A
propósito de la homofobia que se ha despertado en el país y de la absurda
petición del pastor Concejal de Bogotá a Canal Capital, solicitándole la lista
del personal LGBTI que allí labora, bien se puede decir que esto solo es
posible cuando existen niveles muy
pobres de educación, pero sobre todo un muy bajo interés por conocer lo que
sucede en el ámbito científico mundial. La creencia de que la homosexualidad o
y el lesbianismo, por ejemplo, son el
resultado de aberraciones de los seres humanos, por fortuna cada día tiene
menos adeptos, gracias a que la ciencia ha venido aclarando que los mismos
tienen un fuerte componente biológico. De acuerdo a lo expuesto por la National
Geographic, un grupo de científicos suecos del Karolinska Institutet realizaron
en este año un estudio con 90 hombres y mujeres de
distintas tendencias sexuales, encontrando que el cerebro de los homosexuales
es más parecido al de las mujeres heterosexuales, pero que su frecuencia de
onda se asemeja a la de los cerebros de las lesbianas. Es más, la investigación
encontró que mientras en el cerebro de los heterosexuales el hemisferio derecho
siempre se muestra más desarrollado que el izquierdo, en los varones
homosexuales, estos hemisferios se encuentran más equilibrados, hecho similar a
lo que sucede en los cerebros de las mujeres heterosexuales, mientras que el
cerebro de las lesbianas es muy similar al de los hombres heterosexuales.
Pero esto no es nuevo, en
1998 la periodista Rita Carter, especializada en temas de medicina, en su libro
El nuevo mapa del cerebro, nos dice que
en 1991 la revista Science dio a
la luz pública un estudio de Simón LeVay, profesor asociado en
el Instituto Salk para Estudios Biológicos y
profesor adjunto de biología en la
Universidad de California, que
una vez estudiados unos cerebros pertenecientes a homosexuales muertos de sida,
estos revelaron que eran
estructuralmente distintos al de los hombres heterosexuales. El investigador
encontró que el núcleo del hipotálamo, que desencadena el comportamiento sexual
típicamente masculino, era mucho más pequeño en los homosexuales que en los
heterosexuales, siendo similar su tamaño al que se encuentra en el cerebro
femenino. Igualmente descubrió que el Cuerpo Calloso en los homosexuales es
también más grande. Así mismo, la periodista señala que tres años después, el
biólogo molecular Dean Hamer encontró una evidencia que sugería que un gen
determinado, transmitido por línea materna, influenciaba la orientación sexual
de los hombres.
Luego,
todo apunta a demostrar que la homosexualidad tiene una fuerte fundamentación
biológica y que los argumentos culturales y de aprendizaje, que siempre le han
endilgado sectores religiosos y puritanos, no juegan mayor papel. Lo que sí no
parece estar muy claro aún, de acuerdo a los investigadores suecos, es si su
desarrollo se genera a nivel genético, fetal o posnatal. Pero como dice la
filosofía popular, no hay peor ciego que el que no quiere ver. El infortunio
del ser humano homofóbico radica en que no contento con serlo, adopta posturas
sectarias y es en esta realidad conceptual en donde los supuestos resultan
fatales para la convivencia.
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