miércoles, 25 de enero de 2012

Una población pusilánime.

Por Armando Brugés Dávila.

Esta es la hora en que aún no entiendo por qué los samarios, como comunidad, somos así de dejados, cualquiera nos veja y como si nada. Esto no es nuevo, desde los tiempos coloniales y de independencia mostramos esta tendencia a ser temerosos y por eso Cartagena y más tarde Barranquilla hicieron con nosotros lo que les dio la gana. Lo único que hacíamos era quejarnos, pero hasta ahí. Los samarios pareciera que tuviéramos en nuestro ser colectivo una muy desarrollada impronta para el  “aguante”. Nuestro comportamiento social ante los abusos y maltratos a que hemos sido sometidos, sobre todo en los últimos tiempos, de parte no solo de las administraciones nacionales sino lo que es aún más triste, de nuestras propias administraciones locales, no da para pensar otra cosa.
Por estos días tuve la oportunidad de irme de playa, por la zona del aeropuerto Simón Bolívar. Hacía años que no tenía este tipo de actividad recreativa, entre otras cosas porque a mi edad el sol comienza a maltratar mucho la piel. El paraje era maravilloso. Ya sentado en el sitio escogido, me percaté que tenía ante mí, parodiando una carta apócrifa de Bolívar,  “el mar Caribe, azul y plata…y sobre mí el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz…” y a lado y lado, agrego yo, un remanso de bosque tropical seco, con algunas chichafrias, chupahuevos y palomas, que con sus trinos y cantos alegraban el ambiente. Era una totalidad hermosa.  

Asi quedaron los pies.
Dos horas más tarde al mirar los pies de mi nieto, que recién los había sacado de la arena, dada su cómoda posición en una silla, observé con algo de sorpresa, que su empeine se encontraba oscuro y pensé que era a consecuencia de la arena húmeda que acostumbra a impregnarse en la piel, pero de inmediato caí en la cuenta que no estábamos en la parte húmeda. Fue entonces cuando me percaté que nos encontrábamos en una zona de alto movimiento carbonífero, así lo señalaban las numerosas embarcaciones que al efecto se veían en el horizonte marino. Con terror tuve que llegar a la conclusión que aquellos pies estaban impregnados de polvillo de carbón. 
Así se ve la arena.
Comienzo entonces a detallar el entorno en donde nos hallamos y me percato que los pequeños  guijarros que creía de madera podrida traídos por las corrientes marinas, no eran sino pequeños trozos de carbón mineral arrojados al Caribe por las transnacionales carboneras encargadas de la exportación del mineral.
La playa estaba totalmente invadida de estas partículas, las cuales a primera vista no se notan. Es entonces cuando caigo en cuenta que el color parduzco del mar, que atribuía de manera inconsciente, a aguas de algún río o quebrada cercana, arrastrada por las corrientes marinas que por allí son fuertes, no era tal sino la consecuencia directa del vertimiento permanente de las esquirlas y el polvillo generado por el transporte irracional y perverso de aquel carbón. Y lo catalogo así porque tengo entendido que en las minas de carbón en Canadá, Norteamérica y Europa el transporte del material se hace en forma tal que para nada afectan el medio ambiente y si lo llegan a hacer es en una proporción mínima. Pero aquí, como les permiten hacer lo que les da la gana, el costo del bendito transporte le sale a precio de huevo debido a que no invierten un peso en la protección del ambiente. Y esto es ganancia. Así piensa el capitalismo salvaje.Resultado de todo este despelote será que a la final nos quedaremos, con el hueco, donde una vez hubo carbón; sin las playas, que nos hicieron la envidia de la nación y del mundo  y sin los bosquecillos tropicales, otrora hábitat de fauna  y aves silvestres. Y de contera llorando sobre la leche derramada, por no haber tenido el carácter suficiente para reclamar y defender como comunidad, nuestros derechos e intereses colectivos.






  

2 comentarios:

  1. Eso se llama falta de autoestima y a eso se refiere el slogan " la magia de tenerlo todo " incluído el carbón metiéndose por todos los recovecos. Pero te faltó una buceadita para observar el lecho marino donde se deposita todo el polvillo de carbón y ver como este manto acaba con la vegetación marina, algas y por consiguiente con la población animal que encuentra allí su alimento. Esto es mucho más grave que una simple " mancha " de piel.
    govip

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  2. Tienes toda la razón.
    Gracias por leerme.
    Un abrazo.

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