lunes, 24 de septiembre de 2012

De Suráfrica a la Procuraduría.



Por Armando Brugés Dávila.

No es fácil entender que  haya sucedido semejante masacre de  mineros por parte de la fuerzas armadas sudafricanas y que el  mismo gobierno que  instaurara Nelson Mandela, después de tantos años de lucha, incluidos  27 años de cárcel, para consolidar una democracia multirracial,  termine aduciendo leyes de la época del Apartheid para justificarla. La política monopólica-racista  impuesta por el partido Nacionalista en 1948 y que supuestamente había sido derrotada por el movimiento mandelista, surge ahora como el ave fénix, anunciando su no desmantelamiento de la vida política surafricana. Con el ascenso al poder de Mandela en 1994, los sectores que lo detentaban  en el pasado  lo que hicieron fue mimetizarse y mantenerse tras bambalinas en espera de mejores oportunidades. Comienzo a creer que el premio Novel y los muchos premios internacionales concedido a este señor, han sido más bien contentillo de la extrema derecha, por haber logrado el milagro de cambiar a Suráfrica para que todo siguiera igual. Algo similar sucedió en USA con Obama, incluido el Novel. En mi concepto, el establecimiento en Suráfrica quedó intacto. Los negros quedaron con el gobierno, como justificación de la existencia de una democracia racial, pero el poder como tal quedó tan concentrado como antes.
En Perú de otra parte, el presidente Ollanta Humala en su último discurso de campaña prometía el cambio, la gran transformación de la patria, la muerte del continuismo que tanto daño le había hecho al país con su fardo de corrupción. Esto último, según él, significaba cerrarle el paso a esos que habían tenido y tenían el poder y que ahora decían que iban a cambiarlo todo. En Cajamarca se comprometió a no dejar que la avidez del oro acabara con las fuentes de agua de las que dependía la agricultura, la ganadería y la existencia misma de la región y por esa razón su compromiso sería con la defensa del cerro Quilish. Hoy día, sus electores no lo bajan de traidor; según ellos, un 70% de sus ministros son fujimoristas. La situación es tan ostensible que hasta sus mismos padres le dan igual calificativo. ¡Que tal!
En nuestro país tenemos el caso de la Constitución, la que en su momento fue recibida con alborozo por unos y criticada por otros. Pero mentiras; todo estaba fríamente calculado. La misma se estructuró de tal manera que casi toda había que reglamentarla  a futuro y esta reglamentación, en un 90% nunca llegó. Las que sí llegaron, y  por paquetes, fueron las reformas a la misma, haciéndolo de tal manera que ya no quedan sino harapos de la que se firmó en 1991. Para cerrar con broche de oro, el partido liberal colombiano a través de uno de sus representantes en el congreso  se ufana  de que su voto será unánime a favor de la reelección de uno de los más reconocidos representantes de la extrema derecha de este país. Así el presidente de dicha colectividad diga que eso no está definido aún, todo parece indicar que sí. Por algo le dicen Simón el bobito.  Claro que esto no es de extrañar si recordamos que fue por el voto del senador Gustavo Petro, representante de la izquierda colombiana, que el señor Ordoñez llegó a la Procuraduría. 

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