miércoles, 31 de julio de 2013

Acercándonos a los 500 años, dejemos de echarnos mentiras.

Por Armando Brugés Dávila.

Probablemente algunos coterráneos no estarán  de acuerdo con mi planteamiento; pero de eso se trata, de generar controversia sobre qué puede resultar más sano, si asumir nuestra realidad tal y como es o acostumbrar a nuestra juventud a pelechar con mentirillas sosas. Es hora que los samarios comencemos a bajarnos de esa nube de sueños en que nos han querido mantener sus dirigentes seculares, haciéndonos creer situaciones que no son reales. Siempre se nos ha hecho creer que somos lo que realmente no somos. Esto no es nuevo: se inició con los madrileños que aquí llegaron,  quienes por ejemplo, al ver el único rio que arrojaba sus aguas a la ensenada del sitio a donde pensaban fundar una población, en su afán de apoderarse de todo, asimilándolo a su leal saber y entender, lo único que se les ocurrió fue comparar a ese riachuelo con el rio que atravesaba Madrid y  que llamaban Manzanares.
Su propósito conquistador los obligaba a borrar todo lo que representara o significara cultura indígena o sometida, actitud que los samarios con el correr de los tiempos asumimos como propia, tanto así que sin vergüenza alguna y con un racismo rampante, sometimos al ostracismo la casi totalidad de la toponimia indígena. Hoy día, la mayoría  de los samarios nos damos el lujo  de no tener la más remota idea de cuál era el nombre indígena de nuestro icono natural de la ciudad, por la sencilla razón de que al parecer se perdió en el laberinto de los tiempos. Y de ello se presume sea culpable, no Rodrigo de Bastidas, quien era sevillano, sino el conquistador Pedro de Heredia, madrileño que según José Nicolás de la Rosa, vino con Pedro Badillo, quien había sido nombrado gobernador de la región. Es más, pocos son los que saben que este riachuelo recorre solo 33 kilómetros, mientras que su homónimo en España lo hace en 92 y obviamente su área de influencia es mucho mayor; igualmente  desconocen que su nacimiento se origina  en la unión de dos quebradas que por estar en lo alto de la Sierra, lograron conservar sus nombres indígenas, las quebradas de Onaca y Girocasaca. Con el tiempo, increíblemente quedamos con esa impronta curiosa de adueñarnos  de símbolos o significados que poco tenían que ver con nosotros.
Es el caso de la Sierra Nevada, nombre éste también impuesto desde la metrópoli española para asimilarla a lo que ellos allá conocían como un macizo montañoso, perteneciente al conjunto de las Béticas, situado en Andalucía, llegando a extenderse hasta  las provincias de Granada y Almería. Pero a los samarios a su vez, se nos ocurrió que quedaba más elegante si le añadíamos el de Santa Marta, y dicho y hecho: a partir del momento menos pensado se comenzó a llamar pomposamente Sierra Nevada de Santa Marta, cuando la realidad era que más tenía que ver con esa mole nevada, la ciudad de Valledupar que la nuestra, habida cuenta que esta última se encontraba ubicada en sus entrañas. Pero no, la lógica no funcionó tampoco en este caso.
Igual sucedió con la Ciénaga Grande, la cual  seguramente tomó su nombre del primitivo toponímico de la población de Ciénaga, que fue el de Aldea Grande. Aclarando que Ciénaga no fue fundada sino catequizada, puesto que ya existía cuando los invasores llegaron y precisamente se encontraba ubicada en el extremo nororiental de dicha ciénaga. De Aldea Grande  su nombre fue cambiado por el de San Juan Bautista de Córdoba, razón por la cual el nombre de la Ciénaga Grande debió cambiar por el de Ciénaga de San Juan Bautista de Córdoba. Pero no sucedió así.
A la aristocracia de medio pelo de Santa Marta, se le ocurrió que resultaba más elegante llamar a la población Ciénaga y al fenómeno cenagoso Ciénaga Grande, obviamente anteponiéndole el  “de Santa Marta”, con lo que quedaba con el pomposo nombre de Ciénaga Grande de Santa Marta, cuando realmente no teníamos razón alguna para dicha vinculación. El derecho por tradición era de Ciénaga, por lo que debió haberse llamado la Ciénaga de San Juan Bautista de Córdoba, puesto que no solo existía como pueblo antes que Santa Marta, sino que además era surgida de su vertiente misma.
Y así sucedió con muchas cosas. Es más, en tiempos recientes  un periodista de la BBC de Londres, Richard McColl, identifico a la ciudad de Ciénaga como “la capital del país del realismo mágico colombiano”. Y ya Santa Marta ni corta ni perezosa comienza a identificarse como “La Ciudad que lo tiene todo”, título que realmente apunta a lo mágico, solo los magos aparentemente lo tienen todo, si no que lo digan Harry Potter y su parentela.
