Por Armando
Brugés Dávila
Soñé que en un extraño país del planeta la gente corría de un
lado para otro buscando respuesta al aberrante caso que allí se presentaba.
Nadie entendía como había sido posible que una oficial de sus fuerzas hubiese
aparecido muerta con un tiro en la cabeza en una de sus instalaciones
policiales sin explicación alguna. Al parecer su madre aterrada tiene que salir
de aquel extraño país dejando constancia que la asesinaron porque ella había
asumido una investigación en torno a una mafia de oficiales de alta graduación
dedicados al tráfico de favores de carrera o de otra especie a cambio de
servicios sexuales humillantes. Los ciudadanos comunes y corrientes no
entendían que esa oficial iniciara esa investigación a motu propio, pero al
respecto no se decía nada. Todo daba a entender que a ella sola se le ocurrió y
punto. Pobre loca.
De pronto como sucede siempre en las pesadillas me encontré con que en ese mismo país una
revista .com, muy conocida por sus denuncias, lanzó una primicia que hizo que sus
ciudadanos ya de por si acríticos por doping mediático se olvidaran de la
oficial de la policía y pusiera toda su atención en una nueva aberración. La revista había descubierto después de un
año de juiciosa investigación, que en un local de fachada comercial, como es lo
usual y apropiado en estos casos, se venían realizando interceptaciones
telefónicas no solo a políticos y dirigentes populares sino también al
presidente de la republica de aquel insólito país. Cómo así? Fácil, dado que el
gobierno de aquel país se encontraba en unas negociaciones de paz con un grupo
que se había alzado en armas hacia algo más de 50 años y cuyo proceso se
realizaba en una isla cercana y la comisión gubernamental que allí ejercía sus
funciones a nombre del gobierno era al parecer otra de las interceptadas, es de
suponer que hasta el mismísimo presidente estaba siendo interceptado. El escándalo
resultaba mayúsculo habida cuenta que el operativo delictuoso señalaba como
autores “materiales” a la inteligencia militar del Estado.
En la pesadilla la misma revista señalaba que había logrado
establecer que tras las revelaciones que ella había hecho, los jefes de la
fachada habían negado a sus superiores
la existencia de tal unidad e incluso del allanamiento mismo. Pero en las
primeras de cambio dos generales de brigada fueron relevados de sus cargos,
pero de manera por demás curiosa el ministro del despacho correspondiente manifestó
que ello les había sucedido más por falta de criterio, pero por el momento por
nada ilícito. Mas en aquella extraña pesadilla no recuerdo que el ministro explicara que
quería decir con “falta de criterio”. Pero en aquel maremágnum de sucesos que
suelen acontecer en las pesadillas recuerdo algo que no parecía ser una
situación muy licitas y es aquella durante la cual uno de los detenidos se
identificó con cédula falsa y al verse sin salida no tuvo más remedio que
identificarse como miembro de la inteligencia militar.
Mientras que su presidente daba la cara en los noticieros
tratando de dar explicaciones a la
opinión pública de aquel vergonzoso suceso y pedía claras y prontas
explicaciones a las instancias militares, a su ministro de defensa que le
acompañaba ubicado detrás a su izquierda le bailaban los ojos como vendedor
de perehuetanos. Miraba a los lados, al techo, al piso pero a su jefe y a la cámara
casi que los evadió todo el tiempo. Mala cosa, pensé en mi pesadilla. El último gesto que le vi antes que cortaran
la noticia fue remojarse los labios con la lengua. La cámara lo captó
plenamente. En mi pesadilla lo vi clarito. Lo recuerdo como si lo estuviera
viendo. No había duda, estaba nervioso. Sólo el sabría por qué. En ese momento,
asustado, me desperté pensando en lo complicado que sería vivir en un país así.
Y como anunciaban las películas mexicanas en los años 50: Cualquier parecido
con la realidad es pura coincidencia.
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