martes, 13 de noviembre de 2012

Los supuestos no son buenos consejeros.

Por Armando Brugés Dávila.

A propósito de la homofobia que se ha despertado en el país y de la absurda petición del pastor Concejal de Bogotá a Canal Capital, solicitándole la lista del personal LGBTI que allí labora, bien se puede decir que esto solo es posible  cuando existen niveles muy pobres de educación, pero sobre todo un muy bajo interés por conocer lo que sucede en el ámbito científico mundial. La creencia de que la homosexualidad o y  el lesbianismo, por ejemplo, son el resultado de aberraciones de los seres humanos, por fortuna cada día tiene menos adeptos, gracias a que la ciencia ha venido aclarando que los mismos tienen un fuerte componente biológico. De acuerdo a lo expuesto por la National  Geographic, un grupo de científicos suecos del Karolinska Institutet realizaron en este año un estudio con 90 hombres y mujeres de distintas tendencias sexuales, encontrando que el cerebro de los homosexuales es más parecido al de las mujeres heterosexuales, pero que su frecuencia de onda se asemeja a la de los cerebros de las lesbianas. Es más, la investigación encontró que mientras en el cerebro de los heterosexuales el hemisferio derecho siempre se muestra más desarrollado que el izquierdo, en los varones homosexuales, estos hemisferios se encuentran más equilibrados, hecho similar a lo que sucede en los cerebros de las mujeres heterosexuales, mientras que el cerebro de las lesbianas es muy similar al de los hombres heterosexuales.
Pero esto no es nuevo, en 1998 la periodista Rita Carter, especializada en temas de medicina, en su libro El nuevo mapa del cerebro, nos dice que  en 1991 la revista Science  dio a la luz pública un estudio de Simón LeVay, profesor asociado en el Instituto Salk para Estudios Biológicos y profesor adjunto de biología en la Universidad de California, que una vez estudiados unos cerebros pertenecientes a homosexuales muertos de sida, estos revelaron  que eran estructuralmente distintos al de los hombres heterosexuales. El investigador encontró que el núcleo del hipotálamo, que desencadena el comportamiento sexual típicamente masculino, era mucho más pequeño en los homosexuales que en los heterosexuales, siendo similar su tamaño al que se encuentra en el cerebro femenino. Igualmente descubrió que el Cuerpo Calloso en los homosexuales es también más grande. Así mismo, la periodista señala que tres años después, el biólogo molecular Dean Hamer encontró una evidencia que sugería que un gen determinado, transmitido por línea materna, influenciaba la orientación sexual de los hombres.
Luego, todo apunta a demostrar que la homosexualidad tiene una fuerte fundamentación biológica y que los argumentos culturales y de aprendizaje, que siempre le han endilgado sectores religiosos y puritanos, no juegan mayor papel. Lo que sí no parece estar muy claro aún, de acuerdo a los investigadores suecos, es si su desarrollo se genera a nivel genético, fetal o posnatal. Pero como dice la filosofía popular, no hay peor ciego que el que no quiere ver. El infortunio del ser humano homofóbico radica en que no contento con serlo, adopta posturas sectarias y es en esta realidad conceptual en donde los supuestos resultan fatales para la convivencia.

 

 

 

 

 

 

 

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