Pero en este artículo me referiré a un caso muy especial por sus características curiosas y es el relacionado con la fundación de la ciudad. Desde que tengo uso de razón, he escuchado que mi ciudad natal fue la primera fundada en territorio continental, debido a que los dos intentos anteriores habían desaparecido tras el feroz ataque de los aborígenes. Solo Santa Marta soportó el embate de los temibles caribes y perduró en el tiempo. Y con esa idea se levantan nuestros jóvenes, puesto que son las mismas instituciones educativas, oficiales y privadas, quienes se encargan de trasmitir esta clase de conocimientos. Aquí nos enseñaron en la escuela a no investigar mucho menos a ser creativos y nosotros les enseñamos a nuestros muchachos exactamente lo mismo y así sucesivamente. Es tan triste nuestra situación educativa en lo que a investigación y creatividad se refiere, y conste que no me refiero sólo a Santa Marta hablo del país en general,  que en el programa El Gran Colombiano implementado por el canal HISTORY y El Espectador, un analista con razón se lamentaba que no había en la lista un solo maestro entre los finalistas.  En tanto que en un programa radial escuchaba a dos personajes que con “sobrada sapiencia” hablaban del tema y mencionaban como posibles ganadores a personajes realmente sin trascendencia alguna en la historia de la república, en cambio parecían no tener ni idea de un científico de la talla de Rodolfo Llinás.Y no tendría nada de raro que resultara de Gran Colombiano un personaje de nuestra farándula contemporánea y queden por fuera personajes como García Márquez o Llinás, los dos únicos que realmente tendrían los méritos para ello. Ojalá no tengamos que pasar por semejante vergüenza.
Pero volviendo al tema, resulta que antes que Santa Marta, otras ciudades se fundaron en la América continental. Entre ellas tenemos: La ciudad de Veracruz en México, fundada un 10 de julio del  año 1519 por el propio Hernán Cortés, Francisco de Montejo y Alonso Hernández de Portocarrero, en unas playas llamadas Chalchihuecan, con el nombre de Villa Rica de la Vera Cruz. Lo que la convierte en la primera ciudad fundada por europeos en territorio americano en los inicios de su proceso de despojo  genocida. No se trata de repudiar nuestros ancestros hispánicos que por alguna parte debemos tener, simplemente nuestra intención apunta a que desde nuestra ética no podemos sino rechazar la invasión depredadora que en su momento iniciara sobre Hispanoamérica el poder imperial español.
No obstante que en 1524 la ciudad cambió de asentamiento. en donde hoy se encuentra la denominada Antigua, ubicada a orillas del rio Huitzilapan, en 1524; pero en 1599 el rey Felipe II de España ordenó el traslado a su primitivo y actual lugar de origen.
Le sigue en su orden la ciudad de Cumaná en Venezuela, la cual existía como “misión” franciscana desde 1515, pero se le atribuye su fundación a Gonzalo de Ocampo en el año de 1521. Todo apunta a que el convento en el que habitaba la comunidad religiosa fue destruido por una rebelión indígena liderada por el Cacique Maragüey. Ya me imagino lo que podrían estar pensando esos aborígenes de un grupo de hombres que vivian en una casa sin mujer alguna. Lo cierto es que Ocampo reconstruye el convento y su población llamándola Nueva Toledo. Pero otra rebelión lo arrasa nuevamente y en 1523 lo levanta de nuevo por el capitán Jácome Castellón. Ya para 1530 aparece con el nombre de Nueva Córdoba, (antiguo nombre de Cúmana) la cual sufre un terremoto   a raíz del cual sufre un estancamiento económico. En 1569 Diego Fernández de Zerpa, le cambia el nombre por el de Cumaná.
En Nicaragua encontramos otra ciudad llamada Granada, fundada por Francisco Hernández de Córdoba, en 1524. De sus habitantes originarios se dice que se conocían con el nombre de los diarianes, una de las castas integrantes de los choretega quienes se distinguían por excelentes guerreros y muy buenos artistas. Se dice que poseían muchos e interesantes conocimientos sobre astronomía, botánica y medicina, además de muy buenos comerciantes.                                       
Se podría decir que hablar de Santa Marta como la primera población  fundada en el continente americano, no es más que una mentira piadosa. Pero ni a eso llega pues se le da ese nombre a la mentirilla que de alguna manera sirve para algo. Pero esta para nada nos sirve. Tendría más sentido colocar en letras de molde en nuestro Aeropuerto Simón Bolívar, la carta apócrifa que supuestamente escribiera Bolívar en su lecho de muerte a su prima Fanny Du Villars. Cuyo propósito no era sino destruir la imagen del verdadero amor de su vida Manuela Saenz. La supuesta descripción que allí hace El Libertador del lugar en donde se encuentra (Santa Marta) es algo realmente bello, apenas como para ofrecerla a un turista ávido de amores eternos. En uno de sus apartes dice:

Ha llegado la última aurora; tengo al frente el mar Caribe azul y plata, agitado como mi alma, por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve, impoluta como nuestros ensueños de 1805; por sobre mí, el cielo más bello de América, la más bella sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz...

Digo que tendría más sentido hacer esto último en tanto que apuntaría a un beneficio real, desde el punto de vista turístico, pero siempre dejando “entre comillas” su origen apócrifo. Pero estoy seguro que el impacto sería el mismo que a mí me produce cada vez que la leo.

 

 

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