Por estos días me llegó un correo que
explicaba la manera cómo el sistema de producción chino se estaba apoderando de
la industria global, ofreciendo al capitalismo financiero mundial una mano de
obra a precio de huevo rebajado, a consecuencia de lo cual, este capitalismo
inconsecuente, conseguía productos con una calidad equivalente a la producida
por ellos pero a un costo mucho menor, a lo que los chinos adicionaban una
velocidad de distribución jamás vista en el mundo comercial occidental, tanto
así que según el correo en mención, mientras Brasil fabrica un millón de
determinado producto, China produce 40 millones; Es más, allí se dice, con algo
de terror, que no se trata precisamente de una estrategia comercial por parte
de los chinos, sino de una estrategia de poder que tiene como propósito la
conquista del mercado de todo occidente por parte de la China Popular,
olvidándose el autor que algo similar hizo occidente en su momento. Ahora, que
el problema se complica para la mayoría de los habitantes de occidente es
obvio, pero que quede claro, no por los chinos sino por la avaricia de una
minoría capitalista occidental que sobre todas las cosas le apuesta a la mayor
ganancia posible, sin importarle en lo más mínimo las consecuencias negativas
que tales utilidades puedan tener al interior de sus comunidades nacionales.
En estos momentos el capital
financiero occidental, como bien lo señala el autor del correo, al tercerear su
producción mediante la intermediación de la China, logra en el corto plazo,
ganancias fabulosas e inimaginables en otros
contextos. No les importa en lo más mínimo que sus países se estén
quedando sin capacidad de producción, lo que implica la presencia galopante de
una tasa de desempleo, como comienza a ocurrir, diría yo, hoy día en países, otrora
envidia del tercer mundo, como Italia, España, Alemania e incluso Estados
Unidos. Y nos dice entonces, que será el
momento en que nos daremos cuenta que hemos alimentado una culebra que nos
habrá devorado. Hasta aquí todo no es más que una triste realidad, pero lo que
no tiene sentido es que proponga que seamos la clase media y pobre si es que
pueden, los que evitemos este desastre asumiendo el reto de comprar los
productos elaborados a precios prohibitivos por nuestros ineficientes y amarrados productores nacionales, con el
único propósitos de salvarlos a ellos a costa de nuestro sacrificio. Pero es
que ni haciéndolo, va a ser posible salvarlos ni salvarnos. La única solución
es que ese capitalismo mundial y salvaje, incluido el nacional, recapacite y
reconozca que va por un camino equivocado, que sólo nos podrá conducir al
holocausto llámese nuclear o como sea. Que debe entrar en un proceso de
reingeniería que le permita mediante la socialización de su economía, alcanzar
menos utilidades pero mayor poder
adquisitivo de sus nacionales. Entonces y sólo entonces, podremos decir
que todos ponemos y por razones obvias, todos estaremos ganando en un proceso
de producción más racional y equitativo. Pero seguir como vamos en el sentido
de que lo ancho es para mí y lo estrecho para los demás, no deja de ser una
concepción estrecha y egoísta de una vida que ya no es posible, dado el
desarrollo tecnológico que hemos alcanzado como especie. Como seres inteligentes,
no podemos darnos el lujo de lanzar por la borda todo el conocimiento alcanzado
por nuestra especie, menos ahora cuando estamos a punto de descifrar el
misterio del funcionamiento de la máquina más compleja que existe en el
universo conocido, nuestro cerebro. La posibilidad de que seamos nosotros los
que acabemos con nuestro planeta y nuestra especie mediante una confrontación
atómica no deja de ser una estupidez, pero es una posibilidad, máxime cuando
los armamentos nucleares se encuentran en manos de fundamentalistas
irracionales. Como vamos a esta poesía llamada vida humana le queda poco tiempo
sobre el planeta.
armandobrugesdavila@gmail.com
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLo único que me queda claro de todo ese laberinto es que llamar poesía a la vida humana solo es posible hoy que existe el verso libre. Por lo demás, los principios que alguna vez aprendí de Samuelson, Keynes, Schumpeter, Marx, Smith, Ricardo quedaron enredados en los radios de la bicicleta, esa en que andaban los economistas del siglo pasado, pues hoy ya no solicitan "economistas con bicicleta" sino aventuresros en morocicletas chinas. Y ya para que tanto afan en entender cómo vamos a terminar.
ResponderEliminarMe agradó y sobre todo me causa sorpresa constatar que un Periodista como Tú..., amigo de la Historia, la Literatura y las Bellas Artes, tenga mas claridad en éstos entuertos de la economía global y local, que mis propios Colegas Economistas quienes..., de estos asuntos..., poco y nada dicen al respecto.
ResponderEliminarSaludos,
Roger Capmartin Retat