Lo
primero que tenemos que hacer es retrotraernos en la historia y recordar que en
1904, mediante triquiñuelas políticas Estados Unidos
nos cercena Panamá; tan cierto, que el tratado que concede a
Colombia una indemnización por la pérdida de Panamá no se firma con ésta sino
con Estados Unidos (Tratado Thompson-Urrutia. 1922): Obviamente Colombia no quedó muy
satisfecha. Una buena ocasión para darles contentillo a los colombianos se
presentará el 26 de diciembre de 1926, cuando con el pretexto de ayudar a sus
aliados de la derecha nicaragüense y “defender la democracia en el
continente” invaden Nicaragua. Dos años
después, en plena invasión se firma el tratado
Bárcenas-Esguerra, el cual compromete a Colombia a respetar la soberanía de
Nicaragua sobre la Mosquitia y las islas Mangle y ésta a su vez le reconoce a
Colombia la soberanía sobre San Andrés y Providencia. Si bien es cierto, estas
islas pertenecieron primero a la Real Audiencia de Panamá y posteriormente a la
Capitanía General de Guatemala, la verdad fue que gracias al auge que venía
teniendo el algodón en España, ésta comienza a interesarse por las islas en
Hispanoamérica y decide en 1803 poner no sólo a éstas sino también la Costa de
Mosquitos bajo la jurisdicción de la Nueva Granada. Se sabe que en 1924
Nicaragua, se dice que presionada por USA, solicita arbitraje internacional
para dirimir la soberanía sobre el Archipiélago de San Andrés, solicitud que
Colombia rechaza de manera airada por considerarla improcedente dados los antecedentes históricos. Más adelante
las Provincias Unidas de Centroamérica, de la cual formaba parte Nicaragua,
reconocen en 1825 la soberanía de Colombia sobre la Costa de Mosquitos y la
Isla de San Andrés. No queda claro
entonces la razón por la cual Colombia termina aceptando el tratado
Bárcenas-Esguerra, pero bien lo podría explicar el hecho de que si bien
entregaba la Costa de Mosquito, imponer el meridiano 82 como límite con
Nicaragua, le embolataba a ésta, territorios marítimos y la posesión de algunas
islas, bancos y cayos, algunos incluso en posesión de Estados Unidos, como
veremos a continuación.
En 1972
Colombia y USA suscriben un tratado mediante el cual el segundo le entrega a
nuestro país la soberanía sobre los cayos Roncador, Quitasueño y Serrana. ¿Cómo
habían llegado estos cayos a ser posesión norteamericana? Resulta que en 1856
el Congreso americano, dada la importancia del guano como fertilizante, decide
aprobar el “Guano Islands Act” que
autorizaba a sus ciudadanos a tomar posesión, en cualquier parte del mundo, de
islas que poseyeren este tipo de depósitos, salvo que estuviesen ocupadas o bajo jurisdicción
de otros gobiernos. Esta salvedad no es muy clara cuando en la misma se ordenaba a su presidente, usar la fuerza militar si
fuese necesario para defender estos derechos. En esta telaraña caen los tres
cayos arriba señalados. Este
tratado obviamente no le gusta a Nicaragua que protesta por considerarlo un
reconocimiento a las pretensiones colombianas sobre estos cayos. Lo que
generalmente no se menciona de este tratado es que Estados Unidos quedaba en
igualdad de derechos con Colombia para usufructuar monopólicamente todas las
riquezas del área, fauna y flora, incluyendo el subsuelo. Tanto así, que según
reglamentación anexa al tratado queda claro que ambos países gozarían de la
libertad monopólica de navegación y pesca en el área. Obsérvese cómo en ambos tratados, Estados
Unidos disfrazado de oveja, resulta indirectamente beneficiado.
Si
analizamos con atención, el más perjudicado en este proceso, viene a ser, quien
lo creyera, Estados Unidos, porque mientras Colombia queda en posesión de los
cayos, Nicaragua ejerce soberanía sobre el área marítima. Incluso en el fallo
de la Corte de Justicia de La Haya quedó muy claro que los pescadores de San
Andrés y Providencia podrían navegar y pescar en dichas aguas por derecho
propio. En cambio, los estadounidenses pierden todas las gabelas que sobre esas
aguas tenían de acuerdo al tratado firmado con Colombia en 1972.
Surgen
entonces varias preguntas: ¿Hasta dónde tendrá la mano metida el gobierno
norteamericano en el cambio de actitud asumido por nuestros gobernantes,
incluso ex gobernantes, que en principio juraban respetar y acatar el fallo y a las primeras de cambio resultan, de manera
por demás casi irracional y por lo mismo sospechosa, retirarse del Pacto de
Bogotá y desacatar el fallo? ¿A quién le estarán haciendo la vuelta? ¿Qué tanto
afectará esta actitud al ahora exitoso
proceso de unidad continental suramericana y a quién beneficiaría?
Armando: Excelente análisis el que haces. Ninguna de las personas que hasta ahora he leido, han puesto el dedo en la llaga como tu lo haces, de manera objetiva y sin apasionamientos patrioteros que en NADA corresponden con la realidad histórica y la necesidad de hacer justicia con los hermanos Nicaragüences, al permitírseles recuperar territorios que les fueron cercenados de manera leonina, arbitraria e impune por los mas grandes violadores de derechos existentes en el mundo moderno, como históricamente lo han venido siendo los Norteaméricanos.
ResponderEliminarAtte, Roger Capmartin Retat
¡Bravo! Así, aclarando los acontecimientos históricos,es bueno para que dejen ese hipócrita patrioterismo. De dientes para afuera muchos políticos se rasgan las vestiduras y posan como indignados, simplemente porque piensan que se perdieron de alguna buena porción en el repar. Porque si vemos el mapa de Colombia de hace 100 años, después de la pérdida de Panmá, hoy es el 50% y nadie responde.
ResponderEliminarJMV