Por estos
días, leyendo la prensa nacional quedé en una especie de shock. No podía
entender lo que leía; no me cabía en la cabeza que semejante situación se
pudiera dar en el país. Me refiero a la denuncia que hiciera el ciudadano
Haroldo José Villanueva, en un periódico de circulación nacional, referida a lo
que le sucedió en la capital de la republica el domingo 23 de diciembre. El
suceso se inicia a eso de las 6:30 de la tarde cuando fue sujeto de un intento de atraco por parte
de dos individuos puñal en mano. Pero
justo en el momento se presenta una moto de la policía y los captura in
fraganti. Al llegar al CAI a poner la denuncia, el único agente allí presente
le dice que no la puede instaurar porque el delito no se consumó. Al increparlo
el ciudadano, lo que logra es que lo embarquen en el camión que llegaba en esos
momentos y en donde iban los delincuentes que habían intentado atracarlo, los
cuales con otro sujeto más, eran los dueños del camión policía por la sencilla
y absurda razón de encontrarse en posesión de las armas con las que lo habían
intentado atracarlo a él. Armamento con el cual a medida que iban subiendo los
detenidos los iban atracando; a él personalmente le robaron un celular y
250.000 pesos. No
quisiera ser mal pensado pero pareciera que existiera un contubernio
entre los agentes responsables del camión y los atracadores.
Cuando
llegaron a la UPJ (Unidad Permanente de Justicia) de Puente Aranda, allí no le
dejan escribir su constancia de atraco, sólo le permiten entrar el chip del
celular; lo demás se lo quitaron pero sin acta alguna. Cuando se resiste entrar
a patio por temor a que sus enemigos (los atracadores) le hagan daño, sólo
recibe palo. Hasta que una joven agente se conduele y lo mete en un pabellón
solo, pero por muy poco tiempo; después
lo acompañaban 250 personas más. Allí se percata entonces que la droga circula
con total libertad. Un “pase” puede costar entre $1.000 y $10.000. Pero también
se consigue un tinto con un pedacito de pan y salchichón por $5.000, actividad
esta que también prohíbe el régimen carcelario. Sus necesidades las tuvo que
hacer al aire libre, él y todos los demás, por lo que al finalizar la noche el
pabellón estaba full de materias fecales y orines; de olores ni hablemos. Si
quería dormir un rato tenía que pagar
para que lo cuidaran. Al salir fue a Medicina legal y lo incapacitaron por 12
días. Durante este corto periplo de insensatez policial, este funcionario
público, como bien lo dice en su declaración, sufrió golpes con puños y
bolillos, maltrato físico y sicológico, vio casos de corrupción, nepotismo,
abuso de autoridad, negación de justicia, negación del debido proceso, venta y
consumo de estupefacientes y micro tráfico de droga. Es decir, la demencia
delincuencial apoderada de los que tienen la responsabilidad de imponer el
orden y hacer respetar la ley. Pero resulta aún más deprimente, que lo que pudo
ser el escándalo noticiosos del 2013,
fue casi que ignorado por los medios en general y terminó con la declaración de
un alto funcionario de la policía comprometiéndose a adelantar la investigación
correspondiente e imponer las sanciones disciplinarias que fuesen necesarias.
Con el Fuero Militar aprobado, dudo mucho esto último. Si no degradaron a
Santoyo, con todo y que puso al Estado colombiano y a las mismas fuerzas
armadas en la picota continental poco es lo que se puede esperar de ahora en
adelante en torno a temas de tal naturaleza.
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