Aprendamos historia con el futbol para no embrutecernos
tanto. Démosle vuelta a la arepa y que el circo que nos brindan las
transnacionales deportivas y financieras del mundo, en cuyo epicentro se
encuentra la FIFA, nos sirva para
aprender de donde arranca nuestra triste realidad. Somos el producto y la
consecuencia de una invasión que todavía nos pesa.
Esta historia se inicia en la época en que Tenochtitlán era
una especie de megapolis mundial y Londres no era más que un villorrio. Es el
momento en que personajes como Alejandro
VI, perteneciente a la fatídica dinastía de los Borgia, con su poder teocrático
imponía la aceptación de su arbitraje en todo el mundo cristiano. Se trata del
instante en que Europa inicia el reparto de una torta que se les apareció de
repente y que sale como poseída a
reclamar como suya sin ningún fundamento ni vergüenza. Y a esta intencionalidad
no escapó ni la iglesia, ya que en la práctica si bien la tierra, el oro y demás riquezas serían de la Corona,
los habitantes allí localizados pasarían a ser “propiedad” u “ovejas” de la
pastoral cristiana. Lo que culminó con la destrucción de todo lo que pudiera
explicar posteriormente el bagaje cultural de civilizaciones como los Mayas,
los Aztecas y los Incas, que en muchos aspectos superaban al invasor, con el
prurito de ser manifestaciones de origen satánico.
Comenzaron por donde les señalaba su naturaleza humana; esto
es, acabando con la incertidumbre que les representaba un mundo totalmente
desconocido, lo que lograron imponiendo a fenómenos desconocidos, nombres que
lo identificaran con apariencias similares conocidas por ellos en Europa y en
nuestro caso concreto en España. Esto explica el por qué nuestro río
Manzanares, se llama así, la imposición fue de tal magnitud que a estas alturas
de nuestra historia, desconocemos cuál pudo haber sido su nombre indígena y la
explicación que estos tendrían para idealizar su presencia en el área. Pero
nuestra ingratitud con el que en otros tiempos fue generoso manantial de la
ciudad llega al colmo cuando nos percatamos que ignoramos por qué razón se
llama así. Se podría pensar que fue
Rodrigo de Bastidas quien le puso el nombre, teniendo en cuenta que fue el
primero a quien los Reyes de España le concedieron el título de Adelantado y la
autorización para fundar una ciudad en esta región de Santa Marta. Sin embargo
existe un pequeño problema en torno a esta posibilidad y es que el señor
Bastidas era sevillano y el Manzanares de España atraviesa la ciudad de Madrid,
luego no resultaba lógico suponer que un oriundo de Sevilla fuera a darle el
abonado a Madrid. Es el Alférez Deán José Nicolás De la Rosa,
quien nos viene a sacar de la incertidumbre en su obra La floresta de Santa
Marta, al señalar que a raíz del atentado contra Bastidas y su posterior deceso
en Cuba, es nombrado gobernador de la región Pedro Badillo, a quien
acompaña Pedro de Heredia, este sí
oriundo de Madrid y quien, según el cronista, es el que titula a dicho rio como
Manzanares, en memoria de aquel que cruzaba su ciudad natal en España. Lo que
pasó de aquí en adelante en el continente americano fue algo espantoso. La
historia no recuerda mayor grado de perversidad genocida.
Hoy día, mientras el Manzanares de España se encuentra
protegido por serias y respetables medidas ambientales, el nuestro, ese que en
su momento brindó vida con sus aguas cristalina y dulces, ese que brindó sus
corrientes para el baño diario, ese mismo rio, por culpa nuestra, hoy es una especie de poza séptica pública,
al que nadie quiere acercarse por temor a quedar contaminado. Pero con todo y
eso, seguimos siendo una región magnánima
pues a estas alturas del partido, de nuestro seno salió el mejor
anticipador de pelotas en el área del mundo, Radamel Falcao García, el mismo
que tiene enloquecidos a los hinchas del Atlético de Madrid, quienes incluso en
un momento de euforia llegaron a proponerlo para la selección nacional de
España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario