En este país parece que todo el mundo aprendió a pasar de agache;
hasta nuestro presidente. Resulta que el 3 de enero de este año, una revista de
estrato seis y un periódico de circulación nacional, lanzaron la primicia que
el gobierno Canadiense había aprobado la exportación de armas de asalto
automáticas hacia nuestro país. Qué razón dio para ello el país del norte?
Simplemente que la decisión "abría nuevas oportunidades de mercado para
los exportadores (de armas) canadienses". Es decir, algo así como: “Que
salga el alacrán pique a quien picare”, rechazando incluso objeciones que en su
momento presentaron políticos canadienses para no firmar el tratado de Libre
Comercio entre los dos Estados en 2008, por razones de violaciones de derechos
humanos y por el conflicto armado que se vivía en el país. Estamos hablando de
armas de fuego prohibidas a la que sólo tenían acceso 32 países y ahora 33 con
la inclusión del nuestro, convirtiéndonos en el primer país latinoamericano al
que Canadá sospechosamente puede vender este tipo de armas prohibidas. No tiene
sentido que en tan selecto grupo, entre los que se encuentran incluidos los 27
integrantes de la OTAN, la misma organización que abierta o encubiertamente
destruyeron a Irak y a Libia, que están arrasando a Siria y a Afganistán y han
iniciado una operación bélica de dudosa ortografía contra Mali, se incluya a un
país tercermundista que como Colombia, entre otras cosas, no tiene un control serio
sobre este tipo de material.
Tan cierto lo anterior, que no obstante el control
legislativo existente sobre la tenencia de armas en el país, es el momento en
que mientras INDUMIL considera que se han otorgado un millón doscientos
cincuenta mil salvoconductos, la Oficina de Control de Armas y Explosivos de
las Fuerzas Armadas estima en 850.000 ese número. En otras palabras, las mismas
autoridades militares no saben cuántas armas hay con salvoconductos en el país,
muchos menos deben saber cuántas sin permiso andan por ahí al servicio de la
delincuencia común y organizada. Si a este desorden se le agrega el síndrome de
violencia social que nos acompaña y por la cual nos matamos por cualquier
estupidez, tenemos que concluir que esto de que nos vengan a vender armas de
asalto, no tiene presentación alguna. Recordemos que la masacre en la Escuela
de Newtown (EE.UU.), en la que otro desquiciado mató a 20 niños y seis adultos, fue con un
arma similar a las aprobadas para exportar a nuestro país. Pero si lo anterior
resulta asqueroso, lo que le sigue es dramático; nuestro presidente, haciendo
una mala copia de Obama, quien acosado por la opinión pública americana decide
enfrentarse al poderoso lobby de los productores de armas, sale ahora con el
cuento de estar promoviendo con la Canciller para que en la Cumbre de América
Latina y Europa a realizarse en Chile, salga un llamado para que en las
Naciones Unidas se negocie un tratado
que regule y controle el comercio de armas. Pero mientras tanto, contra la determinación
del gobierno canadiense, al parecer tomada sin consultar al nuestro, no se dijo absolutamente nada. Es más, algunos
medios internacionales llegaron a manifestar que la consulta canadiense sí se
hizo, pero al gobierno estadounidense.
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