Tuvimos la oportunidad de asistir a un coloquio sobre La Historia de la Santa Marta Urbana auspiciado
por el Banco de la Republica, en el cual se anunciaban como a los amigos Arturo Bermúdez Correa y Álvaro
Ospino Valiente. Esa noche tocaba exponer al historiador Bermúdez, quien al
iniciar su conversatorio anuncio que el
mismo se haría sobre el surgimiento de los barrios Ancón, Manzanares y Obrero. Pero más
interesante aun resultó el anuncio de lo que sería la metodología del coloquio,
los narradores serían figuras o que bien
había vivido los procesos de fundación o
que se habían dedicado como habitantes de esos barrios a escudriñar en los orígenes
de los mismos. Según Bermudez Correa, la idea de tales coloquios no era otra
que rescatar la historia de Santa Marta, la que se ha ido perdiendo en los
vericuetos de la des identidad y de la ausencia profunda del sentido de
pertenencia de los samarios. Si nos atenemos a los textos oficiales nuestra historia como ciudad comienza con la
llegada de los españoles, pero con la salida de los mismos se inicia un diluir de
su proceso social en el tiempo y el espacio que nos ha convertido en algo amorfo sin nada que nos identifique ni distinga.
Cambiamos la ahuyama por el banano y tal vez por un poquito de vergüenza, en un
acto de rebelión cultural, le comenzamos a llamar cayeye. Mientras que a la
liza y a la coginoa que llegaban en generosa abundancia a nuestras playas para
brindársenos como alimento, le dimos la espalda y las cambiamos por la carne de
res. Mientras que las elites comían y pargo. Tanto así que ahora el arroz de
liza identifica l Barranquilla y a nosotros no nos identifica nada.
Al primer barrio que le toco fue al Ancón, y su exponente lo
fue el patriarca Solón De Luque, hombre de ochentiun años, dueño de una
presencia que impresiona. Durante su intervención me enteré de tres aspectos de
singular importancia sociológicamente hablando sobre este sector de la ciudad.
El primero de ellos relacionado con el hecho que el Ancón no fue un barrio, sus
habitantes siempre actuaron como comunidad familiar. El segundo, que la
comunidad trabajadora del Ancón estuvo conformada fundamentalmente por
empleados y obreros de los Muelles y de los Ferrocarriles Nacionales, unos
pocos se dedicaron a la marinería y otros menos a la pesca. Esto rompe con una idea
que tuvimos muchos samarios en el sentido que los anconeros eran
fundamentalmente pescadores. La tercera, en mi criterio la más importante,
tiene que ver con que la comunidad del Ancón, es la única en el mundo que estando
ubicada en zona portuaria se mantuvo sin la influencia de las drogas y la
prostitución. Estas comenzaron a aparecer afortunadamente,
según él, en el preciso momento en que se inicia el desalojo de la zona por
parte de los intereses portuarios.
Los otros dos participantes fueron: Por el barrio Obrero, el
amigo Alberto Yurcowiez, quien nos permitió saber, entre otras cosas, que este
sector tuvo su origen en obreros portuarios ocasionales que conformaron una
asociación y compraron los terrenos en donde posteriormente por
autoconstrucción levantaron sus viviendas. Lo que no ocurrió con el barrio Manzanares,
ya que según el narrador Harold Hernández, este surgió consecuencia de una
invasión de obreros y campesinos desalojados por la violencia bananera.
Felicitaciones al Gerente del Banco de la Republica, doctor
Joaquín Viloria De La Hoz, por apoyar tan interesante proyecto asumido por intelectuales samarios inquietos y conscientes
de la urgencia que tenemos de reconstruir nuestra identidad y sentido de
pertinencia, perdidas ambas hace mucho por motivos diversos, entre los que bien
podemos citar el hecho político-cultural
de creer que las cosas importantes son las que producen votos o dineros para
comprarlos, y con ello acumular poder, que es lo que parece obsesionar al ser humano en los últimos
tiempos.
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