jueves, 25 de abril de 2013

El Banco de la Republica colabora en la búsqueda de la identidad de Santa Marta.

Por Armando Brugés Dávila

Tuvimos la oportunidad de asistir a un coloquio  sobre La Historia de la Santa Marta Urbana auspiciado por el Banco de la Republica, en el cual se anunciaban como  a los amigos Arturo Bermúdez Correa y Álvaro Ospino Valiente. Esa noche tocaba exponer al historiador Bermúdez, quien al iniciar su conversatorio  anuncio que el mismo se haría sobre el surgimiento de los barrios  Ancón, Manzanares y Obrero. Pero más interesante aun resultó el anuncio de lo que sería la metodología del coloquio,  los narradores serían figuras o que bien había vivido los procesos de fundación  o que se habían dedicado como habitantes de esos barrios a escudriñar en los orígenes de los mismos. Según Bermudez Correa, la idea de tales coloquios no era otra que rescatar la historia de Santa Marta, la que se ha ido perdiendo en los vericuetos de la  des identidad y de  la ausencia profunda del sentido de pertenencia de los samarios.   Si nos atenemos a los  textos oficiales  nuestra historia como ciudad comienza con la llegada de los españoles, pero con la salida de los mismos se inicia un diluir de su proceso social en el tiempo y el espacio  que nos ha convertido en algo amorfo  sin nada que nos identifique ni distinga. Cambiamos la ahuyama por el banano y tal vez por un poquito de vergüenza, en un acto de rebelión cultural, le comenzamos a llamar cayeye. Mientras que a la liza y a la coginoa que llegaban en generosa abundancia a nuestras playas para brindársenos como alimento, le dimos la espalda y las cambiamos por la carne de res. Mientras que las elites comían y pargo. Tanto así que ahora el arroz de liza identifica l Barranquilla y a nosotros no nos identifica nada.

Al primer barrio que le toco fue al Ancón, y su exponente lo fue el patriarca Solón De Luque, hombre de ochentiun años, dueño de una presencia que impresiona. Durante su intervención me enteré de tres aspectos de singular importancia sociológicamente hablando sobre este sector de la ciudad. El primero de ellos relacionado con el hecho que el Ancón no fue un barrio, sus habitantes siempre actuaron como comunidad familiar. El segundo, que la comunidad trabajadora del Ancón estuvo conformada fundamentalmente por empleados y obreros de los Muelles y de los Ferrocarriles Nacionales, unos pocos se dedicaron a la marinería y otros menos a la pesca. Esto rompe con una idea que tuvimos muchos samarios en el sentido que los anconeros eran fundamentalmente pescadores. La tercera, en mi criterio la más importante, tiene que ver con que la comunidad del Ancón, es la única en el mundo que estando ubicada en zona portuaria se mantuvo sin la influencia de las drogas y la prostitución.   Estas comenzaron a aparecer afortunadamente, según él, en el preciso momento en que se inicia el desalojo de la zona por parte de los intereses portuarios.

Los otros dos participantes fueron: Por el barrio Obrero, el amigo Alberto Yurcowiez, quien nos permitió saber, entre otras cosas, que este sector tuvo su origen en obreros portuarios ocasionales que conformaron una asociación y compraron los terrenos en donde posteriormente por autoconstrucción levantaron sus viviendas. Lo que no ocurrió con el barrio Manzanares, ya que según el narrador Harold Hernández, este surgió consecuencia de una invasión de obreros y campesinos desalojados por la violencia bananera.

Felicitaciones al Gerente del Banco de la Republica, doctor Joaquín Viloria De La Hoz, por apoyar tan interesante proyecto asumido por  intelectuales samarios inquietos y conscientes de la urgencia que tenemos de reconstruir nuestra identidad y sentido de pertinencia, perdidas ambas hace mucho por motivos diversos, entre los que bien podemos citar  el hecho político-cultural de creer que las cosas importantes son las que producen votos o dineros para comprarlos, y con ello acumular poder, que es lo que parece  obsesionar al ser humano en los últimos tiempos.

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