luego, al tomar la otra rampa y continuar mi camino por un estrecho andén que me conducía al parqueadero del centro comercial,  me encuentro con un joven empleado del mismo que traía 3 carritos de mercado desocupados y que seguramente llevaba para ponerlos a disposición de los clientes.  Pero ante mi presencia, en vez de echar para atrás y cederme el paso, si no por cliente al menos por edad, lo que hizo fue quedarse parado esperando que me bajara con el carro por el andén. Ante mi requerimiento airado, pero respetuoso, cayó en la cuenta de su error y  raudo salió a ofrecerme ayuda, pero sólo para colaborarme a bajar mi carrito del andén. 
Seguí mi camino, gozando de la brisa y riéndome de las cosas que sucedían en nuestra ciudad. Pensando que tal vez las personas que habían dejado los carritos a la salida de la rampa no habían tenido la oportunidad de una buena educación, o no contaban aún con el tiempo suficiente para que los educara la vida misma, como seguramente le sucedía al muchacho empleado que me hizo bajar del andén para que lo dejara trabajar tranquilo.  
Más adelante cruzo la calle y entrando al parqueadero me encuentro con que la rampa que allí existe, precisamente para que los carritos de llevar las compras, entren y salgan con facilidad, estaba obstruida por un vehículo, al interior del cual se encontraba una mujer a quien de entrada no reconocí, pero una vez la tuve frente, detrás de la puerta del automotor, la reconocí de inmediato. Sí, era ella una dama a la que conocía de mucho tiempo, a quien le tengo gran estima y aprecio. Pero al tratar de saludarla y hacerle caer en cuenta que estaba obstruyendo el paso de la rampa, se mostró como ofuscada buscando algo en la gaveta del carro y no tuve más remedio  que dejarla terminar de resolver su problema y ante lo pesado de la compra, opté por bajar de la mejor manera por el andén ayudado por mi compañera.
  Obviamente, iba refunfuñando, cuando apareció el encargado de orientar a los conductores y le solicite que por favor le hiciera caer en cuenta a la señora del carro parqueado sobre la rampa, para que lo rodara pues estaba impidiendo el normal flujo de los carritos de compra. Y cuál no sería mi sorpresa cuando el señor me respondió: No me lo va a creer, pero se lo he dicho tres veces. En las dos primeras me contestó que no lo iba a hacer, porque en el parqueadero había mucho espacio. Cuál es el problema? En la tercera oportunidad, lo que hizo fue correrse a la silla del copiloto, como diciéndome, yo no lo voy a correr, haga lo que le dé la gana.   Y remató diciéndome el celador: Señor, usted no tiene ni idea de lo prepotentes que son algunas personas. Ante esta frase lapidaria, sólo pude pensar que como ciudadanos aún nos falta mucho por aprender y practicar sobre la convivencia mediante el desarrollo de las competencias ciudadanas. 










7 comentarios:

  1. maravilloso e inquietante pincelada de la inexistente cultura ciudadana, un abrazo para ti y mis mejores deseos para este ultimo año 2012,

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  2. Es como una enfermedad cuyo síntoma principal tiene que ver con andenes, o mejor, con la ausencia de estos y con el modernismo que nos asalta se entiende para qué son: Para que no nos atropellen los carros, porque motos y ciclas también los reclaman, y si estuvieran perfectos pero distan de eso. Es un asunto de movilidad y de querer pasar siempre primero. Cada vez hacemos menos amable el compartir lo básico, que es el espacio público. Con ello logramos devaluar a toda este territorio privilegiado, donde todos quieren llegar a sentir ese clima mágico que al ritmo que vamos, ya no disfrutaremos más.

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  3. Armando.Observo que has iniciado con buenos vientos el 2012 cosa que me agrada.Tu cuento excelente aunque eso ocurre hoy día en cualquier
    terruño,el respeto por los demás se he perdido,tocará regresar a la urbanidad de CARREÑO.Volviendo al cuento pareceme que hay un "como que" que sobra.
    Abrazo de OSO. Enrique

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    1. Hola Enrique: Tienes toda la razón del "como que" sobrante. Gracias. Haré la corrección respectiva. Te aclaro eso sí que no se trata de un cuento, me sucedió en el SAO de nuestra ciudad. Claro que no me disgusta la idea que parezca un cuento.
      Un abrazo doble de oso y buena suerte.

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  4. Armando, buena nota. Cabe añadir que en nuestro mundo macondiano " siglo XXI " por la incapacidad de usar la educación cívica, materia inexistente ya en el pensum actual, los andenes modernos y rampas son una nueva señal al ciudadano de que a partir de su presencia debemos bajarnos a la vía, lease cra 5a, centro histórico, etc. No sólo nos falta educación sino también hacer buen uso de la autoridad.
    Attentamente
    govip

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  5. Muy bueno tu articulo, me pregunto que le puede ensenar la mencionada fulana ha, sus hijos o, nietos , eso que narras es un problema cultural, como ensenarles a esa franja de personas , que el derecho de uno termina cuando comiezan los de los demas .

    Abrazos,

    J.noguera

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  6. Es una enfermedad q se propaga con rapidez. Sinembargo las vacunas estan a disposicion de todos y la gente no se la quiere aplicar. La ley del caos aplica perfecto.

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