lunes, 1 de abril de 2013

La sospechosa ingenuidad suramericana.

Por Armando Brugés Dávila.

Una característica muy propia de los indígenas americanos fue su aparente ingenuidad, recibían abalorios y espejitos a cambio de oro. Posteriormente  al establecimiento criollo le termino pasando lo mismo, esto es, pecando de ingenuos ante imperios que como el británico terminaron metiendo sus garras en las nuevas repúblicas instauradas en América, con una sutileza tal que solo el tiempo ha permitido develar. Es el caso de la tan cacareada Guerra del Pacifico, conflicto en el que se vieron involucrados Chile, Perú y Ecuador.
Que sabemos de esta guerra? Que se dio en un área muy pequeña, entre Antofagasta y Pisco, unos 2000 kilómetros; que solo tuvo dos combates navales, el de Iquique y el de Punta de Angamos, con duración de pocas horas; que se peleó por un territorio, el desierto de Atacama, al que antes ni Chile ni Bolivia le habían parado bolas. Pero las cosas cambiaron de repente, alguien descubre que el área es rica en salitre, una mezcla de nitrato de sodio y nitrato de potasio, asociado además a depósitos de yeso, cloruro de sodio, y otras sales; que el mismo para la época era utilizado en la fabricación de ácidos nítrico y sulfúrico, así como también para la producción del nitrato de potasio; como fertilizante nitrogenado podía reemplazar a la urea. Igualmente servía para fabricar dinamita, vidrio, fósforos, conservantes de alimentos y otras cosas más.
La guerra comienza por el control de estas áreas pertenecientes a Bolivia y Perú. Pero ya en Antofagasta (Bolivia) en 1872 había comenzado a funcionar la Compañía de Salitre de Antofagasta, aparentemente de capital chileno. En 1872 se funda en Tarapacá, la oficina salitrera de Santa Laura, de propiedad de un limeño de  apellido Wendell y la otra oficina es La palma, de propiedad de la "Compañía de Nitratos del Perú".   Curiosamente en 1874, a la provincia de Tarapacá (Perú), un año antes de la crisis llegó el  inglés Robert Harvey,  a quien el gobierno peruano había designado Inspector General de Salitreras. Resulta que al año siguiente, el gobierno de Chile lo confirma también en ese cargo con amplias atribuciones. Y este señor feliz de la vida recibía salario de los dos países con el agravante de que entregaba informes falsos a ambos. No queda claro que sucedió, pero el 28 de marzo de 1875 de manera un tanto inexplicable el gobierno peruano pone en vigencia una ley por la cual expropia las oficinas salitreras de Tarapacá, pero pagando a sus antiguos propietarios con certificados.  Ya en 1866 había llegado a Chile con una mano adelante y otra atrás, el inglés John Thomas North, quien en llave con  Harvey, aprovechan la caótica situación y con generosos prestamos de bancos chilenos compraron gran cantidad de los devaluados certificados emitidos por Perú, cuya propiedad reconoció más tarde oficialmente el gobierno chileno, con lo cual estos señores y otros capitalistas ingleses pasaron a transformar el norte de Chile en una factoría británica en ultramar.
Con Bolivia la cuestión fue diferente, ante el aumento del impuesto a la salitrera en Antofagasta, de capital chileno, esta se niega a pagarlo y Bolivia ordena el embargo y remate de la misma. El gobierno chileno ocupa entonces a Antofagasta, obligando al estado boliviano  a declararle la guerra, a la que se une un Perú obligado más por el Pacto de 1.873 que por otra cosa.
Resultado final; entre los tres bandos murieron 23.000 soldados; Chile se anexo dos provincias, Tarapacá en Perú y Antofagasta en Bolivia, y añadió a su frontera 535 millas de costa; Bolivia quedó sin acceso al mar; pero el salitre, causa del conflicto quedó en poder de los británicos y sus aliados. Por su parte John Thomas North, se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo, fortuna que inicio  con el monopolio de toda la actividad comercial de la pampa chilena, fundando después un banco y posteriormente realizando millonarias inversiones en su país y en otras partes del mundo. Y pensar que a estas alturas todavía Chile se opone  no precisamente a la reivindicación,  que implicaría la devolución de la totalidad del territorio ocupado, sino a reintegrarle  a Bolivia,  un decente y soberano acceso al mar. Por lo pronto el presidente de Bolivia ha tomado la inteligente determinación de llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, con lo que evita fricciones peligrosas al interior de  UNASUR y la CELAC pilares de  la UNIDAD CONTINENTAL,  ahora más necesaria que nunca.  

 

 

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