miércoles, 1 de febrero de 2012

Inglaterra desacata a la ONU.

Por Armando Brugés Dávila.
Cementerio de Las Malvinas.
Hace más de 30 años, el presidente Ronald Reagan cometió un error político, al cual hoy se le comienzan a ver las  consecuencias. Me refiero al momento en que el gobierno estadounidense decidió respaldar a Inglaterra y no a Argentina, en el conflicto por las islas  Malvinas. De acuerdo al Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca, ya vigente para la época, los países de América a excepción de Canadá, estaban comprometidos a que en caso de un ataque armado por parte de cualquier Estado  del planeta contra un Estado Americano, sería considerado como una agresión contra todos y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se comprometía ayudar a hacer frente al asalto, en el ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa que reconoce el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Pero no fue así. El desencanto de la mayoría de los estados y pueblos de Suramérica fue grande.
Por eso ahora, cuando el premier británico, David Cameron, no ha tenido inconveniente de señalar a Argentina como un Estado colonialista, por el simple hecho de ésta solicitar se cumpla la disposición de la ONU sobre un diálogo por la propiedad del territorio ocupado por la gran Bretaña desde 1.833, entidades como Mercosur, asumen con valentía una posición de respaldo a los reclamos de Argentina sobre Las Malvinas.
El Reino Unido, adoptando una actitud imperial mimetizada, trata de evadir el mandato de las Naciones Unidas. En su discurso, el señor Cameron,  dio a entender  que “esa gente”, los ingleses allí residentes, quería seguir siendo británica  y que esos insensatos argentinos se empeñaban en otra cosa. En su criterio, lo importante era que ellos apoyaban  el derecho de los habitantes de las islas Falklands (así la llaman) a la autodeterminación. Ya que en su opinión, lo que los argentinos venían diciendo últimamente, tenía más sentido colonialista que el que se le pudieran achacar a ellos. Resulta extraño, digo yo, que no hubieran sido tan respetuosos de la libre determinación de los pueblos en los casos de Irak y Libia.
Pero comencemos por el principio: En primer lugar, las Naciones Unidas han manejado como tesis, que los únicos que pueden negociar en este caso especifico de las Malvinas, son Gran Bretaña y Argentina, en calidad de Estados soberanos. Precisamente porque la ONU ha definido el problema de las Malvinas como una cuestión de “soberanía y colonialismo”. Luego, decir que ellos apoyan el derecho de los “malvinenses” a la autodeterminación, es burlarse de la opinión pública. En cambio no dicen lo que hicieron, después de la guerra, con la población argentina que allí estaba y que resultó  similar a lo realizado en Tasmania en 1.850. Toda fue deportada  y reemplazada por ingleses. El palmarés de violencia colonialista que posee Inglaterra no lo tiene cualquier Estado en el planeta y menos aún país alguno en América del Sur. Sobre el colonialismo imperial británico, la historia tiene cualquier cantidad de cosas para contar. Recordemos que los ingleses en su momento arrasaron con la población autóctona de Australia, Canadá y Norte de América. En el caso de Tasmania  en 1.850, por ejemplo, las fuerzas inglesas deportaron a los habitantes que habían sobrevivido al exterminio inicial con la macabra consecuencia que a los diez años moría el último aborigen varón y once años después la última mujer oriunda del país.  En la India la situación fue tal que, un gobernador inglés, refiriéndose a sus llanuras, llegó a decir que estaban cubiertas de las osamentas de los tejedores de algodón nativos. Pero si lo anterior no fuera suficiente recordemos la guerra del opio desatada contra el pueblo chino. Por algo a los ingleses se les llegó a conocer como “los perros del mar”.

Como dicen los argentinos, se necesita ser muy caradura para asumir semejante papel de víctima, cuando realmente se es  victimario.


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