Esta historia que tiene que ver con nuestros cerros tutelares,
comienza en la década de los cuarenta o cincuenta cuando a un ciudadano
británico de apellido Owen, se le dio por construir sobre uno de dichos cerros. Cómo logró permiso para construir sobre un área que se suponía de
propiedad de la comunidad? No se sabe. Pero construyó una hermosa mansión. Con
el tiempo, fueron los pobres sin techos que acosados por la intemperie y la
lluvia, deciden retar a los cerros más alejados de la urbe y contra toda lógica
urbanística comienzan a levantar sus chozas. Mientras tanto, dos pedazos de
cerros que resultaron al abrir un boquete para continuar la Avenida de los
Estudiantes hacia el sur; el primero ubicado al nororiente del cruce de la
Calle 22 (Santa Rita) con la Avenida de los Estudiantes, uno de cuyos lados va
a terminar frente a la Clínica La Milagrosa y el otro situado en la parte
suroccidental del mismo cruce, están resultando victimas al parecer del raponeo
urbano. Ambos en sus sectores menos visibles, fueron aprovechados por ciertos
ciudadanos para ir levantando construcciones que con el tiempo se convirtieron
en viviendas con unas buenas áreas. Fenómeno similar sucedió con los alrededores
del Cerrito Cundí. Pero aún así, los samarios todavía teníamos rezagos de
cerros tutelares, tan sagrados en otras ciudades y países. Es más, en nuestro
Plan de Ordenamiento Territorial, se dice que los cerros menores localizados en
el denominado sector urbanizado, se incorporarán en su totalidad al sistema de
espacio público ambiental, con un especial tratamiento por ser considerados
hitos y patrimonio paisajístico. Entre estos cerros se encuentran precisamente
los arriba mencionados. También se dice que para estas áreas configuradas por
cerros, la estrategia del POT establece las políticas de reubicación de
asentamientos y la recuperación de las pendientes y del paisaje para conformar
y estructurar la red verde y de espacio público, sólo permanecerán las construcciones
sobre los primeros veinte metros sobre el nivel del mar. Por último, termina el
documento aclarando que bajo la previa evaluación de la legítima propiedad en
áreas declaradas como reserva natural, se adelantarán los procedimientos
legales bajo el amparo del artículo 5º de la Constitución. Pero un buen día, al
parecer alguien interpretó el “sólo permanecerán
las construcciones sobre los primeros veinte metros”, esto es las ya
construidas, por “sólo se reconocerán
las construcciones sobre los primeros veinte metros”, es decir, las que se
construyan de allí en adelante. Y quién
dijo miedo.
El problema de la apropiación de dichos terreno se resolvía entonces,
haciéndole un esguince a la norma, esto es desapareciéndolos, logrando así que
la construcción allí levantada no pasase de los 20 metros sobre el nivel del
mar, lo que explica el que por estos días, por lo menos cinco volteos y una
retroexcavadora, trabajen casi que día y noche
sobre el cerro situado
en la parte suroccidental del cruce de la Avenida de los Estudiantes y la calle Santa Rita, en su afán de
reducirlo a su mínima expresión. Algo similar ya se había hecho con una
Estación de Gasolina que allí funciona.
Pero el problema no radica en el hecho que lo desaparezcan, lo triste,
lo penoso, lo amargo, lo funesto, lo deplorable radica en que los samarios lo
permitamos. Cuando digo samarios, no me estoy refiriendo a simples y anónimos ciudadanos
sin ninguna capacidad de liderazgo, me refiero a instituciones como la cámara
de comercio, los sindicatos, los gremios, las asociaciones de toda índole, que
no sólo deben tener autoridad moral sino sobre todo un alto sentido de
pertenencia ciudadana. Ellos y ellas tienen la responsabilidad ética de
promover y mantener en alto el civismo de una ciudadanía agotada por el
desengaño y el despojo de naturales y foráneos corruptos. Que no se les olvide.
De lo contrario mejor sería que tuvieran la vergüenza de no existir.
Completamente de acuerdo contigo Armando y todo esto nos pasa porque estamos en una especie de mundillo donde esto ni nos raspa, ni nos pega, ni nos duele, con unas pocas excepciones. Ello claramente apalancado por la falta de autoridad del Distrito, de cuya presencia no sentimos ni el tufillo. Qué desgracia !
ResponderEliminarSe perdio mi comentario no entiendo que paso
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