Por Armando Brugés
Dávila.
No es fácil entender
que haya sucedido semejante masacre
de mineros por parte de la fuerzas
armadas sudafricanas y que el mismo
gobierno que instaurara Nelson Mandela,
después de tantos años de lucha, incluidos
27 años de cárcel, para consolidar una democracia multirracial, termine aduciendo leyes de la época del
Apartheid para justificarla. La política monopólica-racista impuesta por el partido Nacionalista en 1948
y que supuestamente había sido derrotada por el movimiento mandelista, surge
ahora como el ave fénix, anunciando su no desmantelamiento de la vida política
surafricana. Con el ascenso al poder de Mandela en 1994, los sectores que lo
detentaban en el pasado lo que hicieron fue mimetizarse y mantenerse
tras bambalinas en espera de mejores oportunidades. Comienzo a creer que el
premio Novel y los muchos premios internacionales concedido a este señor, han
sido más bien contentillo de la extrema derecha, por haber logrado el milagro
de cambiar a Suráfrica para que todo siguiera igual. Algo similar sucedió en
USA con Obama, incluido el Novel. En mi concepto, el establecimiento en
Suráfrica quedó intacto. Los negros quedaron con el gobierno, como
justificación de la existencia de una democracia racial, pero el poder como tal
quedó tan concentrado como antes.
En Perú de otra parte,
el presidente Ollanta Humala en su último discurso de campaña prometía el
cambio, la gran transformación de la patria, la muerte del continuismo que
tanto daño le había hecho al país con su fardo de corrupción. Esto último,
según él, significaba cerrarle el paso a esos que habían tenido y tenían el
poder y que ahora decían que iban a cambiarlo todo. En Cajamarca se comprometió
a no dejar que la avidez del oro acabara con las fuentes de agua de las que
dependía la agricultura, la ganadería y la existencia misma de la región y por
esa razón su compromiso sería con la defensa del cerro Quilish. Hoy día, sus
electores no lo bajan de traidor; según ellos, un 70% de sus ministros son
fujimoristas. La situación es tan ostensible que hasta sus mismos padres le dan
igual calificativo. ¡Que tal!
En nuestro país tenemos
el caso de la Constitución, la que en su momento fue recibida con alborozo por
unos y criticada por otros. Pero mentiras; todo estaba fríamente calculado. La
misma se estructuró de tal manera que casi toda había que reglamentarla a futuro y esta reglamentación, en un 90%
nunca llegó. Las que sí llegaron, y por
paquetes, fueron las reformas a la misma, haciéndolo de tal manera que ya no
quedan sino harapos de la que se firmó en 1991. Para cerrar con broche de oro,
el partido liberal colombiano a través de uno de sus representantes en el
congreso se ufana de que su voto será unánime a favor de la
reelección de uno de los más reconocidos representantes de la extrema derecha
de este país. Así el presidente de dicha colectividad diga que eso no está
definido aún, todo parece indicar que sí. Por algo le dicen Simón el
bobito. Claro que esto no es de extrañar
si recordamos que fue por el voto del senador Gustavo Petro, representante de
la izquierda colombiana, que el señor Ordoñez llegó a la Procuraduría.
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